Mensajes Selectos Tomo 1

141/237

Capítulo 35—“Tentado en todo según nuestra semejanza”*

La Encarnación: Naturaleza de Cristo

Después de la caída del hombre, Satanás declaró que los seres humanos habían demostrado ser incapaces de guardar la ley de Dios, y procuró arrastrar consigo al universo en esa creencia. Las palabras de Satanás parecían ser verdaderas, y Cristo vino para desenmascarar al engañador. La Majestad del cielo se hizo cargo de la causa del hombre y con la misma ayuda que puede obtener el hombre resistió las tentaciones de Satanás así como el hombre debe resistirlas. Esta fue la única forma en la cual el hombre caído pudo convertirse en participante de la naturaleza divina. Al tomar la naturaleza humana, Cristo fue hecho idóneo para comprender las pruebas y dolores del hombre y todas las tentaciones con las que es acosado. Los ángeles que no estaban familiarizados con el pecado, no podían simpatizar con el hombre en sus pruebas peculiares. Cristo condescendió en tomar la naturaleza humana y fue tentado en todo punto como nosotros para que pudiera saber cómo socorrer a todos los que fueran tentados. 1MS 295.1

Al asumir la forma humana, Cristo tomó la parte de cada ser humano. El era la Cabeza de la humanidad. Siendo un Ser divino y humano, con su largo brazo humano podía abarcar a la humanidad, mientras que con su brazo divino podía aferrarse del trono del Infinito. 1MS 295.2

¡Qué espectáculo contempló así el cielo! Cristo, que no conocía en lo más mínimo la mancha o contaminación del pecado, tomó nuestra naturaleza en su condición deteriorada. Esta fue una humillación mayor que la que pueda comprender el hombre finito. Dios fue manifestado en carne. Se humilló a sí mismo. ¡Qué tema para el pensamiento, para una profunda y ferviente contemplación! Aunque era tan infinitamente grande la Majestad del cielo, sin embargo se inclinó tan bajo, sin perder un átomo de su dignidad y gloria. Se inclinó a la pobreza y la más profunda humillación entre los hombres. Por nuestra causa se hizo pobre, para que por su pobreza pudiéramos ser hechos ricos. Dijo: “Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; mas el Hijo del hombre no tiene dónde recostar su cabeza”. Mateo 8:20. 1MS 296.1

Cristo se sometió al insulto y la burla, al desprecio y al ridículo. Oyó cómo se falseaba y aplicaba mal su mensaje, que estaba lleno de amor, bondad y misericordia. Oyó que a él lo llamaban el príncipe de los demonios porque testificaba que era Hijo de Dios. Su nacimiento fue sobrenatural, pero para su propia nación, para los que tenían cegados los ojos a las cosas espirituales, fue considerado como un borrón y una mancha. No hubo una gota de nuestra amarga pena que él no probara, ninguna parte de nuestra maldición que él no soportara para que pudiera llevar hasta Dios a muchos hijos e hijas. 1MS 296.2

El hecho de que Jesús fue en esta tierra como un varón de dolores, experimentado en quebranto, el hecho de que dejara su hogar celestial a fin de salvar al hombre caído de la ruina eterna, debiera pulverizar todo nuestro orgullo, avergonzar nuestra vanidad y debiera revelarnos el pecado de la suficiencia propia. Contempladlo haciendo suyas las necesidades, las pruebas, los dolores y los sufrimientos de los hombres pecaminosos. ¿No podemos asimilar la enseñanza de que Dios soportó esos sufrimientos y heridas del alma corno consecuencia del pecado? 1MS 296.3

Cristo vino a la tierra tomando la humanidad y presentándose como representante del hombre para mostrar que, en el conflicto con Satanás, el hombre tal como Dios lo creó, unido con el Padre y el Hijo, podía obedecer todos los requerimientos divinos. Hablando por medio de su siervo, declara: “Sus mandamientos no son gravosos”. 1 Juan 5:3. Fue el pecado el que separó al hombre de su Dios, y es el pecado el que mantiene esa separación. 1MS 297.1