Testimonios para los Ministros
La observancia del sábado como señal de lealtad*
Pido a todos los que han seguido una conducta errónea en cuanto a los principios, que hagan una decidida reforma, y anden para siempre humildemente con Dios. El mundo pronto ha de ser juzgado. Un Dios justo debe vindicar la muerte de su Hijo. Hoy en día los hombres eligen a Barrabás y dicen: Crucifica a Cristo. Harán esto en la persona de sus santos. Recorrerán el mismo camino que los sacerdotes y gobernantes judíos en su trato con Cristo. El, el Hijo de Dios, siendo inocente, fue muerto porque dijo a los hombres verdades que no les agradaba oír. Sin embargo, era el Hijo del Dios infinito. TM 131.2
Los que hoy en día desprecian la ley de Jehová, no manifestando ningún respeto por sus mandamientos, están tomando partido con el gran apóstata. Proclaman a un mundo corrompido por el pecado que la ley de Dios es nula y sin valor. Los que declaran esto como verdad engañan a la gente, y virtualmente han clavado la ley de Jehová en la cruz entre los dos ladrones. ¡Qué idea! TM 132.1
Frente a los mundos no caídos y al universo celestial, el mundo ha de dar cuenta ante el Juez de toda la tierra, el mismo a quien han condenado y crucificado. ¡Qué día de ajuste será aquél! Es el gran día de la venganza de Dios. Cristo entonces no estará en el tribunal de Pilato. Pilato y Herodes, y todos los que se burlaron del Señor, lo azotaron, rechazaron y crucificaron, comprenderán entonces qué significa sentir la ira del Cordero. Sus hechos aparecerán ante ellos en su verdadero carácter. TM 132.2
Un engaño terrible
¡Cuán terriblemente engañados están los que piensan que el mundo está mejorando! Cristo declara: “Como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del Hombre”. “Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca, y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre”. A una situación semejante llegará el mundo al rechazar la ley de Dios. TM 132.3
“Y el tercer ángel los siguió, diciendo a gran voz: Si alguno adora a la bestia y a su imagen, y recibe la marca en su frente o en su mano, él también beberá del vino de la ira de Dios, que ha sido vaciado puro en el cáliz de su ira; y será atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles y del Cordero; y el humo de su tormento sube por los siglos de los siglos. Y no tienen reposo de día ni de noche los que adoran a la bestia y a su imagen, ni nadie que recibe la marca de su nombre”. TM 132.4
Juan fue llamado a contemplar a un pueblo distinto de los que adoran a la bestia o a su imagen al guardar el primer día de la semana. La observancia de este día es la marca de la bestia. Juan declara: “Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús”. TM 133.1
“Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo”. Se nos muestra claramente que existirán dos bandos en el momento en que aparezca nuestro Señor y Salvador Jesucristo. ¿En cuál bando deseamos ser hallados? “He aquí, yo vengo pronto—dice Cristo—, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el último. Bienaventurados los que lavan sus ropas [guardan sus mandamientos], para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar por las puertas en la ciudad”. Este es el destino de los que observan los mandamientos. ¿No debemos todos desear estar entre el número de personas que tendrán derecho al árbol de la vida, y que entrarán por las puertas en la ciudad? TM 133.2
Adán y Eva y su posteridad perdieron el derecho al árbol de la vida a causa de su desobediencia. “Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre. Y lo sacó Jehová del huerto del Edén, para que labrase la tierra de que fue tomado”. Adán y Eva transgredieron la ley de Dios. Esto hizo necesario que fueran alejados del Edén y separados del árbol de la vida, pues al comer de él después de su transgresión, hubieran perpetuado el pecado. “Echó, pues, fuera al hombre, y puso al oriente del huerto de Edén querubines, y una espada encendida que se revolvía por todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida”. El hombre dependía del árbol de la vida para la inmortalidad, y el Señor tomó estas precauciones para que los hombres no comieran de ese árbol y vivieran para siempre, llegando a ser pecadores inmortales. TM 133.3
