Testimonios para los Ministros
Capítulo 5—Un llamamiento solemne a los ministros
Exhortación a una norma más elevada*
Petoskey, Míchigan,
20 de agosto de 1890
Queridos hermanos,
No puedo expresaros la carga y aflicción mental que he tenido al haberme sido presentada la verdadera condición de la causa. Hay hombres que trabajan en calidad de maestros de la verdad que necesitan aprender sus primeras lecciones en la escuela de Cristo. El poder convertidor de Dios debe llenar el corazón de los ministros, o ellos deben buscar otra vocación. Si los embajadores de Cristo comprendieran cuán solemne es la obra de presentar la verdad a la gente, serían hombres serios y considerados, colaboradores de Dios. Si tienen un verdadero sentido de la comisión que Cristo dio a sus discípulos, con reverencia abrirán la Palabra de Dios y escucharán la instrucción del Señor, pidiendo sabiduría del cielo para que, al ponerse entre los vivos y los muertos, comprendan que deben rendir cuenta a Dios de la obra que les ha sido encomendada. TM 142.1
Un ministro chistoso
¿Qué puede hacer un pastor sin Jesús? Nada, por cierto. De manera que si es un hombre frívolo, chistoso, no está preparado para desempeñar la tarea que el Señor le asignó. “Separados de mí—dice Cristo—, nada podéis hacer”. Las palabras impertinentes que salen de sus labios, las anécdotas frívolas, las palabras habladas para producir risa, son todas condenadas por la Palabra de Dios, y están totalmente fuera de lugar en el púlpito sagrado. TM 142.2
Os digo claramente, hermanos, que a menos que los ministros estén convertidos, nuestras iglesias serán enfermizas y estarán al borde de la muerte. El poder de Dios es el único capaz de cambiar el corazón humano y llenarlo del amor de Cristo. El poder de Dios es el único que puede corregir y dominar las pasiones y santificar los afectos. Todos los que ministran deben humillar sus corazones orgullosos, someter su voluntad a la voluntad de Dios, y ocultar su vida con Cristo en Dios. TM 143.1
¿Cuál es el objeto del ministerio? ¿Es mezclar lo cómico con lo religioso? El lugar para tales exhibiciones es el teatro. Si Cristo es formado en el interior, si la verdad con su poder santificador es introducida en el santuario íntimo del alma, no tendréis a hombres festivos, ni a hombres agrios, de mal genio y ceñudos para enseñar las preciosas lecciones de Cristo a las almas que perecen. TM 143.2
Nuestros ministros necesitan una transformación de carácter. Deben sentir que si sus obras no son hechas en Dios, si se los deja a merced de sus propios esfuerzos imperfectos son los más miserables de todos los hombres. Cristo estará con todo ministro que, aun cuando no haya alcanzado la perfección del carácter, esté procurando con todo fervor llegar a ser semejante a Cristo. Un ministro tal habrá de orar. Llorará entre el pórtico y el altar, clamando con angustia de alma que la presencia del Señor esté con él, de otra manera no podrá presentarse ante el pueblo, con todo el cielo que lo observa y con la pluma del ángel que toma nota de sus palabras, su comportamiento y su espíritu. TM 143.3
¡Ojalá los hombres temiesen al Señor! ¡Ojalá amasen a Dios! ¡Ojalá los mensajeros de Dios sintieran la carga por las almas que perecen! Entonces no serían meros discursantes, sino que el poder de Dios daría vida a sus almas y sus corazones arderían con el fuego del amor divino. Su debilidad se transformaría en fortaleza, porque serían hacedores de la palabra. Oirían la voz de Jesús: “He aquí yo estoy con vosotros todos los días”. Jesús sería su maestro; y la palabra hablada por ellos sería viva y eficaz, y más cortante que una espada de dos filos, que discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. En la misma proporción en que el orador aprecia la presencia divina, honra el poder de Dios y confía en él, es reconocido como colaborador de Dios. Precisamente en esta proporción llega a ser poderoso por medio de Dios. TM 143.4
