Testimonios para los Ministros

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Capítulo 16—Elevad la norma

Manos limpias y corazones puros*

Se predica mucho la verdad, pero pocos son santificados por ella. No se aplican a la vida práctica la verdad y la justicia, y se deshonra al Señor; y, al no tener una relación vital con Dios, la pobre y débil naturaleza humana no tiene fuerza para resistir la tentación, y nunca la tendrá hasta que el poder convertidor de Dios tome posesión del alma. TM 426.1

Nos acercamos al juicio y los que llevan el mensaje de amonestación al mundo deben tener manos limpias y corazones puros. Deben tener una relación viviente con Dios. Los pensamientos deben ser puros y santos, y el alma debe estar incontaminada; el cuerpo, el alma y el espíritu deben ser una ofrenda pura y limpia a Dios; de otra manera él no la aceptará. TM 426.2

Las recientes y dolorosas manifestaciones del mal constituyen una de las mayores evidencias que tenemos de que el fin está cerca. Satanás, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar, y si los hombres y mujeres, bajo la luz refulgente que ahora brilla en este tiempo peligroso, fueran hallados fornicarios, temo que Dios los separaría de la obra para siempre. TM 426.3

Se exige una acción decidida

Se trata a los jóvenes con mucha severidad por faltas comparativamente leves; pero cuando hombres y mujeres de gran experiencia, que han sido considerados modelos de piedad, se revelan en su verdadero carácter—carentes de santidad, impíos, impuros en pensamiento, viles en conducta—, es tiempo de que se trate con los tales de una manera decidida. La mayor tolerancia manifestada hacia ellos solamente ha tenido, que yo sepa, el resultado de que consideren su fornicación y adulterio como algo muy liviano, y toda su simulación resultó ser como el rocío de la mañana cuando el sol resplandece. TM 426.4

Tan pronto como son sometidos a tentación, revelan sus defectos morales: no son participantes de la naturaleza divina, ni han huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia, sino que son terrenos, sensuales, diabólicos. Satanás encuentra algo en ellos que puede transformar en abierta iniquidad, y aprovecha su oportunidad. El resultado es que los que pretenden ser pastores del rebaño son carnales y conducen las ovejas puestas a su cuidado, cuya pureza, modestia y virtud deberían guardar estrictamente, a la licencia y la lascivia. Los ángeles del cielo miran esto con vergüenza, dolor y disgusto. ¿Cómo pueden los ángeles puros del cielo ministrar a esta clase de personas? ¿Cómo pueden llevar la luz del cielo a las asambleas donde tales ministros defienden la ley de Dios, pero la quebrantan cada vez que se presenta una oportunidad favorable, viviendo una mentira, llevando una vida doble, obrando en secreto, alimentando sus pensamientos corrompidos e inflamando sus pasiones, y luego aprovechándose de mujeres u hombres que son tentados, como ellos mismos, a quebrantar todas las barreras, a envilecer sus cuerpos y manchar sus almas? ¿Cómo pueden hacer esto si es que conservan algo de temor de Dios ante su vista, si es que les queda algo de amor a Dios en sus almas? ¿De qué valor es su fe en la verdad? TM 427.1

Limpiad el campamento de esta corrupción moral, aunque haya que sacar a los hombres más encumbrados, que ocupan las más altas posiciones. Con Dios no se juega. La fornicación está en nuestras filas: [veasé el Apéndice.] yo lo sé porque me fue mostrado que está fortaleciendo y extendiendo su contaminación. Hay muchas cosas que nunca sabremos; pero lo que ha sido revelado responsabiliza y culpa a la iglesia a menos que haga un decidido esfuerzo para erradicar el mal. Limpiad el campamento, porque hay anatema en él. TM 427.2

Las palabras de Dios a Josué son las siguientes: “Ni estaré más con vosotros, si no destruyereis el anatema de en medio de vosotros. Levántate, santifica al pueblo, y di: Santificaos para mañana: porque Jehová el Dios de Israel dice así: Anatema hay en medio de ti, Israel; no podrás hacer frente a tus enemigos, hasta tanto que hayáis quitado el anatema de en medio de vosotros”. Estas cosas están escritas para beneficio de nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos. TM 428.1

