La Voz: Su Educación y Uso Correcto

55/101

Sección 6—El contenido de nuestros discursos

Capítulo 54—Cristo, la esencia y la substancia

El es la gloria del Dios encarnado—Si Jesús fuera la esencia y la substancia de toda predicación, los pecadores se darían cuenta de su culpabilidad. Por el mensaje que se les daría, sabrían lo que deben hacer para ser salvos. Exaltad a Cristo, el Hombre del Calvario, más y más alto, cada vez. ¿Quién puede declarar la gloria del Dios encarnado? ¿Qué lenguaje puede describirlo? No es el hombre educado en la sabiduría de este mundo, el que tiene la verdadera elocuencia.—Manuscrito 176, 1899. VEUC 343.1

Es el fundamento del evangelio—Los discursos teóricos son esenciales, a fin de que la gente pueda ver la cadena de verdad que, eslabón tras eslabón, se une para formar un todo perfecto; pero ningún discurso debe predicarse jamás, sin presentar a Cristo y a él crucificado, como fundamento del evangelio.—Obreros Evangélicos, 167. VEUC 343.2

Es el verdadero ejemplo para los ministros—¿Se esforzarán nuestros ministros, mediante la oración ferviente, en tener la santa unción, para no introducir en su labor cosas sin importancia, que no son esenciales en este tiempo tan solemne? No lleven a sus labores ministeriales, lo que se puede escuchar en cualquiera otra denominación religiosa. Mantengan siempre ante sus oyentes a un Salvador exaltado, con el fin de impedir que sus conversos se apeguen al hombre, y copien sus modales y sus métodos, en su conversación y conducta. El Señor tiene una variedad de obreros, que deben impresionar a la gente en diferentes aspectos. Ninguna congregación debe considerar perfectos los métodos de un hombre, para adoptarlos con exclusividad. Cristo es nuestro Ejemplo.—Manuscrito 21a, 1894. VEUC 344.1

Sus lecciones eran sencillas—Quisiera apelar en el nombre de Jesucristo a la iglesia, que ha sido hecha la depositaria de verdades profundas y preciosas. Dios ha dado a la iglesia tesoros, no para que sean acumulados, ni enterrados bajo tierra, sino para que sean impartidos a otros, para que otros puedan ser enriquecidos, así como nosotros. ¿Cómo trabajaremos? Sigan los laicos y los pastores el ejemplo de Cristo. Busquen a la gente donde está. Les ruego que trabajen con palabras y doctrina; no se pongan por encima de la sencillez de la obra. No se eleven por encima de la mente del común del pueblo, de manera que ellos no puedan seguirlos, y si los siguieran, no fueran beneficiados, ni bendecidos. Enseñad las sencillas lecciones de Cristo. Contad la conmovedora historia de su vida, y su abnegación y sacrificio. Decidles de su humillación y muerte. Contadles de su resurrección y ascensión, de su intercesión por ellos en las cortes de Dios. Contadles que “de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. Juan 3:16.—Manuscrito 38, 1894. VEUC 344.2

El es el alimento espiritual—De entre todos los profesos cristianos, los adventistas del séptimo día, deberían ser los primeros en elevar a Cristo ante el mundo. Nuestros pastores, debieran siempre poder conducir a hombres y mujeres a Cristo, a Aquel que declaró de sí mismo: “Yo soy el pan de vida”. Que los que ministran las necesidades espirituales del pueblo, lean para ellos las palabras de Cristo: “Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo”... VEUC 345.1

Muchas veces se predican sermones destituidos del Pan de vida, el alimento esencial para el crecimiento espiritual. Los que se han apropiado para ellos mismos del Pan de vida, podrán impartirlo a otros... VEUC 345.2

