La Voz: Su Educación y Uso Correcto

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Capítulo 28—El discernimiento en el reproche

Un mensaje de verdad—Si alguna vez, un pueblo necesitó caminar con Dios como lo hizo Enoc, los adventistas del séptimo día necesitan hacerlo ahora, mostrando su sinceridad mediante palabras puras, limpias, llenas de simpatía, ternura y amor. VEUC 154.1

Hay ocasiones en que se necesitan palabras de reproche y censura. Los que están fuera del camino correcto, deben ser despertados para que vean el peligro. Necesitan un mensaje que los saque del letargo que encadena sus sentidos. Debe efectuarse una renovación moral, o las almas perecerán en sus pecados. Que el mensaje de verdad, como espada aguda de dos filos, atraviese el corazón. Hagamos apelaciones que despierten a los descuidados, y lleven a las mentes necias y extraviadas, de regreso a Dios.—Testimonies for the Church 7:155. VEUC 154.2

Reprendamos con amor—Al tratar de corregir o reformar a otros, debiéramos cuidar nuestras palabras. Ellas serán un sabor de vida para vida, o de muerte para muerte. Al dar reprensiones o consejos, muchos se permiten un lenguaje mordaz y severo, palabras no apropiadas para sanar el alma herida. Por estas expresiones imprudentes, se crea un espíritu receloso, y a menudo los que yerran, son incitados a la rebelión. Todos los que defienden los principios de verdad, necesitan recibir el celestial aceite del amor. En toda circunstancia, la reprensión debe ser hecha con amor. Entonces, nuestras palabras reafirmarán sin exasperar. Cristo proporcionará por medio de su Espíritu Santo la fuerza y el poder. Esta es su obra.—Palabras de Vida del Gran Maestro, 271, 272 (PP), 236 (ACES). VEUC 155.1

La así llamada franqueza, una forma de egoísmo—Hay personas que se enorgullecen de ser abiertas, rudas, descorteses y a eso le llaman franqueza; pero ese nombre no es correcto, es egoísmo de la peor clase. Estas personas pueden tener virtudes; pueden ser liberales y tener impulsos generosos; pero sus modales descorteses, los hacen casi insoportables. Ellos critican, hieren, dicen cosas desagradables. ¿Aprobará Jesús los caracteres que están cultivando? ¿Los hará idóneos para la sociedad del cielo? Sería bueno que nos examináramos, para ver qué clase de espíritu estamos acariciando. Aprendamos a hablar suavemente, tranquilamente, aun bajo las peores circunstancias. Controlemos, no sólo nuestras palabras, sino también nuestros pensamientos e imaginaciones. Seamos bondadosos, corteses con nuestras palabras y nuestra conducta. Hay mucho descuido en este aspecto.—The Review and Herald, 29 de abril de 1884. VEUC 155.2

Cristianos amargados—Las buenas cualidades que muchos poseen están ocultas, y en lugar de atraer las almas a Cristo, las repelen. Si estas personas pudieran ver la influencia de sus modales descorteses y expresiones descomedidas manifestadas ante los incrédulos, y pudieran comprender cuán ofensiva es esta conducta ante la vista de Dios, reformarían sus hábitos, porque la falta de cortesía, es una de las piedras de tropiezo más grandes para los pecadores. Los cristianos egoístas, quejosos y amargados entorpecen el camino para que los pecadores no se interesen en acercarse a Cristo.—Nuestra Elavada Vocacion, 231. VEUC 156.1

Efecto de las palabras fuertes—Las palabras duras hieren al corazón mediante el oído, despiertan las peores pasiones del alma, y tientan a hombres y mujeres a violar los mandamientos de Dios.—El hogar adventista, 399 (1894). VEUC 156.2

