Servicio Cristiano

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Condiciones para recibirlo

El Espíritu Santo será derramado sobre todos los que están pidiendo el pan de vida para darlo a sus vecinos.—Testimonies for the Church 6:90. SC 312.3

Cuando pongamos nuestro corazón en unidad con Cristo y nuestra vida en armonía con su obra, el Espíritu que descendió sobre los discípulos en el día de Pentecostés, descenderá sobre nosotros.—Joyas de los Testimonios 3:250. SC 312.4

No es por causa de restricción alguna por parte de Dios por lo que las riquezas de su gracia no fluyen hacia la tierra, a los hombres. Si todos tuvieran la voluntad de recibir, todos serían llenados de su Espíritu.—Lecciones Prácticas del Gran Maestro, 385. SC 312.5

El Espíritu espera que lo pidamos y recibamos.—Lecciones Prácticas del Gran Maestro, 111. SC 312.6

Puesto que éste es el medio por el cual hemos de recibir poder, ¿por qué no tener más hambre y sed del don del Espíritu? ¿Por qué no hablamos de él, oramos por él y predicamos respecto a él?—Los Hechos de los Apóstoles, 41. SC 312.7

Si la promesa no se cumple como debiera, se debe a que no es apreciada debidamente. Si todos lo quisieran, todos serían llenados del Espíritu.—Los Hechos de los Apóstoles, 41. SC 313.1

Cada obrero debiera elevar su petición a Dios por el bautismo diario del Espíritu. Debieran reunirse grupos de obreros cristianos para solicitar ayuda especial y sabiduría celestial para hacer planes y ejecutarlos sabiamente. Debieran orar especialmente porque Dios bautice a sus embajadores escogidos en los campos misioneros con una rica medida de su Espíritu.—Los Hechos de los Apóstoles, 41, 42. SC 313.2

Pongan los creyentes a un lado toda disensión y entréguense a Dios para la salvación de los perdidos. Pidan con fe la prometida bendición y ella vendrá.—Testimonies for the Church 8:21. SC 313.3

Los discípulos no pidieron una bendición para sí mismos. Se sentían abrumados con una carga por las almas. El Evangelio había de ser llevado hasta los confines de la tierra, y ellos reclamaban la investidura de poder que Cristo les había prometido. Fué entonces cuando se derramó el Espíritu Santo y se convirtieron miles en un día.—The Southern Watchman, 1 de agosto de 1905. SC 313.4

Cristo ha prometido el don del Espíritu Santo a su iglesia, y la promesa nos pertenece a nosotros tanto como a los primeros discípulos. Pero, como toda otra promesa, nos es dada bajo condiciones. Hay muchos que creen y profesan aferrarse a la promesa del Señor; hablan acerca de Cristo y acerca del Espíritu Santo, y, sin embargo no reciben beneficio alguno. No entregan su alma para que sea guiada y regida por los agentes divinos. No podemos emplear al Espíritu Santo. El Espíritu ha de emplearnos a nosotros. Por el Espíritu obra Dios en su pueblo “así el querer como el hacer, por su buena voluntad”. Pero muchos no quieren someterse a eso. Quieren manejarse a sí mismos. Esta es la razón por la cual no reciben el don celestial. Únicamente a aquellos que esperan humildemente en Dios, que velan para tener su dirección y gracia, se da el Espíritu. El poder de Dios aguarda que ellos lo pidan y lo reciban. Esta bendición prometida, reclamada por la fe, trae todas las demás bendiciones en su estela. Se da según las riquezas de la gracia de Cristo, y él está listo para proporcionarla a toda alma según su capacidad para recibirla.—El Deseado de Todas las Gentes, 609. SC 313.5

El gran derramamiento del Espíritu de Dios que ilumina toda la tierra con su gloria, no acontecerá hasta que tengamos un pueblo iluminado, que conozca por experiencia lo que significa ser colaboradores de Dios. Cuando nos hayamos consagrado plenamente y de todo corazón al servicio de Cristo, Dios lo reconocerá por un derramamiento sin medida de su Espíritu; pero esto no ocurrirá mientras que la mayor parte de la iglesia no colabore con Dios.—The Review and Herald, 21 de julio de 1896. SC 314.1