Se necesita un poder elevador, un crecimiento constante en el conocimiento de Dios y la verdad, de parte del que busca la salvación de las almas. Si el pastor pronuncia palabras extraídas de los oráculos vivientes de Dios; si cree en la cooperación de Cristo y la espera, de Aquel cuyo siervo él es; si esconde el yo y exalta a Jesús, el Redentor del mundo, sus palabras alcanzarán los corazones de sus oyentes, y su obra llevará las credenciales divinas. El Espíritu Santo debe ser el agente divino para convencer de pecado. El agente divino presenta al orador los beneficios del sacrificio hecho en la cruz; y cuando la verdad es puesta en contacto con las almas presentes, Cristo las gana para sí, y obra para transformar su naturaleza. El Señor está listo a auxiliarnos en nuestras debilidades, a enseñar, a guiar, a inspirarnos ideas de origen celestial. TM 144.1
¡Cuán poco pueden hacer los hombres en la obra de salvar almas, y sin embargo, cuánto pueden hacer por medio de Cristo si están imbuidos de su Espíritu! El maestro humano no puede leer los corazones de sus oyentes, pero Jesús dispensa la gracia que toda alma necesita. El comprende las posibilidades del hombre, su debilidad, y su fuerza. El Señor está obrando en el corazón humano, y un ministro puede ser para las almas que escuchan sus palabras un sabor de muerte para muerte, alejándolas de Cristo; o, si es consagrado y devoto, si desconfía de sí mismo y mira a Jesús, puede ser un sabor de vida para vida para las almas que ya están bajo el poder convincente del Espíritu Santo, y en cuyos corazones el Señor está preparando el camino para los mensajes que él ha dado al agente humano. Así es tocado el corazón del incrédulo, y responde al mensaje de la verdad. “Nosotros somos colaboradores de Dios”. Las convicciones implantadas en el corazón, y la iluminación del entendimiento por la exposición de la Palabra actúan en perfecta armonía. La verdad traída ante la mente, tiene poder para despertar las dormidas energías del alma. El Espíritu de Dios obrando en el corazón, coopera con la obra de Dios por medio de sus instrumentos humanos. Cuando los ministros advierten la necesidad de una reforma cabal en sí mismos, cuando sienten que deben alcanzar una norma más elevada, su influencia sobre las iglesias será elevadora y refinadora. TM 144.2
Las faltas secretas deben ser vencidas
Hay pecadores entre los ministros. No están agonizando por entrar por la puerta estrecha. Dios no obra con ellos, porque no puede soportar la presencia del pecado. Esto es lo que su alma odia. Aun a los ángeles que estaban cerca de su trono, a los cuales él amaba, pero que no guardaron su prístino estado de lealtad, Dios los arrojó del cielo con su rebelde dirigente. La santidad es el fundamento del trono de Dios; el pecado es lo opuesto a la santidad; el pecado crucificó al Hijo de Dios. Si los hombres pudieran ver cuán odioso es el pecado, no lo tolerarían, no se educarían en él. Lograrían una reforma en la vida y el carácter. Las faltas secretas serían vencidas. Si habéis de ser santos en el cielo, debéis primero ser santos en la tierra. TM 145.1
Hay una gran necesidad de que nuestros hermanos venzan las faltas secretas. El desagrado de Dios, como una nube, pende sobre muchos de ellos. Las iglesias están débiles. El egoísmo, la falta de caridad, la codicia, la envidia, las malas sospechas, la falsedad, el robo, la sensualidad, la licencia y el adulterio, [veasé el Apéndice.] están registrados contra algunos de los que pretenden creer la solemne y sagrada verdad para este tiempo. ¿Cómo pueden estas cosas malditas ser eliminadas del campamento, cuando los hombres que pretenden ser cristianos están practicándolas constantemente? De alguna manera