Cómo corregir a los hijos—Las palabras ásperas y enojadas, no son de origen celestial. Renegar y regañar nunca ayudan. Por el contrario, despiertan los peores sentimientos en el corazón humano. Cuando vuestros niños proceden mal y están llenos de rebeldía, y os sentís tentados a hablar y actuar ásperamente, esperad antes de corregirlos. Dadles una oportunidad de pensar y serenad vuestro ánimo.—Conducción del Niño, 230. VEUC 156.3

Angulos agudos y puntos ásperos—Los ángulos agudos, y rudos y los rasgos ásperos de nuestro carácter, las manifestaciones de egoísmo por medio de palabras y actos no amables, desgarran el delicado tejido del amor y la felicidad humanos.—The Review and Herald, 18 de julio de 1893. VEUC 157.1

Siervos del maligno—El que bebe en el espíritu de Cristo, lo manifestará en sus palabras bondadosas, y lo expresará con su conducta cortés... Pero aquellos que profesan la verdad, y que al mismo tiempo son ásperos, huraños y faltos de bondad en sus palabras y comportamiento, no han aprendido de Jesús; todas estas manifestaciones demuestran que todavía son siervos del maligno.—Nuestra Elavada Vocacion, 240. VEUC 157.2

Educando nuestros labios—Hagamos un pacto con Dios, de no hablar una palabra de envidia o falta de bondad. Que sus labios no deshonren a Dios usando palabras irritantes de queja e insatisfacción. Eduque sus labios para alabar a Aquel de quien fluyen todas las bendiciones.—The Review and Herald, 1 de mayo de 1888. VEUC 157.3

Disputas innecesarias—A menos que estén implicados asuntos de mucha importancia, esté listo a ceder en su propia opinión, en lugar de crear una disputa. Aunque es posible que por su argumento usted gane la discusión, podría poner una carga sobre otra persona, sobrepasando la ventaja que usted piensa que obtendría. Es muy difícil sanar las heridas causadas por las palabras duras. VEUC 157.4

Muchas veces se preserva la paz, si se guarda la lengua. Nunca introduzca en su conversación asuntos que produzcan conflictos, hiriendo su propia alma y las almas de otros.—Manuscrito 60, 1903. VEUC 158.1

Palabras apresuradas e impacientes—Tal vez no haya en el uso del lenguaje error, en el cual sean tan propensos a incurrir los jóvenes y ancianos, como el de la expresión precipitada e impaciente. Creen que es suficiente excusa decir: “No estaba en guardia, y no sabía en realidad lo que decía”. Pero la Palabra de Dios no trata eso con ligereza. La Escritura dice: “¿Ves a un hombre que es precipitado en sus palabras? Más esperanza hay de un insensato, que de él”. “Como ciudad derribada y sin muro, es aquel que no sabe refrenar su propio espíritu”. VEUC 158.2

En un momento, una lengua precipitada, apasionada y descuidada, puede hacer un daño que el arrepentimiento de toda una vida, no podría deshacer. ¡Cuántos corazones quebrantados, amigos apartados, vidas arruinadas, por las palabras ásperas y precipitadas, de los que debieran haber prestado ayuda y consuelo!—La Educación, 236, 237. VEUC 158.3

Un temperamento bien regulado—Es la “blanda respuesta” la que “quita la ira”. La venganza nunca ha conquistado a un enemigo. Un temperamento bien regulado, ejerce una buena influencia a su alrededor; pero “como ciudad derribada y sin muralla, es el hombre sin dominio propio”.—Testimonies for the Church 4:367, 368. VEUC 158.4

Diatribas y juramentos—Gran parte de la felicidad de la vida, depende de nuestra conducta y acciones hacia otros. No se deben pronunciar palabras hirientes. Las palabras apasionadas deben ser suprimidas en el amor de Jesucristo; si el alma no se limpia de estas impurezas, no hay esperanza de vida eterna. El temperamento egoísta y la diatriba de palabras apasionadas, están en la misma lista negra de los juramentos.—Carta 6a, 1893. VEUC 159.1

