Testimonios Selectos Tomo 1

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La doctrina del ocio

En París (Maine), había algunos que creían que era pecado trabajar. El Señor me encargó que reprobase al corifeo de este error, declarándole que iba en contra de la palabra de Dios al abstenerse del trabajo, propagar este error y condenar a quienes no lo admitían. Rechazó todas las pruebas que dió el Señor para convencerle de su yerro y determinó no variar de conducta. Solía hacer penosos viajes e irse a poblaciones distantes donde no recibía sino ultrajes, con lo cual creía que así sufría por causa de Cristo. Prescindiendo de la razón y del juicio, obedecía a sus impulsos. 1TS 73.3

Vi que Dios iba a obrar por la salvación de su pueblo y que aquel extraviado sujeto se daría pronto a conocer de suerte que todos los sinceros de corazón viesen que no obraba con rectitud de espíritu, y así acabaría pronto su carrera. Poco tardó en romperse el hechizo y apenas tuvo influencia en los hermanos. Dijo que mis visiones eran obra del demonio y siguió dando rienda suelta a sus antojos hasta que se le trastornó el entendimiento y hubieron de encerrarle en un manicomio. Finalmente se ahorcó con las retorcidas sábanas de su cama, y los que le habían seguido se convencieron de la falacia de sus enseñanzas. 1TS 73.4