Nuestra Elevada Vocacion

301/366

Recompensas por el servicio, 27 de octubre

Bueno es al hombre, si llevare el yugo desde su mocedad. Lamentaciones 3:27. NEV 308.1

Dios llama a jóvenes y señoritas que entren en su servicio. Los jóvenes son receptivos, vigorosos, ardientes y esperanzados. Una vez que han probado el espíritu de sacrificio propio, no quedarán satisfechos a menos que aprendan constantemente del gran Maestro. ... NEV 308.2

Cuando trabajamos en conexión con el gran Maestro, nuestra experiencia mejora. Las facultades de la mente se amplían. La conciencia se pone bajo la dirección divina. Cristo toma todo el ser bajo su dirección. Somos salvos únicamente cuando le permitimos hacer esto; porque hay otro que está cerca observando una oportunidad de entrar y comenzar su trabajo destructivo y engañador. Entonces, cuando entremos en el servicio de Dios, permitamos que tome posesión de todo nuestro ser, cuerpo, alma y espíritu. ... NEV 308.3

Nadie puede estar verdaderamente unido a Cristo, practicar sus lecciones, someterse a su yugo de restricción, sin comprender aquello que nunca puede expresar en palabras. Nuevos y ricos pensamientos se apoderan de él. El intelecto recibe luz, la voluntad se hace decidida, la conciencia se enternece, la imaginación se purifica.—Manuscrito 18, 1901, pp. 2, 3. NEV 308.4

Los jóvenes y las jóvenes que estén realmente convertidos se alejarán de toda iniquidad. ... Si ven el carácter ofensivo del pecado, y lo odian como la cosa vil que es, y acuden a Jesús contritos purificando sus almas mediante la obediencia a la verdad, entonces se les podrá confiar una parte de la obra. ... NEV 308.5

Dios lee el corazón, pesa el carácter, y conoce la obra de cada hombre. El da su Espíritu en proporción a la consagración y abnegación manifestadas por aquellos que trabajan en su obra.—The Review and Herald, 20 de mayo de 1890. NEV 308.6

Los jóvenes son fuertes. No están gastados por el peso de los años y por las preocupaciones. Sus afectos son ardientes, y si son alejados del mundo, y colocados sobre Cristo y el cielo, haciendo la voluntad de Dios, tendrán la esperanza de una vida mejor que es perdurable, y permanecerán para siempre, y serán coronados con gloria, honra, inmortalidad y vida eterna.—The Review and Herald, 30 de marzo de 1886. NEV 308.7