La muerte entró en el mundo a causa de la transgresión. Pero Cristo dio su vida para que el hombre tuviera otra oportunidad. El no murió en la cruz para abolir la ley de Dios, sino para asegurarle al hombre un segundo tiempo de gracia. No murió para que el pecado llegara a ser un atributo inmortal; murió para asegurar el derecho a destruir a aquel que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo. Sufrió plenamente la sanción que merecía el quebrantamiento de la ley por parte del mundo entero. Esto lo hizo, no para que los hombres continuaran en la transgresión, sino para que reanudaran su lealtad y guardaran los mandamientos de Dios y su ley como la niña de su ojo. TM 134.1
Una señal de obediencia
La señal de la obediencia es la observancia del sábado del cuarto mandamiento. Si los hombres guardan el cuarto mandamiento, guardarán todo el resto. No fue una voz humana la que le habló a Moisés, dándole el sábado como una señal. “Habló además Jehová a Moisés, diciendo: Tú hablarás a los hijos de Israel, diciendo: En verdad vosotros guardaréis mis días de reposo; porque es señal entre mí y vosotros por vuestras generaciones, para que sepáis que yo soy Jehová que os santifico. Así que guardaréis el día de reposo, porque santo es a vosotros; el que lo profanare, de cierto morirá; porque cualquiera que hiciere obra alguna en él, aquella persona será cortada de en medio de su pueblo”. TM 134.2
El Señor no deja un precepto tan importante como éste sin especificación. “Seis días se trabajará, mas el día séptimo es día de reposo consagrado a Jehová; cualquiera que trabaje en el día de reposo, ciertamente morirá. Guardarán, pues, el día de reposo los hijos de Israel, celebrándolo por sus generaciones por pacto perpetuo”. TM 135.1
¿Filosofía humana o revelación divina?
La filosofía humana declara que para la creación del mundo se destinó un período indefinido de tiempo. ¿Presenta Dios el asunto en esta forma? No; él dice: “Señal es para siempre entre mí y los hijos de Israel; porque en seis días [no seis períodos indefinidos de tiempo; porque entonces no habría manera posible en que el hombre pudiera observar el día especificado en el cuarto mandamiento] hizo Jehová los cielos y la tierra, y en el séptimo día cesó y reposó”. Leed, os ruego, con cuidado el quinto capítulo de Deuteronomio. Dios dice de nuevo: “Acuérdate [no olvides] del día del reposo para santificarlo... Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el día de reposo y lo santificó”. TM 135.2
Sin embargo, teniendo ante sí los oráculos vivientes, los que pretenden predicar la Palabra presentan las suposiciones de mentes humanas, las máximas y los mandamientos de hombres. Anulan la ley de Dios por sus tradiciones. Los sofismas referentes a que el mundo ha sido creado en un período indefinido de tiempo son uno de los engaños satánicos. Dios habla a la familia humana en lenguaje que ésta puede comprender. El no deja el tema tan indefinido que los seres humanos puedan acomodarlo a sus teorías. Cuando el Señor declara que hizo el mundo en seis días y descansó en el día séptimo, se refiere a días de veinticuatro horas, que ha señalado con la salida y la puesta del sol. TM 135.3
Dios no pronunciaría sentencia de muerte por hacer caso omiso del día de reposo, a menos que hubiera presentado antes a los hombres una explicación clara acerca del sábado. Después de crear nuestro mundo y al hombre, miró la obra que había realizado, y declaró que era muy buena. Y cuando los fundamentos de la tierra fueron colocados, el fundamento del sábado también lo fue. “Cuando alababan las estrellas todas del alba, y se regocijaban todos los hijos de Dios”, Dios vio que el día de reposo era esencial para el hombre, aun en el Paraíso. Al darle el sábado al hombre, Dios consideró su salud espiritual y su salud física. TM 136.1