cuidan su comportamiento delante de los hombres, pero son una ofensa para Dios. Sus ojos puros ven, y un testigo registra todos sus pecados, tanto los manifiestos como los secretos; y a menos que se arrepientan y confiesen sus pecados delante de Dios, a menos que caigan sobre la Roca y sean quebrantados, sus pecados permanecerán anotados contra ellos en los libros de memoria. ¡Oh, terribles historias se abrirán ante el mundo en ocasión del juicio, historias de pecados nunca confesados, de pecados nunca borrados! ¡Ojalá vieran estas pobres almas que están acumulando contra ellas ira para el día de la ira! Entonces serán revelados los pensamientos del corazón, así como las acciones. Os digo, mis hermanos y hermanas, necesitáis humillar vuestras almas delante de Dios. “Dejad de hacer lo malo”, pero no os detengáis allí. “Aprended a hacer el bien”. Podéis glorificar a Dios sólo llevando fruto para su gloria. TM 146.1
Ministros, por causa de Cristo, comenzad la obra en favor de vosotros mismos. Por vuestra vida no santificada habéis colocado piedras de tropiezo delante de vuestros propios hijos y delante de los no creyentes. Algunos de vosotros actuáis por impulso, guiados por la pasión y el prejuicio, y traéis a Dios ofrendas impuras, manchadas. Por amor de Cristo, limpiad el campamento, comenzando, por la gracia de Cristo, la obra personal de purificar el alma de la contaminación moral. Un ministro que desde el púlpito hace chistes o exagera la nota para obtener alabanza, es un espectáculo que crucifica nuevamente al Hijo de Dios y lo expone a la vergüenza. Debe haber cabal arrepentimiento, fe en nuestro Salvador Jesucristo, vigilante cuidado, oración incesante y escudriñamiento diligente de las Escrituras. Dios nos tiene por responsables de todo lo que podríamos ser si aprovecháramos nuestros talentos. Seremos juzgados de acuerdo con lo que debiéramos haber sido, pero no llegamos a ser; de acuerdo con lo que deberíamos haber hecho, pero no realizamos por no usar nuestras facultades para glorificar a Dios. Aun cuando no perdamos nuestra alma, habrá una pérdida eterna por todo el conocimiento que podríamos haber obtenido pero no logramos. Toda nuestra influencia pertenece a Dios. Todo lo que adquirimos ha de ser usado para su gloria. Toda la propiedad que el Señor nos ha confiado ha de ser mantenida sobre el altar de Dios, para serle devuelta de nuevo. Estamos decidiendo nuestro propio destino. Quiera el Señor ayudarnos a todos a ser sabios para la eternidad. TM 146.2
Hermanos míos, estamos viviendo en un período muy solemne de la historia de la tierra. Nunca es tiempo de pecar; siempre es peligroso continuar en la transgresión; pero en un sentido especial esto es cierto en el tiempo actual. Estamos ahora en los mismos umbrales del mundo eterno, y nuestra relación hacia el tiempo y la eternidad es más solemne que nunca antes. Investigue cada uno su propio corazón, y ruegue que los brillantes rayos del Sol de justicia disipen toda tiniebla espiritual, y limpien de toda contaminación. “Si confesamos nuestros pecados; él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”. Por la fe, al margen de nuestros sentimientos, Jesús, el autor de nuestra salvación, el consumador de nuestra fe, por su preciosa gracia, fortalecerá las facultades morales, y los pecadores pueden considerarse a sí mismos “muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús”. La fe sencilla con el amor de Cristo en el alma, une al creyente con Dios. Mientras se empeña en la batalla como fiel soldado de Cristo, tiene la simpatía de todo el universo leal. Los ángeles ministradores están a su alrededor para ayudarlo en el conflicto, de manera que pueda decir confiado: “El Señor es mi ayudador”, “Jehová es mi fortaleza y mi escudo”; no seré vencido. “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios”. TM 147.1
