La Voz: Su Educación y Uso Correcto

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Capítulo 68—El canto que se eleva para la gloria de Dios

La música en el cielo—Vi la belleza del cielo. Oí a los ángeles cantar sus himnos arrobadores, tributando alabanza, honra y gloria a Jesús. Pude entonces tener una vaga percepción del prodigioso amor del Hijo de Dios.—Testimonios Selectos 3:18. VEUC 475.1

Los ángeles como instrumentistas—Se me ha mostrado el orden, el orden perfecto del cielo, y me he sentido arrobada mientras escuchaba la música perfecta que hay allí. Después de salir de la visión, el canto aquí me ha sonado muy duro y discordante. He visto compañías de ángeles, de pie bajo una concavidad acústica, teniendo cada uno un arpa de oro. Cada arpa tenía en uno de sus extremos un instrumento para ajustarla o cambiarle el tono. Los dedos de los ángeles no se deslizaban descuidadamente sobre las cuerdas, sino que tocaban diferentes cuerdas para producir los diferentes sonidos. Siempre hay un ángel que dirige, el que primero toca el arpa y da el tono; entonces, todos se unen en la rica y perfecta música del cielo. Es algo que no puedo describir. Es una melodía celestial divina, mientras de cada rostro se proyecta la imagen de Jesús, brillando con una gloria inexpresable.—Testimonies for the Church 1:146. VEUC 475.2

Música arrobadora y tonos melodiosos—Transpórtese repentinamente al cielo a estos hombres y mujeres que están satisfechos con su condición de enanos e inválidos en las cosas divinas, y hágaseles considerar por un instante el alto y santo estado de perfección que reina siempre allí, donde toda alma está llena de amor, donde todo rostro resplandece de gozo, y se elevan melodiosos acentos de música arrobadora en honor de Dios y del Cordero.—Testimonios Selectos 3:90. VEUC 476.1

La influencia de los cantos en Lucifer—Los ángeles reconocieron gozosamente la supremacía de Cristo, y postrándose ante él le rindieron su amor y adoración. Lucifer se postró con ellos, pero en su corazón se libraba un extraño y feroz conflicto. La verdad, la justicia y la lealtad luchaban, contra los celos y la envidia. La influencia de los santos ángeles pareció por algún tiempo, arrastrarlo con ellos. Mientras en melodiosos acentos se elevaban himnos de alabanza cantados por millares de alegres voces, el espíritu del mal parecía vencido; indecible amor conmovía su ser entero; al igual que los inmaculados adoradores, su alma se hinchió de amor hacia el Padre y el Hijo.—Historia de los Patriarcas y Profetas, 15. VEUC 476.2

El coro angélico cuando Jesús nació—Entonces los oídos mortales oyeron la melodía celestial, y el coro de ángeles fue arrebatado al cielo mientras terminaban su antífona siempre memorable. La luz se desvaneció... pero allí quedaba en los corazones de los pastores la representación más brillante que el hombre mortal ha visto, y la bendita promesa y seguridad del advenimiento a nuestro mundo, del Salvador de los hombres, que llenó sus corazones con gozo y alegría, mezclado con la fe y el maravilloso amor de Dios.—Meditaciones matinales, 374. VEUC 477.1

El canto en la resurrección de Cristo—Al surgir Jesús del sepulcro, aquellos resplandecientes ángeles se postraron en tierra para adorarle, y le saludaron con cánticos triunfales de victoria.—Primeros Escritos, 182. VEUC 477.2

Las almas redimidas son temas para cantos—El alma redimida y limpiada de pecado, con todas sus nobles facultades dedicadas al servicio de Dios, es de un valor incomparable; y hay gozo en el cielo delante de Dios y de los santos ángeles por cada alma redimida, gozo que se expresa con cánticos de santo triunfo.—El Camino a Cristo, 126. VEUC 477.3