No cualquier día de los siete
Dios hizo al mundo en seis días literales, y en el séptimo día literal descansó de toda su obra que él había hecho, y reposó. Así ha dado al hombre seis días en los cuales trabajar. Pero santificó el día en que él descansó, y lo dio al hombre para ser observado, para que se lo conservara libre de todo trabajo secular. Al poner aparte así el sábado, Dios dio al mundo un monumento conmemorativo. No apartó un día cualquiera de los siete, sino un día específico, el séptimo día. Y al observar el sábado, manifestamos que lo reconocemos como el Dios viviente, el Creador de los cielos y la tierra. TM 136.2
No hay nada en el sábado que lo restrinja a una clase particular de personas. Ha sido dado para todo el género humano. Ha de ser empleado, no en la indolencia, sino en la contemplación de las obras de Dios. Esto habían de hacer los hombres para que “supiesen que yo soy Jehová que los santifico”. TM 136.3
El Señor se acerca mucho a su pueblo en el día que él ha bendecido y santificado. “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Un día emite palabra al otro día, y una noche a otra noche declara sabiduría”. El sábado es el monumento divino que señala a los hombres a su Creador que hizo el mundo y todas las cosas que hay en él. En las colinas eternas, en los árboles majestuosos, en todo capullo que se abre y en toda flor que florece, podemos contemplar la obra del gran Artífice Maestro. Todo nos habla de Dios y de su gloria. TM 137.1
Todo leal hijo de Dios tratará de conocer la verdad. Juan presentó la verdad tan claramente que un niño puede entenderla. “Si me amáis, guardad mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: al Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce”. ¿Escogemos ser clasificados entre aquellos que no disciernen la verdad, que están tan cegados por el poder engañoso del enemigo que sus ojos no ven a Aquel que es la misma imagen de la sustancia del Padre? TM 137.2
Los seguidores de Cristo pertenecen completamente a otra clase. “Pero vosotros le conocéis porque mora con vosotros, y estará en vosotros. No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros. Todavía un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veréis; porque yo vivo, vosotros también viviréis”. “El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él”. “El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él. El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió”. La palabra de un ser humano no ha de ser recibida y creída a pie juntillas. Primeramente tenemos que preguntar: ¿Hablan ellos en armonía con la Palabra? ¿Rechazan un sencillo “Así dice Jehová” porque ven que ello implica una cruz? TM 137.3
¿De qué lado estáis vosotros?
¿Estamos nosotros del lado de aquellos que no son leales a Dios? No tienen interés en conocer a Dios. Rechazan al divino Hijo de Dios, la personificación de toda bondad humana. Se colocan a sí mismos junto con aquellos que, aun cuando no podía señalarse ninguna falta en Cristo, escogieron en su lugar a un ladrón y a un asesino. Esto testifica del gusto moral del mundo. ¿Estaremos nosotros del lado del mundo, o del lado de Cristo, quien declaró: “He guardado los mandamientos de mi Padre”? TM 138.1
La palabra de Jehová permanecerá para siempre. “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz en las tinieblas resplandece, mas las tinieblas no prevalecieron contra ella [no la comprendieron, Val. ant.]... En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció. A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios. Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad”. TM 138.2
Los que reciben a Cristo por la fe como su Salvador personal no pueden estar en armonía con el mundo. Hay dos grupos distintos: los que son fieles a Dios, y guardan sus mandamientos, mientras que los otros hablan y actúan como el mundo, poniendo a un lado la Palabra de Dios, que es la verdad, y aceptando las palabras de los apóstatas que rechazaron a Jesús. TM 139.1
¿A quién elegiréis vosotros?
