Mensajes Selectos Tomo 1

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Capítulo 19—Qué predicar y qué no predicar*

Aparezca Cristo

El objeto de todo ministerio es mantener oculto el yo y hacer que aparezca Cristo. La exaltación de Cristo es la gran verdad que han de revelar todos los que trabajan en palabra y doctrina.—Manuscrito 109, 1897. 1MS 182.1

Los que trabajan en la causa de la verdad debieran presentar la justicia de Cristo, no como una luz nueva, sino como una luz preciosa que por un tiempo ha sido perdida de vista por la gente. Hemos de aceptar a Cristo como a nuestro Salvador personal, y él nos imputa la justicia de Dios en Cristo. Repitamos y destaquemos la verdad que ha descrito Juan: “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados”. 1 Juan 4:10. 1MS 182.2

En el amor de Dios se ha manifestado la más maravillosa veta de verdad preciosa, y se exponen delante de la iglesia y del mundo los tesoros de la gracia de Cristo... Qué amor es éste, qué maravilloso, insondable amor que indujo a Cristo a morir por nosotros cuando todavía éramos pecadores. Cuánto pierde el alma que entiende las vigorosas demandas de la ley y que, sin embargo, no llega a comprender la sobreabundante gracia de Cristo. 1MS 182.3

Es cierto que la ley de Dios revela el amor de Dios cuando es predicado como la verdad en Jesús, pues el don de Cristo para este mundo culpable debe tratarse extensamente en cada discurso. No es de admirar que los corazones no hayan sido conmovidos por la verdad, cuando ésta se ha presentado de una manera fría y sin vida. No es de admirar que haya vacilado la fe en las promesas de Dios cuando los ministros y obreros han dejado de presentar a Jesús en relación con la ley de Dios. Con cuánta frecuencia debieran haber asegurado a los presentes que “el que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?” Romanos 8:32. 1MS 183.1

Satanás está determinado a que los hombres no vean el amor de Dios que lo indujo a dar a su Unigénito para salvar a la raza perdida, pues es la bondad de Dios la que guía a los hombres al arrepentimiento. ¿Cómo tendremos éxito en presentar delante del mundo el profundo y precioso amor de Dios? En ninguna otra forma podremos abarcarlo, a menos que exclamemos: “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, que seamos llamados hijos de Dios”. 1 Juan 3:1. Digamos a los pecadores: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”. Juan 1:29. Presentando a Jesús como el representante del Padre, podremos despejar la sombra que Satanás ha proyectado sobre nuestro sendero a fin de que no veamos la misericordia y el inexpresable amor de Dios como se manifiestan en Jesucristo. Mirad a la luz del Calvario. Es una promesa permanente del ilimitado amor, de la infinita misericordia del Padre celestial.—Manuscrito 154, 1897. 1MS 183.2