La sabiduría y el poder infinitos de Dios son ejercidos en nuestro favor. La hueste celestial está peleando ciertamente nuestras batallas en nuestro favor. Siempre está mirando con vivo interés a las almas compradas por la sangre del Salvador. Por el sacrificio de Cristo aprecian el valor del alma humana. Es siempre seguro estar del lado del Señor, no a medias, sino del todo. Es esta obra tibia, indiferente, descuidada, la que separa vuestras almas de Jesús, la fuente de vuestra fortaleza. Sea ésta vuestra oración: “Quítame todo cuanto tengo, déjame sin propiedades, sin honor mundano, sin ninguna cosa, pero que tu presencia me acompañe”. Es seguro encomendar la guarda del alma a Dios, que reina sobre los cielos y la tierra. TM 148.1
Escudriñad las escrituras y orad con fe
¿Tratarán mis hermanos en el ministerio de trabajar con diligencia, para que puedan cumplir el encargo que el apóstol Pablo le hizo a Tito: “Exhorta asimismo a los jóvenes a que sean prudentes; presentándote tú en todo como ejemplo de buenas obras; en la enseñanza mostrando integridad, seriedad, palabra sana e irreprochable, de modo que el adversario se avergüence, y no tenga nada malo que decir de vosotros”? (Tito 2:6-8); léanse además los versículos 11-15. TM 148.2
Se me ha mostrado que de parte de los ministros de todas nuestras asociaciones hay descuido en el estudio de las Escrituras y el escudriñamiento de la verdad. Si sus mentes fueran debidamente disciplinadas, y atesoraran las preciosas lecciones de Cristo, entonces, en cualquier tiempo y en toda emergencia, podrían extraer del tesoro del conocimiento cosas nuevas y cosas viejas para alimentar a la iglesia de Dios, dando a cada hombre su porción de alimento a su debido tiempo. Si Cristo permanece en el alma, será como una fuente viva, “una fuente de agua que salte para vida eterna”. TM 149.1
Os digo lo que he visto, y es cierto, que mediante esfuerzos bien dirigidos y perseverantes muchas, muchísimas más almas pueden ser traídas al conocimiento de la verdad. ¡Oh, el fin se acerca! ¿Quién estará listo cuando Cristo se levante de su trono para ponerse sus vestiduras de venganza? ¿Los nombres de quiénes están registrados en el libro de la vida del Cordero? Estarán allí únicamente los nombres de aquellos que siguen al Cordero por dondequiera que va. Vuestras ideas erróneas y los aspectos objetables de vuestro carácter deben ser abandonados, y debéis vestiros con el manto de la justicia de Cristo. ¡La fe y el amor: cuán destituidas están las iglesias de estos bienes! El Mercader celestial nos amonesta: “Yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte... y unge tus ojos con colirio, para que veas”. Dios quiera que los que están predicando en nuestras asociaciones no sean como las vírgenes insensatas, que tienen lámparas, pero están destituidas del aceite de la gracia que hace que las lámparas ardan y difundan luz. ¡Oh, necesitamos más ministros de oración—hombres que sientan el solemne peso de las almas—, hombres que tengan una fe que obre por el amor y purifique el alma! Sin fe es imposible agradar a Dios. ¡Cuán imperfecta es la fe en nuestras iglesias! ¿Por qué no creemos que el Señor hará precisamente lo que él dice que hará? TM 149.2
Somos siervos de Dios, y a cada uno de nosotros nos ha dado talentos, tanto naturales como espirituales. Como hijos de Dios, debemos acrecentar constantemente nuestra idoneidad para las mansiones celestiales que Cristo dijo a sus discípulos que iba a preparar para ellos. El que echa mano de la justicia de Cristo puede llegar a ser un hombre perfecto en Cristo Jesús. Trabajando desde un punto de vista elevado, tratando de seguir el ejemplo de Jesús, creceremos a su semejanza, logrando un refinamiento cada vez mayor. TM 150.1
