Servicio Cristiano

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Condiciones que prevalecen en el pueblo de Dios

Falta de espíritu misionero

Ha habido sólo poco espíritu misionero entre los adventistas y observadores del sábado. Si los ministros y el pueblo estuvieran suficientemente despiertos, no descansarían así en forma indiferente, mientras Dios los ha honrado haciéndolos los depositarios de su ley, al grabarla en su mente y escribirla en su corazón.—Testimonies for the Church 3:202. SC 45.1

El verdadero espíritu misionero ha abandonado las iglesias que han hecho tan exaltada profesión; sus corazones ya no bullen encendidos de amor por las almas y del deseo de guiarlas al aprisco de Cristo. Necesitamos trabajadores fervorosos. ¿No hay nadie que responda al clamor que surge por doquiera: “Pasa y ayúdanos”?—Testimonies for the Church 4:156. SC 45.2

Se me mostró que como pueblo somos deficientes. Nuestras obras no están de acuerdo con nuestra fe. Nuestra fe testifica que vivimos bajo la proclamación del mensaje más solemne y más importante que haya sido dado jamás a los mortales. Sin embargo, a la plena vista de este hecho, nuestros esfuerzos, nuestro celo, nuestro espíritu de abnegación, no guarda paso con el carácter de la obra. Debemos despertarnos de entre los muertos, y Cristo nos dará vida.—Testimonies for the Church 2:114. SC 45.3

Mi corazón se conduele cuando pienso en cuán poco sienten nuestras iglesias su solemne responsabilidad ante Dios. No son sólo los ministros los soldados, sino todo hombre y mujer que se ha alistado en el ejército de Cristo. ¿Y están ellos dispuestos a compartir la suerte de un soldado, tal como Cristo les dió un ejemplo en su vida de abnegación y sacrificio? ¿Qué abnegación han manifestado nuestras iglesias como conjunto? Pueden haber dado donaciones en dinero, pero no se han dado a sí mismas.—Boletín de la Asociación General, 1893, 131. SC 45.4

Muchos de los profesos seguidores de Cristo no sienten más que el mundo la preocupación por las almas. La concupiscencia de los ojos, la soberbia de la vida, el amor a la ostentación, el amor a la comodidad, separan a los profesos cristianos de Dios, y el espíritu misionero existe en realidad solamente en pocos. ¿Qué puede hacerse para abrir los ojos de estos pecadores en Sión, y para hacer templar a los hipócritas?—Ibid. 132 (1893). SC 46.1

Hay una clase representada por Meroz. El espíritu misionero nunca ha tomado posesión de sus almas. Los llamamientos de las misiones en el extranjero no los han conmovido para obrar. ¿Qué cuenta rendirán a Dios los que no están haciendo nada en su causa, nada para ganar almas para Cristo? Los tales recibirán la denuncia: “Malo y negligente siervo.”—Historical Sketches of the Foreign Missions of the Seventh Day Adventist, 290. SC 46.2

Como ilustración de que habéis fallado en acudir a colaborar en la obra de Dios, como era vuestro privilegio hacerlo, se me han señalado estas palabras: “Maldecid a Meroz, dijo el ángel de Jehová: maldecid severamente a sus moradores, porque no vinieron en socorro a Jehová, en socorro a Jehová contra los fuertes.”—Testimonies for the Church 2:247. SC 46.3