Me he sentido muy triste, al ver predicadores andando y trabajando a la luz de las chispas de su propia llama; ministros que no han estado recibiendo alimento espiritual de Cristo, el Pan de vida. Sus propias almas estaban tan destituidas del maná celestial, como las colinas de Gilboa lo estaban de la lluvia y el rocío. En sus corazones, Cristo no era una presencia constante. ¿Cómo podrían hablar inteligentemente de Aquel, a quien nunca han conocido por experiencia?—Manuscrito 21, 1891. VEUC 346.1

Debemos mezclar con las profecías, las lecciones prácticas de Cristo—Unas pocas observaciones convincentes sobre algunos puntos de doctrina, se fijarán en la mente con más firmeza, que un montón de asuntos donde nada se despliega claro y distinto en la mente de los que no conocen nuestra fe. Las profecías, deben mezclarse con lecciones prácticas de las enseñanzas de Cristo. Siempre debe estar presente la influencia suavizadora y subyugadora del Espíritu de Dios sobre nuestro propio corazón. La abnegación y los sufrimientos de Cristo, deben estar presentes también en nuestras labores, y el gran amor con el cual él nos ha amado, debe aparecer en todos nuestros esfuerzos.—Carta 48, 1886. VEUC 346.2

Cristo debe llevarse en el corazón—Los discursos que tienen poco de Cristo y su justicia, se predican a los bancos de la iglesia. Son sermones sin Cristo. Predicar con la demostración del Espíritu, está completamente fuera del alcance de los que están sin Cristo. Esos discursos son ineficaces, vacíos y sin alimento. En su vida privada no tienen a un Cristo que llevar. Están llenos de vanagloria, de orgullo, de estimación propia, hablando mal, de cosas de las cuales no tienen un verdadero conocimiento. Manifiestan impaciencia con todo lo que no sigue su línea de pensamiento. Hasta se burlan y se mofan de las cosas sagradas, porque no ven que las cosas espirituales se disciernen espiritualmente. Se degradan, pervirtiendo y falsificando la verdad.—Manuscrito 15, 1886. VEUC 346.3

El poder del Espíritu—Nuestro propósito no debiera ser hablar solamente las cosas hermosas que agradan el oído, y llaman la atención. Tenemos que presentar a Cristo, y a éste crucificado, de tal manera, que las almas que están muertas en pecados y transgresiones, sean alarmadas y estimuladas. Los que tratan de enseñar a otros, necesitan ser convertidos a Cristo; necesitan rogar a Dios para que los sature con el Espíritu Santo, antes que puedan alzar a Cristo como la única esperanza del pecador. Los discursos floridos, los cuentos agradables, las anécdotas y relatos, no hacen al pecador sentirse culpable. Los hombres escuchan esas palabras como si escucharan un canto agradable, y los obreros reúnen solo unas pocas gavillas en el granero. El mensaje que el pecador debiera escuchar es “de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito para que todo aquel que en él crea, no se pierda, más tenga vida eterna”. Juan 3:16. Y la verdad subyugará y enternecerá el alma del maestro, porque él siente su utilidad práctica.—Manuscrito 12, 1891. VEUC 347.1

El bálsamo sanador de vida que proviene de la cruz—La cruz, la cruz del Calvario presentada una y otra vez, desplegada en cada discurso, probará ser el bálsamo sanador de vida, revelará la belleza y excelencia de la virtud. Los que siembran duda acerca de la autenticidad de las Escrituras, y cuestionan la autoridad de la revelación, no serán influenciados.—Manuscrito 20, 1893. VEUC 348.1

Jesús en el discurso—“Y ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado. Juan 17:3. La Palabra eterna se convirtió en carne y habitó entre nosotros. Este tema apagará la sed de la duda; y no obstante, triste es decirlo, Jesús ha sido eliminado de muchos, muchos discursos predicados por ministros adventistas. ¿Por qué? Porque esos ministros no han tenido a Jesús morando en sus corazones por la fe; no han estado vestidos con la justicia de Cristo.—Manuscrito 16, 1890. VEUC 348.2