Mensajes Selectos Tomo 1

9/237

La mensajera del señor

Anoche, en visión, estuve delante de una congregación de nuestros hermanos dando un decidido testimonio en cuanto a la verdad presente y el deber presente. Después del discurso, muchos se me acercaron haciéndome preguntas. Deseaban tantas explicaciones acerca de este punto y aquel otro, que dije: “Por favor, uno por uno, no sea que me confundan”. 1MS 35.3

Y entonces los exhorté diciendo: “Durante años habéis tenido evidencias de que el Señor me ha dado una obra que hacer. Esas evidencias difícilmente podrían haber sido mayores de lo que son. ¿Destruiréis todas esas evidencias como una telaraña ante la sugestión de la incredulidad de un hombre? Lo que me hace doler el corazón es el hecho de que muchos que ahora están perplejos y tentados son los que han tenido abundancia de evidencias y oportunidades para considerar, orar y comprender, y sin embargo, no disciernen la naturaleza de las sofisterías que se les presentan para influirlos a rechazar las amonestaciones que Dios ha dado para salvarlos de los engaños de estos últimos días”. 1MS 35.4

Algunos han tropezado en el hecho de que dije que no pretendía ser profetisa* y han preguntado: ¿Por qué? 1MS 36.1

No he tenido otra pretensión sino la de que se me ha indicado que soy la mensajera del Señor; que él me llamó en mi juventud para ser su mensajera, para recibir su palabra y dar un mensaje claro y decidido en el nombre del Señor Jesús. 1MS 36.2

En mi temprana juventud se me preguntó varias veces: ¿Es Ud. profetisa? Siempre he respondido: Soy la mensajera del Señor. Sé que muchos me han llamado profetisa, pero no he pretendido ese título. Mi Salvador me declaró que era su mensajera. “Tu obra—me indicó—es llevar mi palabra. Surgirán cosas extrañas, y en tu juventud te consagro para que lleves el mensaje a los errantes, para que lleves la palabra ante los incrédulos y, por la pluma y de viva voz, reproches al mundo las acciones que no son correctas. Exhorta usando la Palabra. Haré que mi Palabra te sea manifiesta. No será como un idioma extraño. En la verdadera elocuencia de la sencillez, con la voz y por la pluma, los mensajes que te doy se oirán de parte de alguien que nunca ha aprendido en las escuelas. Mi Espíritu y mi poder estarán contigo. 1MS 36.3

“No temas a los hombres porque mi escudo te protegerá. No eres tú la que hablas: es el Señor quien te da los mensajes de admonición y reprensión. Nunca te desvíes de la verdad bajo ninguna circunstancia. Da la luz que te daré. Los mensajes para estos últimos días serán escritos en libros y permanecerán inmortalizados para testificar contra los que una vez se regocijaron en la luz, pero que han sido inducidos a renunciar a ella debido a las seductoras influencias del mal”. 1MS 36.4

¿Por qué no he pretendido ser profetisa? Porque en estos días muchos que osadamente pretenden ser profetas son un baldón para la causa de Cristo, y porque mi obra incluye mucho más de lo que significa la palabra “profeta”. 1MS 37.1

Cuando esta obra me fue dada por primera vez, le rogué al Señor que la responsabilidad fuera puesta sobre algún otro. La obra era tan grande, amplia y profunda que temí no poder hacerla. Pero por su Espíritu Santo el Señor me ha capacitado para realizar la obra que me dio para hacer. 1MS 37.2

Una obra de muchos aspectos

Dios me ha aclarado las diversas formas en las que me usaría para hacer avanzar una obra especial. Se me han dado visiones con la promesa: “Si presentas fielmente los mensajes y resistes hasta el fin, comerás del fruto del árbol de la vida y beberás del agua del río de la vida”. 1MS 37.3

El Señor me dio gran luz acerca de la reforma pro salud. Junto con mi esposo, había de efectuar obra médico-misionera. Había de dar ejemplo a la iglesia llevando a los enfermos a mi hogar y cuidando de ellos. Esto he hecho, dando a mujeres y niños vigorosos tratamientos. También debía hablar sobre el tema de la temperancia cristiana, como la mensajera señalada por el Señor. Me ocupé vigorosamente de esa obra, y hablé a grandes congregaciones sobre temperancia en su sentido más amplio y verdadero. 1MS 37.4

Se me instruyó que siempre impresionara a los que profesan creer la verdad con la necesidad de practicar la verdad. Esto significa santificación, y la santificación significa el cultivo y desarrollo de cada talento para el servicio del Señor. 1MS 37.5

Se me encargó que no descuidara ni pasara por alto a los que eran víctimas de injusticias. Se me encargó especialmente que protestara contra un proceder despótico o arbitrario hacia los ministros del Evangelio de parte de los que tienen autoridad oficial. Aunque es desagradable ese deber, debo reprochar al opresor y pedir justicia. Debo presentar la necesidad de preservar justicia y equidad en todas nuestras instituciones. 1MS 37.6

Si veo que los que están en posiciones de responsabilidad descuidan a ministros ancianos, debo presentar el asunto a aquellos cuyo deber es cuidarlos. Los ministros que han realizado fielmente su obra no han de ser olvidados ni descuidados cuando se quebrante su salud. Nuestras asociaciones no han de descuidar las necesidades de los que han llevado las responsabilidades de la obra. Después de que Juan había envejecido en el servicio del Señor fue desterrado a Patmos. Y en esa isla solitaria recibió más comunicaciones del cielo que las que había recibido durante el resto de su vida. 1MS 38.1