Pensar y hablar mal—No hay nada que Cristo necesite tanto, como agentes que sientan la necesidad de representarlo. Pensar y hablar mal son ruinosos para el alma.—Manuscrito 8a, 1888. VEUC 159.2

Las palabras irritantes—Dios desea que sus palabras sean para dar vida. No deben hablarse palabras que produzcan irritación. Por más provocado que se sienta, contenga las palabras que fomenten el mal en otro corazón. El habla es un gran talento; y Dios desea que cada uno de ustedes alcance la norma de la semejanza a Cristo. Que cada palabra que pronuncie, sea para bendecir y elevar.—Manuscrito 65, 1901. VEUC 159.3

La crítica a los demás—Muchas veces, tenemos la gran tentación de hablar de cosas que no beneficiarían, ni al que habla ni al que escucha, pero que traerían mal e insensibilidad a ambos. Nuestro tiempo de prueba es demasiado breve para gastarlo en recrearnos, en las faltas de los demás.—Testimonies for the Church 4:135. VEUC 159.4

Labios santificados—El hombre verdaderamente convertido, no siente inclinación a pensar o hablar de las faltas de los demás. Sus labios están santificados, y como testigo de Dios, testificará de la gracia de Cristo que ha transformado su corazón... Solamente entrarán en el cielo, aquellos que hayan vencido la tentación de pensar o hablar mal.—Hijos e Hijas de Dios, 350. VEUC 160.1

Caníbales modernos—Los que se alimentan con lo que es el Pan de Vida, la Palabra del Dios viviente, y se deleitan ellos mismos con la médula y la grosura de las extraordinarias promesas de Dios, no pronunciarán discursos difamatorios, que son verdadero canibalismo. Mediante Jesucristo, el alma está en comunión con los ángeles del cielo, y no puede tener deseos de gozarse en la charla tonta, sentarse a la mesa con los difamadores (caníbales). Jesucristo hará que sus hijos, “obreros juntamente con él”, sean piadosos, bondadosos, benevolentes, y llenos de actividad.—Carta 14a, 1893. VEUC 160.2

Semillas de sospecha y desconfianza—Los que temen a Dios y creen la verdad, guardan sus labios. Determinen no hablar palabras que perjudiquen la causa de Dios, o den una mala representación de la obra que se está haciendo, en cualquiera de sus instituciones. Sean cuidadosos, de no hablar palabras que tienten a alguien a retirar la confianza y las palabras de ánimo que debieran expresar, a los que están siendo severamente probados, y quienes, quizás, han estado trabajando desde el amanecer hasta el anochecer para cumplir con sus muchos deberes, hasta que les parece que, debido a la tensión, la mente les va a explotar. Muchas veces, en ocasiones tales, hacen falsas impresiones en la mente acerca de dichos obreros, por medio de palabras crueles, llenas de conjeturas o suposiciones. Las semillas de la sospecha y la desconfianza, como las del cardo, se esparcen al viento, y nunca se pueden reunir de nuevo.—Manuscrito 94, 1904. VEUC 160.3

Palabras que el Espíritu Santo puede aprobar—El amor de Dios en el corazón, siempre nos guiará a hablar palabras bondadosas. “El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser”. VEUC 161.1

Debiéramos recordar esto. Si el amor de Dios está en nuestro corazón, no pensaremos el mal, no seremos fácilmente molestados, no daremos rienda suelta a la pasión, sino demostraremos que estamos uncidos con Cristo, y que el poder refrenador de su Espíritu nos induce a hablar palabras, que él puede aprobar. El yugo de Cristo es el freno del Espíritu Santo, y cuando nos sintamos acalorados por la pasión, digamos ‘NO; yo tengo a Cristo a mi lado, y no lo voy a avergonzar con mis palabras violentas y apasionadas’.—Manuscrito 73, 1897. VEUC 161.2