Mensajes Selectos Tomo 1

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Satanás derrotado por la muerte de Cristo

En esta elección, se manifestaron los principios de Satanás, y las huestes del cielo y todos los mundos que Dios había creado juzgaron que Satanás era acusador de los hermanos, mentiroso y asesino. En el cielo y en los mundos no caídos se definió la cuestión del poder engañoso de Satanás, de sus principios malignos y para siempre se demostró la perfecta pureza y santidad de Cristo, que estaba soportando el examen y la prueba en favor del hombre caído. Mediante el desarrollo del carácter y de los principios de Satanás, éste fue para siempre desarraigado del afecto de los mundos no caídos, y en el cielo se definió para siempre el conflicto acerca de sus demandas y de las demandas de Cristo. La justicia manifestada en el carácter de Cristo había de ser para siempre el ancla, la esperanza salvadora del mundo. Cada alma que elige a Cristo puede decir con fe: “El Señor es mi justicia”. 1MS 408.2

Cristo fue “despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos. Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados”. Isaías 53:3-5. 1MS 409.1

La gracia de Cristo y la ley de Dios son inseparables. En Jesús la misericordia y la verdad se encontraron, la justicia y la paz se besaron. En su vida y carácter, no sólo revela el carácter de Dios, sino las posibilidades del hombre. Era el representante de Dios y el ejemplo de la humanidad. Presentó ante el mundo lo que la humanidad podría llegar a ser cuando se uniera por fe con la divinidad. El unigénito Hijo de Dios tomó sobre sí la naturaleza del hombre y estableció su cruz entre la tierra y el cielo. Mediante la cruz, el hombre fue atraído a Dios, y Dios al hombre. La justicia se inclinó desde su puesto elevado y sublime, y las huestes celestiales, los ejércitos de la santidad, se acercaron a la cruz, inclinándose con reverencia, pues en la cruz se satisfizo la justicia. Mediante la cruz, el pecador fue rescatado de la fortaleza del pecado, de la confederación del mal, y cada vez que se acerca a la cruz se enternece su corazón y clama arrepentido: “Fueron mis pecados los que crucificaron al Hijo de Dios”. Deja sus pecados en la cruz y se transforma su carácter por la gracia de Cristo. El Redentor levanta al pecador del polvo y lo coloca bajo la dirección del Espíritu Santo. Cuando el pecador contempla al Redentor, encuentra esperanza, seguridad y gozo. La fe se aferra de Cristo con amor. La fe obra por el amor y purifica el alma. 1MS 409.2