Después que me casé, se me instruyó que debía mostrar un interés especial en huérfanos de padre y madre, tomando algunos bajo mi cuidado durante un tiempo y luego buscando hogares para ellos. Así daría a otros un ejemplo de lo que podrían hacer. 1MS 38.2

Aunque fui llamada a viajar frecuentemente y a escribir mucho, he tomado a niños de tres y cinco años de edad, y he cuidado de ellos, los he educado y preparado para puestos de responsabilidad. A veces he recibido en mi hogar a muchachos de diez a dieciséis años, dándoles cuidado maternal y preparación para servir. He sentido que era mi deber presentar delante de nuestro pueblo esa obra por la cual deberían sentir una responsabilidad los miembros de cada iglesia. 1MS 38.3

Mientras estaba en Australia, realicé esta misma clase de obra recibiendo en mi hogar a huerfanitos que se encontraban en peligro de quedar expuestos a las tentaciones que podrían ocasionar la pérdida de su alma. 1MS 38.4

En Australia, nosotros* también trabajamos como misioneros ocupados en obra médica cristiana. A veces convertía mi hogar, de Cooranbong, en un asilo para los enfermos y afligidos. Mi secretaria, que se había preparado en el Sanatorio de Battle Creek, estaba a mi lado y efectuaba la obra de enfermera misionera. No cobraba nada por sus servicios, y ganábamos la confianza de la gente por el interés que manifestábamos en los enfermos y dolientes. Después de un tiempo, se construyó el Asilo de Salud de Cooranbong y así quedamos aliviados de esa preocupación. 1MS 38.5

Nada de pretensiones jactanciosas

Nunca he pretendido ser profetisa. Si otros me llaman así, no les discuto. Pero mi obra ha abarcado tantos aspectos, que no puedo llamarme sino mensajera, enviada para dar un mensaje del Señor a su pueblo y para ocuparme de cualquier actividad que él me señale. 1MS 39.1

La última vez que estuve en Battle Creek, dije delante de una gran congregación que no pretendía ser profetisa. Dos veces me referí a este asunto, con el propósito de hacer cada vez esta declaración: “No pretendo ser profetisa”. Si digo algo diferente a esto, entiendan todos ahora que lo que quería decir era que no pretendo el título de profeta o profetisa. 1MS 39.2

Entendí que algunos estaban ansiosos de saber si la Sra. de White sostenía todavía los mismos puntos de vista de hace años cuando la oyeron hablar en la arboleda del sanatorio, en el tabernáculo y en los congresos celebrados en los suburbios de Battle Creek. Les aseguré que el mensaje que ella presenta hoy es el mismo que ha estado dando durante los sesenta años de su ministerio público. Tiene el mismo servicio que hacer para el Maestro que el que le fue confiado en su adolescencia. Ella recibe lecciones del mismo Instructor. Las direcciones que se le dan son: “Haz conocer a otros lo que te he revelado. Redacta los mensajes que te doy, para que la gente pueda tenerlos”. Esto es lo que se ha esforzado por hacer ella. 1MS 39.3

He escrito muchos libros y se los ha hecho circular ampliamente. De mí misma, yo no podría haber puesto la verdad en esos libros, pero el Señor me ha dado la ayuda de su Espíritu Santo. Esos libros, que dan la instrucción que el Señor me ha dado durante los últimos sesenta años, contienen luz del cielo y soportarán la prueba de la investigación. 1MS 40.1

Sigo aún trabajando con esfuerzo a la edad de setenta y ocho años. Estamos todos en las manos del Señor. Confío en él, porque sé que nunca dejará o abandonará a los que ponen su confianza en él. Me he entregado a su cuidado. 1MS 40.2

“Doy gracias al que me fortaleció, a Cristo Jesús nuestro Señor, porque me tuvo por fiel, poniéndome en el ministerio”. 1 Timoteo 1:12.—The Review and Herald, 26 de julio de 1906. 1MS 40.3

La obra de un profeta y más

Durante el discurso dije que no pretendía ser profetisa. Algunos se sorprendieron ante esta declaración, y como mucho se está diciendo acerca de esto, daré una explicación. Otros me han llamado profetisa, pero nunca pretendí ese título. No he sentido que era mi deber designarme así. Los que osadamente pretenden que son profetas en éste nuestro día, son con frecuencia un baldón para la causa de Cristo. 1MS 40.4

Mi obra incluye mucho más de lo que significa ese nombre. Me considero a mí misma como una mensajera, a quien el Señor le ha confiado mensajes para su pueblo.—Carta 55, 1905. 1MS 40.5

Ahora he sido instruida que no debo ser estorbada en mi obra por aquellos que se ocupan en hacer suposiciones acerca de la naturaleza de ella, cuyas mentes están luchando con tantos problemas intrincados referentes a la supuesta obra de un profeta. Mi misión abarca la obra de un profeta pero no termina allí. Abarca mucho más de lo que puedan comprender las mentes de los que han estado sembrando las semillas de incredulidad. (Carta 244, 1906. Dirigida a los ancianos de la Iglesia de Battle Creek). 1MS 40.6