La Educación
Capítulo 29—El sábado
“Será una señal entre mí y vosotros para que sepáis que yo soy Jehová”. Ezequiel 20:20.
El valor del sábado como medio de educación es inestimable. Cualquier cosa que Dios nos pida, nos la devuelve enriquecida y transfigurada con su propia gloria. El diezmo que pedía a Israel era dedicado a conservar entre los seres humanos, en su gloriosa belleza, el modelo de su templo en el cielo, la señal de su presencia en la tierra. Del mismo modo, la porción de tiempo que pide nos es devuelta con su nombre y su sello. Es “una señal—dice—, entre mí y vosotros [...] para que sepáis que yo soy Jehová”; porque “en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el día de reposo y lo santificó”1. ED 225.1
El sábado es una señal del poder creador y redentor; señala a Dios como fuente de vida y conocimiento; recuerda al hombre la gloria primitiva y así da testimonio del propósito de Dios de volvernos a crear a su imagen. ED 225.2
El sábado y la familia fueron instituidos en el Edén, y en el propósito de Dios están indisolublemente unidos. En ese día, más que en cualquier otro, podemos vivir la vida del Edén. Era el plan de Dios que los miembros de la familia se asociaran en el trabajo y el estudio, en el culto y la recreación, el padre como sacerdote de su casa, y él y la madre, como maestros y compañeros de sus hijos. Pero los resultados del pecado, al modificar las condiciones de la vida, han impedido, en extenso grado, esta asociación. Con frecuencia ocurre que el padre apenas ve los rostros de sus hijos durante la semana. Se encuentra casi totalmente privado de la oportunidad de ser compañero de ellos e instruirlos. Pero el amor de Dios ha puesto un límite a las exigencias del trabajo. En su día reserva a la familia la oportunidad de tener comunión con él, con la naturaleza y con su prójimo. ED 226.1
Puesto que el sábado es una institución recordativa del poder creador es, entre todos los días, aquel en que debemos familiarizarnos especialmente con Dios por medio de sus obras. En la mente de los niños, el solo pensamiento del sábado debe estar ligado al de la belleza de las cosas naturales. Feliz la familia que puede ir al lugar de culto el sábado, como Jesús y sus discípulos iban a la sinagoga, a través de campos y bosques, o a lo largo de la costa del lago. Felices los padres que pueden enseñar a sus hijos la Palabra escrita de Dios con ilustraciones obtenidas de las páginas abiertas del libro de la naturaleza; que pueden reunirse bajo los árboles verdes, al aire fresco y puro, para estudiar la Palabra y cantar alabanzas al Padre celestial. ED 226.2
Por medio de esta relación, los padres pueden ligar sus hijos a sus corazones, y de este modo a Dios, con lazos que nunca podrán se quebrantados. ED 226.3
Como medios de educación intelectual, las oportunidades que ofrece el sábado son inapreciables. Estúdiese la lección de la escuela sabática, no por medio de una rápida ojeada dada al texto de la lección el sábado de mañana, sino mediante el estudio cuidadoso de la lección para la semana siguiente, el sábado de tarde, y el repaso y la ejemplificación diarios durante la semana. Así la lección se grabará en la memoria y será un tesoro que jamás se perderá totalmente. ED 226.4
Al escuchar un sermón, los padres y los niños deberían anotar el texto y los versículos citados y, tanto como sea posible, la ilación del pensamiento, para repetírselos unos a otros en la casa. Esto contribuirá a aliviar el cansancio con que los niños a menudo escuchan un sermón, y cultivará en todos el hábito de prestar atención y seguir los pensamientos que se presentan. ED 226.5
La meditación en los temas sugeridos abrirá al estudiante tesoros en los que jamás soñó, y experimentará en su vida la realidad de esta declaración bíblica: ED 227.1
“Fueron halladas tus palabras, y yo las comí; y tu palabra me fue por gozo y por alegría de mi corazón”2. ED 227.2
“Y meditaré en tus estatutos”. “Deseables son más que el oro, y más que mucho oro afinado. [...] Tu siervo es además amonestado con ellos; en guardarlos hay grande galardón”3. ED 227.3