Falsos pastores

No tengo verdadero fundamento para albergar esperanza con respecto a los que han actuado como pastores del rebaño, y durante años fueron tratados con paciencia por el Dios misericordioso, que los guió mediante reprensiones, advertencias y ruegos, pero que han escondido sus malos caminos y han continuado en ellos, desafiando de esta manera las leyes del Dios del cielo al practicar la fornicación. Podemos dejar que se ocupen de su propia salvación con temor y temblor, después que se haya hecho todo lo posible para reformarlos; pero en ningún caso podemos confiarles la custodia de las almas. ¡Falsos pastores! ¿Será posible que los hombres que han estado ocupados en esta obra por tanto tiempo corrompan sus caminos delante del Señor a pesar de su gran experiencia y de la luz especial que tienen? TM 428.2

Aquel que ha de venir dice: “He aquí, yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra”. Todo acto bueno realizado por el pueblo de Dios como fruto de su fe tendrá su correspondiente recompensa. Así como una estrella difiere de otra en gloria, a los creyentes se les asignarán diferentes esferas de acción en la vida futura. El hombre que no caminó con Dios como Enoc, sino que caminó al lado de Satanás, escuchando sus sugestiones, obedeciendo sus insinuaciones, poniendo en peligro su propia alma y las almas por las cuales Cristo murió; el hombre que satisfizo los deseos de su mente carnal dando un ejemplo de condescendencia con el pecado, ¿se hallará entre los vencedores? TM 428.3

Cuando un hombre muere, su influencia no muere con él sino que vive y se reproduce. La influencia del hombre que fue bueno, puro y santo vive después de su muerte como el fulgor del sol poniente que proyecta su gloria a través del cielo, iluminando los picos de las montañas mucho tiempo después que el sol se ha hundido detrás de la colina. Así las obras de los hombres puros, santos y buenos reflejan su luz cuando ellos ya no viven, y por lo tanto ya no pueden hablar y actuar en persona. Sus obras, sus palabras, su ejemplo vivirán para siempre. “En memoria eterna será el justo”. TM 429.1

Pero ¡qué contraste con esto es la vida de los que son terrenos, sensuales, diabólicos! Se satisficieron con el placer sensual. A la luz del juicio, el hombre aparece como es, despojado del manto del cielo. Está ante los demás como es a la vista de un Dios santo. Piense cada uno de nosotros seriamente si las obras que nos siguen serán la suave luz del cielo o las sombras de las tinieblas, y si los legados que dejamos son bendiciones o maldiciones. TM 429.2

Toda hora que pasa está modelando nuestra vida futura. Los momentos pasados en la negligencia y en agradar al yo, como si no tuvieran ningún valor, están decidiendo nuestro destino eterno. Las palabras que pronunciamos hoy seguirán resonando cuando el tiempo no será más. Los hechos realizados hoy son transferidos a los libros del cielo, así como los rasgos son transferidos por el artista a la pulida placa. Ellos determinarán nuestro destino para la eternidad, para bendición o para pérdida eterna y agonizante remordimiento. El carácter no puede ser cambiado cuando Cristo venga ni en el momento en que el hombre está a punto de morir. La edificación del carácter debe realizarse en esta vida. Tememos que el arrepentimiento vendrá demasiado tarde para el alma corrompida que complace el yo. Unas pocas resoluciones, unas pocas lágrimas, nunca contrarrestarán una vida pasada culpable ni borrarán de los libros del cielo las transgresiones, los pecados voluntarios y conscientes de los que han tenido la luz de la verdad y pueden explicar las Escrituras a otros, mientras beben el pecado y la iniquidad como aguas hurtadas. Es como si estuvieran escritos con plomo, grabados con cincel de hierro, esculpidos en piedra para siempre. TM 429.3

