La Voz: Su Educación y Uso Correcto

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Capítulo 19—Cristo estudiaba los semblantes

Observaba la expresión del rostro—El Redentor del mundo anduvo haciendo bienes. Cuando estaba delante de la gente, diciéndoles las palabras de verdad eterna, ¡con qué fervor observaba los cambiantes rostros de sus oyentes! Las caras que expresaban profundo interés, y placer al escuchar sus palabras, le proporcionaban gran satisfacción. Y cuando la verdad, claramente expresada, hacía alusión a algún pecado, o ídolo acariciado, él notaba el cambio en el rostro, la expresión fría, severa y resentida, que indicaban que la verdad no era bienvenida.—Obreros Evangélicos, 49. VEUC 110.1

Es un ejemplo para los maestros—Cuando Cristo estaba enseñando en la tierra, vigilaba el rostro de sus oyentes, y el brillo de los ojos, la expresión animada, le decían en un momento, cuándo alguien asentía a la verdad. De la misma forma, los maestros de la gente en nuestros días, deben estudiar el rostro de sus oyentes.—El Evangelismo, 119. VEUC 110.2

Buscaba súbditos promisorios para su reino—Jesús vigilaba con profundo fervor, los cambios que se veían en los rostros de sus oyentes. Los que expresaban interés y placer, le causaban gran satisfacción. A medida que las saetas de la verdad penetraban hasta el alma, a través de las barreras del egoísmo, y obraban contrición y finalmente gratitud, el Salvador se alegraba. Cuando su ojo recorría la muchedumbre de oyentes, y reconocía entre ellos rostros que había visto antes, su semblante se iluminaba de gozo. VEUC 111.1

Veía en ellos promisorios súbditos para su reino. Cuando la verdad claramente pronunciada, tocaba algún ídolo acariciado, notaba el cambio en el semblante, la mirada fría y el ceño que le decían que la luz no era bienvenida. Cuando veía a los hombres rechazar el mensaje de paz, su corazón se transía de dolor.—El Deseado de Todas las Gentes, 220. VEUC 111.2

Vigilaba las reacciones individuales—Ni siquiera la muchedumbre, que con tanta frecuencia seguía sus pasos, era para Cristo una masa confusa de seres humanos. Hablaba y exhortaba directamente a cada mente y se dirigía a cada corazón. Observaba los rostros de sus oyentes, notaba cuando se iluminaban, notaba la mirada rápida y de comprensión, que revelaba el hecho de que la verdad había llegado al alma, y su corazón vibraba en respuesta, con gozosa simpatía.—La Educación, 227. VEUC 111.3