Servicio Cristiano

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Avanzad

Muchas veces la vida cristiana está rodeada de peligros, y el deber parece difícil de cumplir. La imaginación cree ver la ruina inminente si se avanza, y la servidumbre y la muerte si se vuelve atrás. Sin embargo, la voz de Dios dice claramente: Id adelante. Obedezcamos la orden, aun cuando nuestra vista no pueda penetrar las tinieblas. Los obstáculos que impiden nuestro progreso no desaparecerán nunca ante un espíritu vacilante y dudoso. Aquellos que difieren la obediencia hasta que toda incertidumbre desaparezca, y no queden riesgos de fracaso ni derrota, no obedecerán nunca. La fe mira más allá de las dificultades, y echa mano de lo invisible, aun de la Omnipotencia, y por lo tanto, no puede resultar frustrada. La fe es como asir la mano de Cristo en toda emergencia.—Obreros Evangélicos, 276. SC 138.3

Nuestras ideas son demasiado estrechas. Dios pide un progreso continuo en la tarea de difundir la luz. Debemos estudiar métodos y medios avanzados para alcanzar a la gente. Necesitamos escuchar con los oídos de la fe al poderoso Capitán de las huestes del Señor diciendo: “Avanzad.” Debemos actuar, y Dios no nos fallará. El hará su parte cuando nosotros con fe hagamos la nuestra. Hermanos y hermanas que habéis estado por mucho tiempo en la verdad, no habéis hecho la obra que Dios pide que hagáis. ¿Dónde está vuestro amor a las almas?—Historical Sketches of the Foreign Missions of the Seventh Day Adventist, 289, 290. SC 139.1

El salvar almas constituyó el gozo de Cristo. Que ésta sea también vuestra obra y vuestro gozo. Realizad todos los deberes y haced todos los sacrificios por causa de Cristo, y él será vuestro constante ayudador. Avanzad directamente en el sentido en que la voz del deber os llame. Que ninguna aparente dificultad os estorbe. Asumid las responsabilidades que Dios colocó sobre vosotros, y al llevar vuestras cargas a veces pesadas, no preguntéis: “¿Por qué mi hermano está ocioso y no lleva ningún yugo sobre sí?” Desempeñad el deber que está más cerca de vosotros, y hacedlo bien y en forma completa, sin codiciar la alabanza, sino trabajando por el Maestro, porque le pertenecéis a él.—The Southern Watchman, 2. de abril de 1903. SC 139.2

La marcha del pueblo de Dios debe ser hacia arriba y hacia adelante a la victoria. Alguien mayor que Josué está dirigiendo los ejércitos de Israel. Alguien está en nuestro medio, el Capitán de nuestra salvación, quien ha dicho para nuestro ánimo: “He aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.” “Confiad, yo he vencido al mundo.” El nos guiará a una victoria segura. Lo que Dios promete, es capaz de realizarlo en cualquier momento. Y la obra que él da a su pueblo para que haga, es capaz de terminarla por su medio.—Testimonies for the Church 2:122. SC 139.3

¿Por qué no nos entusiasmamos con el Espíritu de Cristo? ¿Por qué nos conmovemos tan poco ante los lastimeros clamores de un mundo que sufre? ¿Consideramos nuestro exaltado privilegio de añadir una estrella a la corona de Cristo—un alma librada de las cadenas con las cuales Satanás la ha ligado, un alma salvada en el reino de Dios? La iglesia debe darse cuenta de su obligación de llevar el Evangelio de la verdad presente a toda criatura. Os encomiendo que leáis el tercero y el cuarto capítulos de Zacarías. Si estos capítulos son comprendidos, si son recibidos, se hará una obra en favor de aquellos que tienen hambre y sed de justicia, una obra que significa para la iglesia: “Avanzad hacia adelante y hacia arriba.”—Testimonies for the Church 6:296. SC 140.1

La gran mayoría de los habitantes de la tierra han manifestado lealtad al enemigo. Pero no hemos sido engañados. No obstante el aparente triunfo de Satanás, Cristo está llevando a cabo su obra en el santuario celestial y en la tierra. La Palabra de Dios describe la maldad y corrupción que iban a existir en los últimos días. Al ver nosotros el cumplimiento de la profecía, nuestra fe en el triunfo final del reino de Cristo debe fortalecerse; y debemos salir con renovado valor para hacer la obra que nos ha sido asignada.—Obreros Evangélicos, 26, 27. SC 140.2