Necesidad de alarma

Quisiera alarmar a mis hermanos si pudiera. Quisiera apremiarlos con la pluma y la voz, con este ruego: Vivid en el Señor, caminad con Dios si queréis morir en el Señor y entrar pronto donde el Señor permanece para siempre. No seáis rebeldes a las amonestaciones celestiales; recibid las amonestaciones, los ruegos, las advertencias, los reproches y las amenazas de Dios que han sido descuidados y permitid que corrijan vuestro corazón apóstata y pecaminoso. Permitid que la gracia transformadora de Cristo os haga puros, fieles, santos y hermosos como el lirio inmaculado que abre su capullo sobre el seno del lago. Transferid vuestro amor y vuestros afectos a Aquel que murió por vosotros en la cruz del Calvario. Educad vuestros labios a entonar sus alabanzas y a ofrecer oraciones como incienso santo. TM 430.1

Pregunto de nuevo: ¿Cómo puede alguien que ha tenido el mensaje precioso y solemne para este tiempo permitirse pensamientos impuros y hechos impíos cuando sabe que Aquel que nunca duerme ni dormita ve todo acto y lee todo pensamiento de la mente? ¡Oh, debido a que hay iniquidad en el profeso pueblo de Dios, él puede hacer tan poco por sus hijos! TM 430.2

La verdad santifica el corazón

La verdad, recibida en el corazón, santifica al que la recibe; cuando se la aparta de la vida y de los procedimientos, está muerta y es inútil para el que la recibe. ¿Cómo podéis vosotros, oh, como podéis agraviar a vuestro Redentor? ¿Cómo podéis deshonrarlo ante sus ángeles y ante los hombres? ¿Cómo podéis contristar el Espíritu Santo de Dios? ¿Cómo podéis crucificar de nuevo al Señor de gloria exponiéndole a vituperio? ¿Cómo podéis dar ocasión a Satanás y sus ángeles para que se alegren y triunfen sobre los que pretenden ser súbditos leales de Jesucristo? TM 431.1

Todos los fornicarios estarán fuera de la ciudad de Dios. Los ángeles de Dios ya están actuando en el juicio y el Espíritu de Dios se está retirando gradualmente del mundo. El triunfo de la iglesia está muy cercano, la recompensa que ha de ser conferida está casi a nuestro alcance, y sin embargo hay iniquidad entre los que pretenden disponer del resplandor pleno de la luz del cielo. TM 431.2

El que preside sobre su iglesia y los destinos de las naciones, está llevando a cabo la última obra que debe realizarse en favor de este mundo. A sus ángeles encarga que ejecuten sus juicios. Despierten los ministros, háganse cargo de la situación. La obra del juicio comienza en el santuario. “Y he aquí que seis varones venían del camino de la puerta de arriba que mira hacia el norte, y cada uno traía en su mano su instrumento para destruir. Y entre ellos había un varón vestido de lino, el cual traía a su cintura un tintero de escribano; y entrados, se pararon junto al altar de bronce”. Leed Ezequiel 9:2-7. El mandato es: “Matad a viejos, jóvenes y vírgenes, niños y mujeres, hasta que no quede ninguno; pero a todo aquel sobre el cual hubiere señal, no os acercaréis; y comenzaréis por mi santuario. Comenzaron, pues, desde los varones ancianos que estaban delante del templo”. Dijo Dios: “Haré recaer el camino de ellos sobre sus propias cabezas”. TM 431.3

Pronto se pronunciarán las palabras: “Id y derramad sobre la tierra las siete copas de la ira de Dios”. Uno de los ministros de venganza declara: “Y oí al ángel de las aguas, que decía: Justo eres tú, oh Señor, el que eres y que eras, el Santo, porque has. juzgado estas cosas”. Estos seres celestiales, al ejecutar los mandatos de Dios, no hacen ninguna pregunta, sino que hacen lo que se les ordena. Jehová de los ejércitos, el Señor Dios Todopoderoso, el justo, el verdadero, el santo, les ha dado la obra que deben hacer. Con invariable fidelidad avanzan revestidos de lino blanco y puro, con el pecho ceñido con guirnaldas de oro. Y cuando su obra ha terminado, cuando se derrama la última copa de la ira de Dios, vuelven y colocan sus copas vacías a los pies del Señor. TM 432.1

Y se registra la siguiente escena: “Después de esto... oí como la voz de una gran multitud, y como el estruendo de muchas aguas, y como la voz de grandes truenos, que decía: ¡Aleluya, porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso reina!” Y cantan el cántico de Moisés y el cántico del Cordero. TM 432.2