¿De qué lado estamos nosotros? El mundo rechazó a Cristo; los cielos lo recibieron. El hombre, el hombre finito, rechazó al Príncipe de la Vida; Dios, nuestro Gobernante soberano, lo recibió en los cielos. Dios lo ha exaltado. El hombre lo coronó con una corona de espinas; Dios lo ha coronado con una corona de real majestad. Todos nosotros debemos pensar sin prejuicio. ¿Queréis que sea este hombre, Cristo Jesús, quien gobierne sobre vosotros, o Barrabás? La muerte de Cristo acarrea al que rechaza su misericordia la ira de los juicios de Dios, sin mezcla de misericordia. Esta es la ira del Cordero. Pero la muerte de Cristo es esperanza y vida eterna para todos los que lo reciben y creen en él. TM 139.2
Con toda seguridad Dios llama al mundo a juicio para vengar la muerte de su Hijo unigénito, Aquel que fue juzgado en el tribunal de Pilato y de Herodes. El ahora está en los atrios celestiales haciendo intercesión por el pueblo que lo rechazó. ¿Escogeremos el sello del mundo, o decidiremos ser el pueblo peculiar y separado de Dios? ¿Recibiremos un “Así dice Jehová” en lugar del “Así dice” del hombre? El poder papal, el hombre de pecado, decidió que la Iglesia Católica Romana cambiara la ley de Dios. En lugar del séptimo día ellos han bautizado y presentado al mundo a un hijo del papado, el primer día de la semana, para ser observado como sagrado día de descanso. El mundo protestante ha recibido a este hijo del papado, lo ha acunado, y le ha tributado el honor que Dios ha colocado sobre el séptimo día. TM 139.3
“Mirad, yo os he enseñado estatutos y decretos, como Jehová mi Dios me mandó, para que hagáis así en medio de la tierra en la cual entráis para tomar posesión de ella. Guardadlos, pues, y ponedlos por obra; porque ésta es vuestra sabiduría y vuestra inteligencia ante los ojos de los pueblos, los cuales oirán todos estos estatutos, y dirán: Ciertamente pueblo sabio y entendido, nación grande es ésta. Porque ¿qué nación grande hay que tenga dioses tan cercanos a ellos como lo está Jehová nuestro Dios en todo cuanto le pedimos? Y ¿qué nación grande hay que tenga estatutos y juicios justos como es toda esta ley que yo pongo hoy delante de vosotros? Por tanto, guárdate, y guarda tu alma con diligencia, que no te olvides de las cosas que tus ojos han visto, ni se aparten de tu corazón todos los días de tu vida; antes bien, las enseñarás a tus hijos, y a los hijos de tus hijos. El día que estuviste delante de Jehová tu Dios en Horeb, cuando Jehová me dijo: Reúneme el pueblo, para que yo les haga oír mis palabras, las cuales aprenderán, para temerme todos los días que vivieren sobre la tierra, y las enseñarán a sus hijos... Y él os anunció su pacto, el cual os mandó poner por obra: los diez mandamientos, y los escribió en dos tablas de piedra”. TM 140.1
“Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas”. TM 140.2
“Porque tú eres pueblo santo para Jehová tu Dios; Jehová tu Dios te ha escogido para serle un pueblo especial, más que todos los pueblos que están sobre la tierra. No por ser vosotros más que todos los pueblos os ha querido Jehová y os ha escogido, pues vosotros erais el más insignificante de todos los pueblos; sino por cuanto Jehová os amó, y quiso guardar el juramento que juró a vuestros padres, os ha sacado Jehová con mano poderosa... Guarda, por tanto, los mandamientos, estatutos, y decretos que yo te mando hoy que cumplas”. Leed, os ruego, con cuidado todo el capítulo séptimo de Deuteronomio, y meditad en la Palabra de Dios. TM 141.1
¿Os apartaréis de un sencillo “Así dice Jehová” después de leer la historia del pecado de Adán y su caída? El cayó porque desechó las palabras de Jehová y prestó oído a las palabras de Satanás. ¿Vale la pena cometer transgresión? Por la transgresión Adán perdió el Edén. Por la transgresión de los mandamientos de Dios el hombre perderá el cielo, y una eternidad de bendición. Estas no son fábulas ociosas, sino la verdad. De nuevo pregunto: ¿De qué lado estáis vosotros? “Si Jehová es Dios, seguidle; y si Baal, id en pos de él”. TM 141.2