El Salvador oró: “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad”. Los que son disciplinados por la verdad serán hacedores de la Palabra; serán diligentes lectores de la Biblia e investigarán las Escrituras con el ferviente deseo de comprender la voluntad de Dios, y de cumplirla inteligentemente. TM 150.2
Sed corteses
Los ministros de nuestras asociaciones necesitan andar cuidadosamente delante del Señor. Tienen gran necesidad de seguir el ruego del apóstol, “sed... corteses” (1 Pedro 3:8 (VM)), en su ministerio, en buscar a las almas como quienes deben dar cuenta, al tratar de salvar a los descarriados. Podéis ser fieles a los principios, podéis ser justos, honrados y religiosos; pero sin dejar estas cosas debéis cultivar la verdadera ternura de corazón, la bondad y la cortesía. Si una persona está en el error, sed muy bondadosos con ella; si no sois corteses, podéis apartarla de Cristo. Que cada palabra que habléis, aun el tono de vuestra voz, exprese vuestro interés y vuestra simpatía por las almas que están en peligro. Si sois ásperos, acusadores e impacientes con ellas estáis haciendo la obra del enemigo. Estáis abriéndoles una puerta de tentación y Satanás os presentará ante ellas como quienes no conocen al Señor Jesús. Pensarán que su propia conducta es correcta, y que son mejores que vosotros. ¿Cómo, pues, podéis ganar a los descarriados? Ellos reconocerán la piedad genuina, expresada en las palabras y en el carácter. Si enseñáis el arrepentimiento, la fe y la humildad, debéis tener el amor de Jesús en vuestros propios corazones. La verdad que creéis tiene poder para santificar el alma y modelar al hombre entero, no sólo para cambiar sus palabras y su conducta, sino para abatir el orgullo y purificar el templo del alma de toda contaminación. TM 150.3
La religión de la Biblia
La religión de la Biblia es muy escasa, aun entre nuestros pastores. Me lamento día y noche por la aspereza, la dureza, la falta de bondad en las palabras y el espíritu, que manifiestan los que pretenden ser hijos del Rey celestial, miembros de la familia real. Esa dureza de corazón, esa carencia de simpatía, esa aspereza, manifestada hacia aquellos que no gozan de sus favores especiales, es registrada en los libros del cielo como un gran pecado. Muchos hablan de la verdad, predican la teoría de la verdad, pero el amor enternecedor de Jesús no ha llegado a ser un elemento vivo y activo en su carácter. TM 151.1
Es ésta una era de apostasía casi universal y los que pretenden estar en la vanguardia de la verdad descarrían a las iglesias cuando no dan evidencia de que su carácter y sus obras armonizan con la verdad divina. La bondad, la misericordia, la compasión, la ternura, la longanimidad de Dios han de ser expresadas en las palabras, la conducta y el carácter de todos los que pretenden ser hijos de Dios, especialmente en aquellos que pretenden ser los mensajeros enviados por el Señor Jesús con la palabra de vida para salvar a los que perecen. Se les ordena en la Biblia poner a un lado todo lo que es áspero, tosco y rudo en su carácter, y que sean injertados en Cristo, la vid viviente. Deben llevar la misma calidad de fruto que la vid. Únicamente así puede el sarmiento ser un digno representante de la excelencia de la vid. TM 151.2
Cristo vino a nuestro mundo para manifestar al Padre en medio de las densas tinieblas del error y la superstición que prevalecían entonces. Los discípulos de Cristo han de representarlo en su vida diaria, y así la verdadera luz del cielo brillará con rayos claros y firmes ante el mundo; así se revelará un carácter enteramente distinto del que se ve en aquellos que no hacen de la Palabra de Dios su norma y su guía. El conocimiento de Dios debe ser preservado en medio de la oscuridad que cubre el mundo y las densas tinieblas que envuelven a la gente. A través de las edades, el puro carácter de Cristo ha sido falsamente representado por