Manteneos cerca del caudillo

Hemos de mantenernos cerca de nuestro gran Caudillo, o seremos confundidos y perderemos de vista la Providencia que preside sobre la iglesia, sobre el mundo y sobre cada individuo. Dios obrará en forma profundamente misteriosa. Podemos perder los rastros de Dios y seguir nuestro propio aturdimiento diciendo: Tus juicios no son conocidos; pero si el corazón es leal a Dios, todas las cosas serán aclaradas. TM 432.3

Hay un día que pronto ha de amanecer sobre nosotros, cuando los misterios de Dios serán comprendidos y todos sus caminos vindicados; cuando la justicia, la misericordia y el amor serán los atributos de su trono. Cuando la guerra terrenal haya terminado y los santos estén todos reunidos en el hogar, nuestro primer tema será el cántico de Moisés, siervo de Dios. El segundo tema será el cántico del Cordero, el cántico de la gracia y la redención. Este canto será más potente, y se entonará con acentos más elevados y sublimes que resonarán por los atrios celestiales. Es el cántico de la providencia de Dios que conecta las diferentes dispensaciones; todo se verá entonces sin que haya un velo entre la dispensación legal, la profética y la evangélica. La iglesia histórica de la tierra y la iglesia redimida del cielo tienen su centro en la cruz del Calvario. Este es el tema, éste es el canto—Cristo el todo y en todo—, en himnos de alabanza que resuenan a través del cielo entonados por millares y millones de redimidos. Todos unen sus voces en este cántico de Moisés y del Cordero. Es un cántico nuevo, porque nunca antes se ha entonado en el cielo. TM 433.1

De nuevo pregunto: En vista de la revelación que le fue hecha a Juan en la isla de Patmos, la cual desde el comienzo del primer capítulo hasta el fin del último es luz, gran luz, revelada a nosotros por Cristo Jesús, quien escogió a Juan para que fuera el conducto por el cual esta luz brillara sobre el mundo: con verdades tan maravillosas y solemnes reveladas, con tan grandiosas verdades desplegadas ante nosotros en los sucesos que han de ocurrir precisamente antes de la segunda venida de Cristo en las nubes del cielo con poder y grande gloria, ¿cómo pueden los que pretenden discernir las maravillas de la ley de Dios integrar la lista de los impuros, fornicarios y adúlteros, apartándose constantemente de la verdad y obrando en secreto la iniquidad? ¿Creéis que pueden esconder sus caminos al Señor? ¿Creéis que Dios no ve? ¿Creéis que Dios no lo tiene en cuenta? TM 433.2

Huéspedes no invitados

Belsasar, mientras estaba ocupado en su sacrílego banquete, no era consciente del hecho de que tenía huéspedes a quienes no había invitado. El Dios del cielo oyó las alabanzas tributadas con vasos de oro y plata. Vio la profanación de lo que le había sido dedicado en vitrud de una santa consagración, al ser aplicado a propósitos profanos y licenciosos. Y es una verdad que debiera hacernos llorar a cada uno de nosotros la de que los que viven en estos últimos días, a los cuales han alcanzado los fines de los siglos, son mucho más culpables que Belsasar. Esto es posible de muchas maneras. Cuando los hombres han pronunciado los votos de consagración, comprometiéndose a dedicar todas sus facultades al servicio sagrado de Dios; cuando ocupan el puesto de expositores de la verdad bíblica y han recibido el solemne cometido; cuando se cita a Dios y los ángeles como testigos de la solemne dedicación del alma, el cuerpo y el espíritu al servicio de Dios, estos hombres que sirven en un cargo tan sagrado, ¿profanarán las facultades que Dios les ha concedido dedicándolas a propósitos impíos? ¿Será derribado el sagrado vaso, que Dios quiere usar para una obra elevada y santa, de su encumbrada y dominante esfera, para servir a concupiscencias envilecedoras? ¿No es esto acaso idolatría de la peor especie? Los labios expresan alabanzas y adoran a un ser humano pecaminoso, profiriendo expresiones de arrebatadora ternura y adulación que pertenecen sólo a Dios; las facultades dedicadas a Dios en solemne consagración sirven a una ramera; porque toda mujer que permite los requiebros de otro hombre fuera de su esposo, que acepte sus insinuaciones y cuyos oídos se complazcan en escuchar sus profusas palabras de afecto, de adoración o de cariño, es adúltera y ramera. TM 434.1