Eco del canto de los ángeles en nuestros hogares—Al conducirnos nuestro Redentor al umbral de lo infinito, inundado con la gloria de Dios, podremos comprender los temas de alabanza y acción de gracias del coro celestial que rodea el trono, y al despertarse el eco del canto de los ángeles en nuestros hogares terrenales, los corazones serán acercados más a los cantores celestiales. La comunión con el cielo empieza en la tierra. Aquí aprendemos la clave de su alabanza.—La Educación, 168. VEUC 478.1

El agradecimiento es la clave del cielo—Surgirán dificultades que probarán su fe y su paciencia. Enfréntese a ellas con valor. Mire el lado brillante. Si la obra es estorbada, cerciórese de que no es su falta, y entonces siga adelante, regocijándose en el Señor. El cielo está lleno de gozo. Resuena con las alabanzas a Aquel que hizo un sacrificio tan maravilloso para la redención de la raza humana. ¿No debería la iglesia en la tierra estar también llena de alabanza? ¿No deberían los cristianos publicar por todo el mundo el gozo de servir a Cristo? Los que en el cielo se unan con el coro angélico en su cántico de alabanza, deben aprender en la tierra el canto del cielo, cuya clave es la acción de gracias.—Testimonies for the Church 7:244. VEUC 478.2

Los cantos del cielo—[Muchos profesos cristianos] no conocen el lenguaje del cielo, y no están educando sus mentes para estar preparados a fin de poder cantar los himnos del cielo, o deleitarse en los ejercicios espirituales que allí recibirán la atención de todos.—Testimonios Selectos 3:88. VEUC 478.3

Alabad a Dios—“El que sacrifica alabanza me honrará” (Salmos 50:23), dice el Señor. Todos los habitantes del cielo se unen para alabar a Dios. Aprendamos el canto de los ángeles ahora, para que podamos cantarlo cuando nos unamos a sus huestes resplandecientes. Digamos con el salmista: “Alabaré a Jehová en mi vida: cantaré salmos a mi Dios mientras viviere”. “Alábente los pueblos, oh, Dios: todos los pueblos te alaben”.—Historia de los Patriarcas y Profetas, 294. VEUC 479.1

La adoración en las cortes celestiales—La música forma parte de la adoración a Dios en las cortes celestiales, y debemos tratar de acercarnos lo más posible a la armonía de los coros celestiales en nuestros cantos de alabanza. El adecuado adiestramiento de la voz es una característica importante de la educación, y no debiera descuidarse.—The Signs of the Times, 14 de marzo de 1900. VEUC 479.2

Cantos de santos y ángeles—Pero si los santos fijaban los ojos en el premio que los aguardaba y glorificaban a Dios en alabanza, entonces los ángeles llevaban a la ciudad la grata nueva, y los ángeles de la ciudad tañían sus áreas arpas, y cantaban en alta voz: “¡Aleluya!” y por las bóvedas celestes repercutían sus hermosos cánticos.—Primeros Escritos, 39. VEUC 479.3

Misericordia en la tierra, música en el cielo—Al abrir vuestra puerta a los menesterosos y dolientes hijos de Cristo, estáis dando la bienvenida a ángeles invisibles. Invitáis la compañía de los seres celestiales. Ellos traen una sagrada atmósfera de gozo y paz. Vienen con alabanzas en los labios, y una nota de respuesta se oye en el cielo. Cada hecho de misericordia produce música allí. Desde su trono, el Padre cuenta entre sus más preciosos tesoros a los que trabajan abnegadamente.—El Deseado de Todas las Gentes, 594. VEUC 479.4

La preparación para el cielo—Para el alma humilde y creyente, la casa de Dios en la tierra es la puerta del cielo. El canto de alabanza, la adoración, las palabras pronunciadas por los representantes de Cristo, son los agentes designados por Dios, para preparar un pueblo para la iglesia celestial, para aquel culto más sublime en el que no podrá entrar nada que corrompa.—Testimonios Selectos 4:145. VEUC 480.1