quienes pretendían ser creyentes en él y en la Palabra de Dios. Se ha cultivado la dureza de corazón. El amor, la bondad y la verdadera cortesía han desaparecido rápidamente de la vida de los pastores y de las iglesias. ¿Qué puede pensar de esto el universo de Dios? Los que pretenden ser representantes de Cristo manifiestan más bien la dureza de corazón que es característica de Satanás, que lo hizo inepto para el cielo, que hizo inseguro que él estuviera allí. Y precisamente así ocurrirá con los que conocen la verdad y sin embargo cierran la puerta de su corazón a su poder santificador. “Agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación”. Los siervos de Cristo no han de ser solamente instrumentos que predicando a Jesús induzcan a los hombres al arrepentimiento, sino que han de continuar su obra cuidando de ellos, interesándose por ellos y manteniendo a la vista del pueblo, por precepto y por ejemplo, al Señor y Salvador Jesucristo. Han de santificarse a sí mismos para que sus oyentes sean también santificados. Así todos crecerán en la piedad y la virtud, hasta que el embajador de Dios pueda presentar a todo hombre perfecto en Cristo Jesús. Entonces la función ministerial se verá en su verdadero y sagrado carácter. TM 152.1
Una norma rebajada
Pero la norma del ministerio ha sido grandemente rebajada, y el Ministro del verdadero santuario es falsamente presentado ante el mundo. Dios está listo a aceptar a los hombres como sus colaboradores, y a convertirlos en la luz del mundo, en instrumentos por cuyo intermedio él puede infundir generosamente luz para la comprensión de su verdad. Si en los hombres que llevan el mensaje no mora Cristo, si no son fieles—y algunos no lo son—, quiera el Señor despertarlos de su engaño antes que sea demasiado tarde. Dios desea que los hombres sean tiernos de corazón, compasivos y que tengan amor fraternal. Jesús está esperando que abran la puerta, para que él pueda entrar a infundir en sus corazones el calor de su amor, su bondad, su tierna compasión; para que el obrero pueda, en toda su relación con los seres humanos, revelar el Salvador al mundo. TM 153.1
Los pastores demasiado a menudo desempeñan el papel de críticos, mostrando su capacidad y su agudeza para la polémica. Pasa un sábado tras otro y apenas se hace una impresión de la gracia de Cristo en los corazones y las mentes de los oyentes. Así el ministerio llega a ser considerado como algo sin importancia. Todo el cielo está trabajando por la salvación de los pecadores; y cuando el más pobre de la familia humana acude arrepentido a su Padre, como el hijo pródigo, hay gozo en la hueste celestial. Hay calor, cortesía y amor en el cielo. Acudan los pastores a Dios en oración, confesando sus pecados, y con toda la sencillez de un niñito pidan las bendiciones que necesitan. Rogad por el calor del amor de Cristo, y entonces colocadlo en vuestros discursos; y que nadie tenga ocasión de salir y decir que las doctrinas que creéis os incapacitan para expresar simpatía por la humanidad que sufre, que tenéis una religión sin amor. El poder del Espíritu Santo quemará la escoria del egoísmo, y revelará un amor probado en fuego, un amor que enriquece. El que tiene esas riquezas se halla en estrecha simpatía con Aquel que nos amó de tal manera que dio su vida por nuestra redención. TM 153.2
No deis gloria al hombre