Ninguna desgracia es tan grande como el convertirse en adorador de un dios falso. Ningún hombre se halla en una oscuridad tan miserable como el que ha perdido el camino al cielo. Parece estar dominado por la infatuación, porque tiene un dios falso. La tarea de encauzar la adoración rendida a seres humanos caídos, corruptos, de esta tierra, hacia el único Objeto de culto, parece sin esperanza. En nuestro tiempo se están repitiendo continuamente la fiesta y el culto de Belsasar, y el pecado de éste se repite cuando el corazón, que Dios pide que sea entregado a él con pura y santa devoción, es desviado de él para adorar a un ser humano; y los labios pronuncian palabras de alabanza y adoración que pertenecen sólo al Señor Dios del cielo. Cuando se permite que los afectos que Dios reclama para él solo se dirijan a objetos terrenales—una mujer, un hombre, o alguna cosa terrenal—, Dios es reemplazado por el objeto que encadena los sentidos y los afectos; y las facultades que fueron solemnemente consagradas a Dios son dedicadas a un ser humano que está contaminado por el pecado. A los hombres y mujeres que una vez llevaron la imagen de Dios, pero que están perdidos por la desobediencia y el pecado, él quiere restaurarlos nuevamente haciéndolos participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia. Y cuando los hombres y mujeres dedican las facultades que Dios les ha dado a propósitos impíos, para servir a la concupiscencia, se deshonra a Dios y ellos se arruinan. TM 435.1

Cuando os dediquéis a adorar a un hombre o a una mujer, recordad que está presente el mismo Testigo que en la fiesta de Belsasar. En esa ocasión, cuando estaban en plena orgía, cuando Dios había sido olvidado, cuando los sentidos carnales estaban encendidos, una sensación de terror se posesionó de toda alma. La copa que el rey estaba alabando e idolatrando cayó de su mustia mano, y en el lenguaje del Espíritu de Dios, “el rey palideció, y sus pensamientos lo turbaron, y se debilitaron sus lomos, y sus rodillas daban la una contra la otra”. Una mano misteriosa, exangüe, estaba escribiendo sobre el muro. Esos dedos misteriosos, que pertenecían a un poder invisible y eran guiados por él, escribieron caracteres igualmente misteriosos, ininteligibles para esos despavoridos disolutos. Una luz como el relámpago seguía a la formación de cada letra, y permanecía allí, como si fueran caracteres vivos, de pasmoso y terrible significado para todos los que los contemplaban. “Mene, mene, tekel, uparsin”. Su misma ignorancia de aquellas letras trazadas sobre el muro, que seguían irradiando luz, infundía terror a sus corazones pecaminosos. Sus conciencias, al despertar, interpretaron estas palabras como una denuncia contra ellos. El recelo, el temor y la alarma se apoderaron del rey y de los príncipes. TM 435.2

Belsasar—aterrado por esa demostración del poder de Dios, que revelaba que había un testigo, aunque ellos no lo sabían—había tenido grandes oportunidades de conocer las obras del Dios viviente y su poder, y de hacer su voluntad. Había tenido el privilegio de tener mucha luz. Su abuelo, Nabucodonosor, había sido amonestado acerca del peligro de olvidar a Dios y glorificarse a sí mismo. Belsasar sabía que su abuelo había sido desterrado de la sociedad de los hombres para vivir entre las bestias del campo; y esos hechos, que debieran haber sido una lección para él, fueron desoídos, como si nunca hubieran ocurrido; y continuó repitiendo los pecados de su abuelo. Se atrevió a cometer los crímenes que acarrearon los juicios de Dios sobre Nabucodonosor. Fue condenado, no sólo porque estaba obrando impíamente, sino también por no haber aprovechado las oportunidades de ser recto, y las cualidades que, si las hubiera cultivado, le hubieran ayudado a serlo. TM 436.1

¿Por qué será condenado?

