La Voz: Su Educación y Uso Correcto

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Capítulo 66—El cultivo de la voz y el canto

Debe enseñarse música en las escuelas—Me alegra saber, que la escuela de Healdsburg ha introducido la música en su programa de enseñanza. Es necesario que las escuelas enseñen canto. Debería haber mucho más interés en el cultivo de la voz, de lo que por lo general se manifiesta. Los estudiantes que han aprendido a cantar cantos evangélicos dulces con melodía y nitidez, pueden hacer mucho bien como cantantes evangelistas. Ellos encontrarán muchas oportunidades para usar el talento que Dios les ha dado, para llevar melodía y alegría a muchos lugares solitarios y entenebrecidos por el pecado, la tristeza y la aflicción, cantando para aquellos que apenas tienen el privilegio de asistir a la iglesia.—The Review and Herald, 27 de agosto de 1903. VEUC 460.1

La pronunciación y la entonación correctas—No hay palabras que puedan expresar apropiadamente la profunda gloria del verdadero culto. Cuando los seres humanos cantan con el espíritu y la comprensión, los músicos celestiales toman los acordes y se unen en el canto de agradecimiento. El que nos ha otorgado todos los dones que nos capacitan para ser obreros junto con Dios, espera que sus siervos cultiven sus voces, para que puedan hablar y cantar, de tal manera, que todos puedan entender. No es necesario cantar en voz alta, sino entonar en forma clara, pronunciar correctamente y tener una expresión nítida. Todos deben dedicar tiempo al cultivo de la voz, para que la alabanza a Dios pueda ser cantada en tonos claros y suaves, no con tonos agudos y ásperos que ofenden el oído. La habilidad de cantar es un don de Dios; y debe usarse para su gloria.—Testimonies for the Church 9:143, 144. VEUC 461.1

Belleza, sentimiento y poder—La música podría ser un gran poder para el bien, pero no aprovechamos como debiéramos esta forma de rendir culto. El canto por lo general, se hace por impulso o para satisfacer casos especiales, y otras veces se deja que los que cantan lo hagan cometiendo errores; en esta forma la música pierde el efecto que podría ejercer sobre las mentes. La música debiera tener belleza, sentimiento y poder. Elévense las voces en cantos de alabanza y devoción. Llamad en vuestro auxilio instrumentos musicales, si eso es posible, y asciendan hacia Dios las gloriosas armonías como una ofrenda aceptable. VEUC 461.2

Pero en ciertas ocasiones es más difícil disciplinar a los que cantan, y conseguir que lo hagan en forma adecuada, que mejorar los hábitos de oración y exhortación. Muchos quieren hacer las cosas de acuerdo con su propio método; se oponen a las consultas y se impacientan cuando otro los dirige. Se requieren planes bien maduros en el servicio de Dios. El sentido común es algo excelente en el culto que se rinde al Señor.—El Evangelismo, 368. VEUC 462.1

Las cualidades del buen canto—Podemos introducir muchas mejoras en el canto. Algunos piensan que cuanto más alto canten, tanto más musicales son, pero el ruido no es música. El buen canto es como la música de los pájaros: suave y melodioso. VEUC 462.2

En algunas de nuestras iglesias, he escuchado solos que eran inapropiados para el servicio de culto en la casa de Dios. Las notas prolongadas y los sonidos peculiares tan comunes en el canto de ópera, no agradan a los ángeles. Estos se complacen en oír los sencillos cantos de alabanza expresados en un tono natural. Ellos se unen con nosotros en los cantos en los que cada palabra se pronuncia claramente, en un tono musical. Participan en las melodías cantadas con el corazón, el espíritu, y el entendimiento.—El Evangelismo, 372. VEUC 462.3

La solemnidad y la reverencia—La melodía del canto, exhalada de muchos corazones en forma clara y distinta, es uno de los instrumentos de Dios en la obra de salvar almas. Todo el servicio debe ser dirigido con solemnidad y reverencia, como si fuese en la visible presencia del Maestro de las asambleas.—Testimonios Selectos 4:147. VEUC 462.4

La música es parte del culto de adoración a Dios en el cielo—La música forma parte del culto de Dios en los atrios del cielo. En nuestros cantos de alabanza, debemos intentar acercarnos, tanto como sea posible, a la armonía de los coros celestiales. A menudo me he entristecido al oír voces incultas, elevadas hasta la más alta nota, chillando literalmente, al expresar las sagradas palabras de algún himno de alabanza. Cuán inapropiadas son esas voces agudas y estridentes en el culto sagrado y el gozoso servicio de Dios. Anhelo tapar mis oídos, o huir lejos del lugar, y me alegro cuando el penoso ejercicio ha terminado.—El Evangelismo, 370. VEUC 463.1