Al hablar a los corintios, dice Pablo: “Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros”. Esto es lo que Cristo enseñó a sus discípulos: “Separados de mí nada podéis hacer”. Pablo quiere grabar en la mente de los ministros y del pueblo la razón por la cual el Evangelio fue encomendado a los hombres, débiles y sujetos a error: para que el hombre no recibiera el honor debido sólo a Dios, sino que Dios recibiera toda la gloria. El embajador no ha de felicitarse a sí mismo y atribuirse el honor del éxito, o aun compartir el honor con Dios, como si por su propio poder hubiera realizado la tarea. El razonamiento elaborado o las demostraciones argumentativas de las doctrinas, rara vez hacen que el oyente advierta su necesidad y su peligro. Las declaraciones sencillas y breves, que salen de un corazón lleno de simpatía, enternecido por el amor de Cristo, serán como el grano de mostaza, al cual Cristo asemejó sus palabras de verdad divina. El siembra en el alma la energía vital de su Espíritu, para que la semilla de la verdad germine y lleve fruto. TM 154.1
¿Tendrán cuidado mis hermanos de que ninguna gloria sea dada a los hombres? ¿Reconocerán que es Cristo quien realiza la obra en el corazón humano y no ellos mismos? ¿Rogarán mis hermanos ministros, solos en presencia de Dios, en oración secreta, que su presencia y poder los acompañe? No os atreváis a predicar un solo sermón más a menos que sepáis, por vuestra propia experiencia, lo que Cristo es para vosotros. Con corazones santificados por la fe en la justicia de Cristo, podéis predicar a Jesús, podéis exaltar al resucitado Salvador ante vuestros oyentes; con corazones subyugados y enternecidos por el amor de Jesús podéis decir: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”. TM 154.2
Cultivad la fe y el amor
Habéis descuidado tristemente leer las Escrituras e investigarlas con corazón humilde por vosotros mismos. No os conforméis con la explicación que ningún hombre haga de las Escrituras, cualquiera sea su posición, sino id a la Biblia e investigad la verdad por vosotros mismos. Después de escuchar a Jesús, los samaritanos dijeron: “Ya no creemos por tu dicho, porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo”. Allí está la mina de la verdad. Cavad un pozo profundo y poseeréis el conocimiento que es de más valor para vosotros. Muchos se han vuelto perezosos y han caído en un criminal descuido del escudriñamiento de las Escrituras, y están tan destituidos del Espíritu de Dios como del conocimiento de su Palabra. En el Apocalipsis, la revelación que fue dada a Juan, leemos acerca de algunos que tenían nombre que vivían aunque estaban muertos. Sí, hay muchas personas tales entre nuestro pueblo, muchos que pretenden estar vivos, y sin embargo están muertos. Hermanos míos, a menos que el Espíritu Santo, como principio vital, os esté inspirando a obedecer sus impulsos y a depender de su influencia, trabajando con la fuerza divina, mi mensaje de parte de Dios para vosotros es: “Estáis bajo un engaño que resultará fatal para vuestras almas. Debéis convertiros. Debéis recibir luz antes de dar luz. Colocaos bajo los brillantes rayos del Sol de justicia”. Entonces podréis decir con Isaías: “Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti”. Debéis cultivar la fe y el amor. “No se ha acortado la mano de Jehová para salvar, ni se ha agravado su oído para no oír”. Buscad al Señor. No descanséis antes que sepáis que Cristo es vuestro Salvador. TM 155.1
Hermanos míos, deseo que recordéis que la religión de la Biblia nunca destruye la simpatía humana. La verdadera cortesía cristiana necesita ser enseñada y practicada, para ser aplicada en todo el trato que tengáis con vuestros hermanos y con los mundanos. Se necesita mucho más amor y cortesía en nuestras familias de lo que ahora se manifiesta. Cuando nuestros hermanos ministros beban del Espíritu de Cristo diariamente, serán verdaderamente corteses, y no considerarán que es una debilidad ser tiernos de corazón y piadosos, porque éste es uno de los principios del Evangelio de Cristo. Las enseñanzas de Cristo enternecían y suavizaban el alma. La verdad recibida en el corazón obrará una renovación en el alma. Los que aman a Jesús amarán a las almas por las cuales él murió. La verdad implantada en el corazón revelará el amor de Jesús y su