Dios no condenará a nadie en el juicio porque honradamente haya creído una mentira, o concienzudamente haya albergado el error; sino porque descuidó las oportunidades de familiarizarse con la verdad. El incrédulo será condenado, no porque fue incrédulo, sino porque no aprovechó los medios que Dios puso a su alcance para que pudiese llegar a ser cristiano. TM 437.1

Esto es lo que se verá en el juicio. Dios ha lanzado claras reprensiones contra los hombres y mujeres que han pecado al corromper sus cuerpos y al mancillar sus almas con la lascivia. Conocen las advertencias dirigidas a otros que, en circunstancias similares, fueron vencidos por la tentación, y saben que el desagrado de Dios cayó sobre ellos. Tienen el ejemplo de José y Daniel, que temían a Dios. José, cuando fue tentado, miró al cielo y se dio cuenta de que el ojo de Dios estaba sobre él, y exclamó: “¿Cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios?” También mencionó el deber hacia su Señor, que confiaba en él tan plenamente, como una razón para no pecar. TM 437.2

Dios ha iluminado el sendero de todos. Las palabras de reprensión, advertencia y cautela han sido dadas para los que se hallan en circunstancias similares, y Dios ha expresado que condena el pecado en todas sus formas. Se reprende y condena claramente el pecado de lascivia. Los hombres y mujeres serán juzgados de acuerdo con la luz que les fue dada por Dios. Las lecciones descuidadas se convierten en terribles juicios. Si son desatendidas, las amonestaciones de Dios, de las cuales se apartan los hombres para seguir una conducta de su propia elección, no proporcionarán ninguna lección ni instrucción práctica. Estas amonestaciones los condenarán en el juicio. La única seguridad consiste en aceptar para uno mismo toda lección que reciban los demás. Su responsabilidad comienza cuando recibe el mensaje. TM 437.3

Mostrad el poder de Dios

Dios requiere que los que pretenden ser sus emisarios para presentar la verdad al mundo, manifiesten en todos los lugares, tanto encumbrados como humildes, en la vida pública y en la intimidad de la vida privada, que están en relación con Dios, que el cristianismo los ha ennoblecido y que son más santos y más felices que los que no manifiestan lealtad a los mandamientos de Dios. El Señor exige que cada uno de sus seguidores revele el carácter de Cristo al mundo en su vida, y que dé testimonio por precepto y ejemplo de que Cristo no sufrió y murió en vano, y de que la imagen de Dios puede ser restaurada en ellos por medio de su gracia redentora. TM 438.1

Se representa a Dios como pesando las palabras, los hechos, los motivos, y todo lo que determina el carácter de todos los hombres. “El Dios de todo saber es Jehová, y a él toca el pesar las acciones”. “Por cierto, vanidad son los hijos de los hombres, mentira los hijos de varón; pesándolos a todos igualmente en la balanza, serán menos que nada”. “Tú, que eres recto, pesas el camino del justo”. “Todos los caminos del hombre son limpios en su propia opinión; pero Jehová pesa los espíritus”. Lecciones importantes se nos sugieren en estos versículos. No hay un solo pensamiento o motivo en el corazón con el cual Dios no esté familiarizado. El ve todas las cosas tan claramente como si estuvieran visibles, registradas en caracteres vivos, y él pesa los motivos y las acciones individuales. TM 438.2

Dios debe poseer todo el corazón

Comprendan nuestros ministros y obreros que no necesitan recibir mayor luz proveniente del púlpito, sino vivir de acuerdo con la luz que ya poseen. De nada servirá predicar hoy la solemne verdad al pueblo si se cae mañana en el más abominable proceder o se sigue una conducta torcida la semana próxima. El que escudriña los corazones, el que pesa el carácter, denunciará toda acción injusta en su gran tribunal. “Oh Jehová, tú me has examinado y conocido... y todos mis caminos te son conocidos”. “Has entendido desde lejos mis pensamientos”. Ahora considerad esto. Hay un testigo de todas vuestras acciones más secretas, de las que nunca cometeríais en presencia de los hombres; pero porque Dios es invisible a los ojos humanos, hacéis delante de él cosas que le son abominables, como si él no lo supiera. Leed ahora los requerimientos de Dios con respecto a todo hombre y toda mujer: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo”. No disminuirá en lo más mínimo su requisito; no aceptará un culto a medias mientras se dedica a un ídolo la mitad del corazón. Dios requiere todo el corazón, toda la mente. No estáis autorizados para apartar vuestra mente de Dios y entronizar en ella algún otro objeto. TM 439.1

