Capítulo 41—La seriedad y la seguridad
Seguridad en la presentación de la preciosa verdad—La Palabra de Dios debe ser administrada con espíritu y con vida. Significa vida eterna, para todos los que la reciban. Una presentación insubstancial y dudosa no hará bien. Mejore sus maneras, su voz, su formalidad y seguridad, como si usted supiera lo que está haciendo. Debemos asirnos más de la fe, mucho más de lo que hacemos ahora. Podemos tener las verdades más preciosas, pero presentarlas de una manera tan insubstancial y dudosa, con una interpretación tan apagada, que se pierda todo el significado de la preciosa verdad que tenemos, y el poder de impresionar los corazones y despertar las conciencias, porque nuestros propios corazones no asimilan las advertencias solemnes. ¿Creemos en la Biblia? Si lo hacemos, lo revelaremos.—Carta 1a, 1896.
VEUC 247.1
El ánimo en la predicación y la oración—Tenga en mente que ser un ministro, no quiere decir que debe sermonear mucho. Hermanos, les suplico que mantengan sus propias almas en el amor de Dios, y nunca permitan que se seque el manantial. Los discursos fríos y tristes matarán a la iglesia. Lleve ánimo a sus palabras y oraciones. No se deben presentar sermones de pacotilla, y faltos de fe. La verdad que mora en el corazón, santificando el alma, le dará ansias de alimentarse de Cristo, el Pan de Vida, y a medida que comparte el maná celestial, podrá decir: “Oídme atentamente, y comed del bien, y se deleitará vuestra alma con grosura”. Que todas sus energías se conviertan en habilidades consagradas. El Señor quiere que usted represente la verdad como es en Jesús. Que no exista una batalla por la supremacía.—Carta 1a, 1896.
VEUC 248.1
La certidumbre nace de la convicción—No presenten la verdad de una manera formal, sino dejen que el corazón sea vitalizado por el Espíritu de Dios, y que sus palabras sean habladas con tal certidumbre, que los que escuchen, puedan saber que la verdad es una realidad para usted. Sus modales pueden ser educados, y sus palabras pueden ser de tal naturaleza que expresen las palabras de Pedro: “Porque no os hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo, siguiendo fábulas artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad”. También puede declarar el mensaje de la verdad divina, con toda certidumbre. Los que creen en la verdad sagrada y eterna, deben poner toda su alma en sus esfuerzos. Mientras contemplamos el cumplimiento de la profecía en las escenas finales de la historia terrenal, nos conmoveremos hasta lo profundo del corazón. Al profundizarse nuestra visión más allá de las glorias de la eternidad—la venida de Cristo con poder y grande gloria, y las escenas del gran día del juicio—no debemos permanecer indiferentes e inconmovibles. “Y vi los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras”.—Carta 8, 1895.
VEUC 248.2
El entusiasmo en lo real y en lo imaginario—En cierta ocasión, cuando Betterton, célebre actor, estaba cenando con el Dr. Sheldon, arzobispo de Canterbury, éste le dijo: “Le ruego, Sr. Betterton, que me diga por qué vosotros los actores dejáis a vuestros auditorios tan poderosamente impresionados hablándoles de cosas imaginarias”. “Su señoría—contestó el Sr. Betterton—, con el debido respeto a su gracia, permítame decirle que la razón es sencilla: reside en el poder del entusiasmo. Nosotros, en el escenario, hablamos de cosas imaginarias, como si fuesen reales; y vosotros, en el púlpito, habláis de cosas reales, como si fuesen imaginarias”.—Consejos para los Maestros Padres y Alumnos acerca de la Educación Cristiana, 241, 242.
VEUC 249.1
El ministro, un mensajero de Dios—El predicador que haya aprendido de Cristo, estará siempre consciente de que es mensajero de Dios, comisionado por él para hacer una obra, cuya influencia ha de perdurar durante toda la eternidad. No debe de ningún modo formar parte de su objeto, el llamar la atención a sí mismo, su saber o capacidad. Todo su propósito debe reducirse a traer a los pecadores al arrepentimiento, señalándoles, por precepto y ejemplo, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Debe hablar con plena conciencia de que posee poder y autoridad de Dios. “Sus discursos deben tener una seriedad, un fervor, una fuerza de persuasión, que induzcan a los pecadores a buscar refugio en Cristo”.—Obreros Evangélicos, 181, 182.
VEUC 250.1
Un poder irresistible para conmover los corazones—El mismo tono de voz, la mirada, las palabras, debieran tener un poder irresistible para conmover el corazón y controlar la mente. Jesús debiera encontrarse en el corazón del ministro. Si Jesús está en sus palabras y en el tono de su voz, si se dulcifican con tierno amor, probará ser una bendición de más valor que todas las riquezas, placeres y glorias de la tierra; pero dichas bendiciones no irán ni vendrán sin realizar una obra.—Testimonies for the Church 3:32.