poder transformador. Toda rudeza, acritud, crítica y todo espíritu tiránico no son de Cristo, sino que proceden de Satanás. La frialdad, la falta de compasión, la carencia de tierna simpatía, están leudando el campamento de Israel. Si se permite que estos males se fortalezcan, como ha ocurrido en los últimos años, nuestras iglesias se verán en una condición deplorable. Todo maestro de la verdad necesita el principio de la semejanza a Cristo en su carácter. No habrá enojos, regaños y expresiones de desprecio de parte de aquél que esté cultivando las virtudes cristianas. El siente que debe participar de la naturaleza divina, y debe reabastecerse en la fuente inagotable de la gracia celestial, de otra manera eliminará de su alma la gracia de la bondad humana. Debemos amar a los hombres por amor de Cristo. Es fácil que el corazón natural ame a unos pocos favoritos, y sea parcial para con estos pocos; pero Cristo nos pide que nos amemos mutuamente como él nos ha amado. “Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía. Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz”. TM 156.1
Tenéis una obra seria y solemne que hacer para preparar el camino del Señor. Necesitáis la unción celestial, y podéis tenerla. “Todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará. Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido”. ¿Quién puede ser frívolo, quién puede ocuparse en conversaciones livianas y comunes, mientras por la fe ve al Cordero inmolado clamando ante el Padre como intercesor de la iglesia de la tierra? TM 157.1
Por la fe miremos el arco iris que rodea el trono, la nube de pecados confesados detrás de él. El arco iris de la promesa es una seguridad que se da a cada alma humilde, contrita y creyente, de que su vida es una con Cristo, y de que Jesús es uno con Dios. La ira de Dios no caerá sobre una sola alma que busca refugio en él. Dios mismo ha declarado: “Y veré la sangre y pasaré de vosotros”. “Estará el arco en las nubes, y lo veré, y me acordaré del pacto perpetuo”. TM 157.2
Es Cristo quien ama al mundo con amor infinito. El dio su vida preciosa: él, el unigénito del Padre. El se levantó de entre los muertos, y está a la diestra de Dios, intercediendo por nosotros. Ese mismo Jesús, con su humanidad glorificada, sin que haya cesado su amor, es nuestro Salvador. Nos ha pedido que nos amáramos el uno al otro como él nos amó. ¿Cultivaremos este amor? ¿Seremos semejantes a Jesús?* TM 157.3
Muchos de los judíos fueron y escucharon mientras Jesús revelaba los misterios de la salvación, pero no fueron para aprender; fueron para criticar, para tomarlo en alguna contradicción a fin de que tuvieran algo que les sirviera para inculcar prejuicios en la gente. Estaban conformes con el conocimiento que tenían, pero los hijos de Dios deben conocer la voz del verdadero Pastor. ¿No es éste un tiempo sumamente oportuno para ayunar y orar delante de Dios? Estamos en peligro de discordia, en peligro de tomar partido sobre un punto controvertido. ¿Y no debemos buscar a Dios con fervor, humillando nuestras almas para que podamos saber cuál es la verdad?—The Review and Herald, 18 de febrero de 1890. TM 158.1
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Prestad atención, no sea que por vuestro ejemplo pongáis a otras almas en peligro. Es algo terrible perder nuestra propia alma, pero el seguir una conducta que cause la pérdida de otras almas es todavía más terrible. El que nuestra influencia sea un sabor de muerte para muerte es un pensamiento tremendo, y sin embargo es posible. ¡Con qué fervor, pues, debemos vigilar nuestros pensamientos, nuestras palabras, nuestros hábitos y disposiciones! Dios exige santidad personal. Únicamente al revelar el carácter de Cristo podemos cooperar con él en la salvación de las almas.—The Review and Herald, 22 de diciembre de 1904. TM 158.2