Se pesa el carácter

En un platillo se pone el requisito divino y en el otro el carácter del hombre, y la balanza del santuario celestial decide la suerte de todo hombre para la eternidad. Mirad esto, los que habéis vivido descuidadamente y habéis considerado el pecado con liviandad. Durante años habéis ignorado vuestra responsabilidad hacia Dios—años en que os habéis entregado egoístamente a una conducta prohibida. Considerad el carácter perfecto, inmutable, de la ley, cuyos requisitos habéis defendido verbalmente La ley demanda obediencia perfecta, indeclinable. En este último platillo se coloca también el pecado, la insensatez, el engaño, los pensamientos impuros, las acciones impías; y el mayor o menor peso determina la felicidad o la desgracia de los individuos; y sobre la balanza de muchos se pone la siguiente inscripción: “Pesado has sido en balanza, y fuiste hallado falto”. TM 439.2

¿Querrán considerar sus propios casos los destinatarios de esta carta, sin pronunciar sentencia sobre algún otro, sino examinando su propio carácter a la luz de la ley de Dios? TM 440.1

¿Ha sido transformado vuestro carácter? ¿Ha sido reemplazada la oscuridad por la luz, el amor al pecado por el amor a la pureza y la santidad? ¿Os habéis convertido, vosotros que estáis ocupados en enseñar la verdad a otros? ¿Se ha producido en vosotros un cambio cabal y radical? ¿Habéis entretejido a Cristo en vuestro carácter? Necesitáis tener certeza absoluta de ello. ¿Se ha levantado el Sol de justicia y ha estado brillando sobre vuestra alma? Si tal es el caso, vosotros lo sabéis; y si no sabéis si estáis convertidos o no, no prediquéis un solo sermón desde el púlpito hasta que lo sepáis. ¿Cómo podéis guiar a las almas a la fuente de la vida si vosotros mismos no habéis bebido de ella? ¿Sois simuladores o sois realmente hijos de Dios? ¿Estáis sirviendo a Dios, o a los ídolos? ¿Habéis sido transformados por el Espíritu de Dios, o estáis todavía muertos en vuestras transgresiones y pecados? Ser hijos de Dios significa más de lo que muchos sueñan, porque no se han convertido. Se pesa a los hombres en la balanza y se los halla faltos cuando viven cometiendo algún pecado conocido. Es el privilegio de todo hijo de Dios ser un verdadero cristiano momento tras momento; entonces tienen todo el cielo de su parte. Tiene a Cristo morando por la fe en su corazón. TM 440.2

Un alma unida con Cristo, que come su carne, bebe su sangre, acepta toda palabra que sale de la boca de Dios y vive de ella, luchará contra toda transgresión y toda insinuación del pecado. Llega a ser cada día más semejante a una luz refulgente, llega a ser cada día más victoriosa. Va avanzando de fuerza en fuerza, no de debilidad en debilidad. TM 441.1

Que nadie engañe a su propia alma en este asunto. Si albergáis orgullo, estima propia, amor a la supremacía, vanagloria, ambición impía, murmuración, descontento, amargura, maledicencia, mentira, engaño, calumnia, Cristo no está morando en vuestro corazón, y es evidente que tenéis la mente y el carácter de Satanás, no el de Cristo Jesús, que era manso y humilde de corazón. Debéis tener un carácter cristiano que prevalezca. Podéis tener buenas intenciones, buenos impulsos, podéis explicar la verdad en forma clara, pero no sois idóneos para el reino de los cielos. Hay en vuestro carácter material vil, que destruye el valor del oro. No habéis alcanzado la norma. El sello de lo divino no está sobre vosotros. El horno de fuego os consumiría, porque sois oro sin valor, falsificado. TM 441.2