VEUC 250.2
Un fervor vivaz—Dios requiere un fervor vivaz. Puede ser que los ministros no sean muy versados en los libros; pero si hacen lo mejor que pueden con los talentos que poseen, si trabajan a medida que tienen la oportunidad de hacerlo, si presentan sus declaraciones con lenguaje sencillo, si son humildes y andan con cuidado y mansedumbre, buscando la sabiduría celestial, trabajando para Dios de todo corazón, y actúan impulsados por un motivo predominante, el amor a Cristo y a las almas por las que él murió, entonces serán escuchados por los hombres, y aun por los que tienen capacidades y talentos superiores. Habrá un encanto en la sencillez de las verdades que presentan. Cristo es el mayor maestro que el mundo ha conocido.—Mensajes Selectos 2:172.
VEUC 250.3
La energía en la presentación de la Biblia—Debemos comprender definitivamente que somos ineficaces e impotentes, y luego confiar plenamente en Jesús. Esto debería mantenernos serenos y resueltos en nuestras palabras, y en nuestro comportamiento. La agitación manifestada por un orador no es señal de poder, sino de debilidad. El fervor y la energía son cualidades esenciales en la presentación bíblica del Evangelio.—Mensajes Selectos 2:67, 68.
VEUC 251.1
El tamaño del auditorio no es lo más importante—Recordad que estáis cooperando con agentes divinos—agentes que nunca fracasan. Hablad con tanto fervor, fe e interés como si hubiese millares para oír vuestra voz.—Obreros Evangélicos, 176.
VEUC 251.2
Tonos decididos y conmovedores—A toda nación, tribu, lengua y pueblo se han de proclamar las nuevas del perdón de Cristo. El mensaje ha de ser dado, no con expresiones atenuadas y sin vida, sino en términos claros, decididos y conmovedores. Centenares están aguardando la amonestación para poder escapar a la condenación.—Obreros Evangélicos, 29.
VEUC 251.3
Presentaciones positivas—Sed fervorosos y positivos al dirigiros a la gente. Vuestro tema puede ser excelente, y el mismo que la gente necesita, pero haríais bien en mezclar declaraciones positivas, con ruegos persuasivos...
VEUC 252.1
Presentad el claro “así dice el Señor” con autoridad, y exaltad la sabiduría de Dios en la Palabra escrita. Inducid a la gente a decidirse; mantened la voz de la Biblia siempre ante ellos. Decidles que habláis lo que sabéis, y que testificáis de aquello que es verdad, porque Dios lo ha dicho. Sean vuestras predicaciones cortas y al punto, y al mismo tiempo exigid una decisión. No presentéis la verdad de una manera formal, mas permitid que el corazón sea vitalizado por el Espíritu de Dios, y que vuestras palabras sean habladas con tal certidumbre, que los que oyen, sepan que la verdad es una realidad para vosotros.—El Evangelismo, 218.
VEUC 252.2
El daño de la predicación tediosa—El ministro falto de consagración, que presenta la verdad de una manera desapasionada, sin tener su propia alma conmovida por las verdades que predica a otros, hará solamente daño. Cada esfuerzo que haga, sólo bajará las normas.—Testimonies for the Church 2:344.
VEUC 252.3
Maneras indiferentes—Algunos predican estas verdades tan sumamente importantes, de una manera tan indiferente, que no pueden conmover a la gente. “Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas”.—Testimonies for the Church 2:504.
VEUC 253.1
Desestimando el mensaje de Dios—Se necesita más habilidad, tacto y sabiduría, para presentar la Palabra y alimentar el rebaño de Dios, de lo que muchos suponen. Una presentación seca y sin vida de la verdad, empequeñece el más sagrado mensaje que Dios ha dado al hombre.—Testimonies for the Church 6:47, 48.
VEUC 253.2
Consumidores, no productores—Los que predican el evangelio sin poner en la obra todo su ser, su corazón, su mente, su alma y fuerzas, son consumidores, y no productores. Dios llama a hombres que comprendan que deben hacer fervientes esfuerzos, que antepongan celo, prudencia, capacidad y los atributos del carácter de Cristo en su labor. La salvación de las almas es una vasta obra que exige el empleo de cada talento, cada don de la gracia. Los que participan en esta obra, debieran aumentar constantemente en eficiencia. Debieran estar llenos de un deseo ferviente de fortalecer su poder para el servicio, comprendiendo que serán débiles, sin un constante aumento de una provisión de gracia. Debieran procurar obtener resultados cada vez mayores. Cuando ésta sea la experiencia de nuestros obreros, se verán los frutos. Muchas almas serán llevadas a la verdad.—Manuscrito 90, 1904.
VEUC 253.3
Nuestro mensaje para este tiempo no debe ser adormecedor—Cuando Cristo vino la primera vez, los ángeles rompieron el silencio de la noche con aclamaciones de alabanza y proclamaron: “¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” El vendrá pronto otra vez con grande poder y gloria. Los que no están unidos al mundo entenderán que el tiempo demanda algo más que discursos débiles, tímidos y metódicos. Procurarán que el fervor y el poder acompañen la Palabra, lo cual despertará los poderes del infierno para oponerse a las advertencias. Dios quiere acercarse a la gente, y despertar a los hombres de su seguridad carnal, para que se puedan preparar para el gran evento que está ante nosotros. La promesa es: “Recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”. En este tiempo, Dios no aceptará mensajes adormecedores ni apagados.—Carta 27, 1894.
VEUC 254.1
1775
VEUC
La Voz: Su Educación y Uso Correcto
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