Debe haber completa conversión entre los que pretenden conocer la verdad; de otra manera, caerán en el día de la prueba. El pueblo de Dios debe alcanzar una norma elevada. Debe ser nación santa, pueblo adquirido por Dios, linaje escogido, celoso de buenas obras. TM 441.3

Dirigid vuestro corazón hacia Sion

Cristo no murió por vosotros para que pudierais tener las pasiones, los gustos y los hábitos de los hombres del mundo. Es difícil distinguir los que sirven a Dios de los que no le sirven porque hay tan poca diferencia de carácter entre los creyentes y los no creyentes. No podéis servir a Dios y a Belial. Los hijos de Dios pertenecen a una nación diferente: el imperio de la pureza y la santidad. Son la nobleza del cielo. El sello de Dios está sobre ellos. Tan evidente y perceptible es esto, que ese contraste provoca la enemistad del mundo contra ellos. Exhorto a cada uno de los que pretenden ser hijos de Dios que nunca olviden esta gran verdad, que necesitamos que el Espíritu de Dios esté dentro de nosotros para alcanzar el cielo y que Cristo obre sin interferencias de nuestra parte para que tengamos lugar en la herencia inmortal. TM 441.4

Los que pueden amar, tan avasalladora y apasionadamente a seres humanos, hombres o mujeres, adoran a un ídolo al dedicarle los afectos de su corazón. Una de las características de los hijos de Dios es que el cielo es el objeto de su conversación, sus simpatías, su desbordante amor y afecto. ¿Cuál es la nota predominante de vuestros sentimientos, vuestros gustos, vuestras inclinaciones? ¿Hacia dónde se dirige la corriente principal de vuestras simpatías, vuestros afectos, vuestra conversación, vuestros deseos? TM 442.1

Nadie entra por los portales de gloria a menos que oriente su corazón en esa dirección. Meditad entonces en estas preguntas: ¿Ocupan las cosas terrenales vuestro primer interés? ¿Son puros vuestros pensamientos? ¿Estáis respirando la atmósfera del cielo? ¿Lleváis con vosotros los miasmas de la corrupción? ¿Ama y adora vuestro corazón a una mujer a quien no tenéis derecho de amar? ¿Dónde está vuestro corazón? ¿Dónde está vuestro tesoro? ¿Dónde está vuestro dios? ¿Habéis estado lavando las vestiduras de vuestro carácter emblanqueciéndolas en la sangre del Cordero, o estáis mancillándolas con la contaminación moral? Aplíquense esto a sí mismos los ministros del Evangelio. Tenéis el bendito privilegio de comprender las Escrituras, pero, ¿buscáis sinceramente la gloria de Dios? ¿Sois fervientes y consagrados? ¿Estáis sirviendo a Dios con pureza y en la hermosura de la santidad? Preguntaos sinceramente: ¿Soy yo un hijo de Dios, o no lo soy? TM 442.2

“Vosotros sois la luz del mundo”. ¡Qué impresión produjo sobre Darío la conducta de Daniel! Este vivió una vida pura y santa. Dios estaba primero para él. Cuando el verdadero cristianismo reina en el corazón, se revela en el carácter. Todos reconocerán que los tales han estado con Jesús. Los afectos deben ser íntegramente consagrados a Dios. TM 443.1

Se necesita una reforma cabal

Necesitamos una reforma cabal en todas nuestras iglesias. El poder convertidor de Dios debe entrar en la iglesia. Buscad al Señor con todo fervor, quitad de en medio vuestros pecados y quedaos en Jerusalén hasta que seáis investidos de poder de lo alto. Permitid que Dios os aparte para la obra. Purificad vuestras almas por la obediencia a la verdad. La fe sin obras es muerta. No posterguéis el día de la preparación. No dormitéis desapercibidos, sin tener aceite en las vasijas con vuestras lámparas. Nadie permita que su seguridad con respecto a la eternidad dependa de una mera posibilidad. No permitáis que este asunto quede en peligrosa incertidumbre. Preguntaos a vosotros mismos con fervor: ¿Estoy yo entre los salvados, o entre los perdidos? ¿Estaré en pie o no estaré? Sólo el limpio de manos y puro de corazón estará en pie en aquel día. TM 443.2