Testimonios para los Ministros
La necesidad de discernimiento espiritual
A bordo del barco Alameda, en el ancho océano,
17 de noviembre de 1891
La redención es parte de la naturaleza divina. Es prerrogativa de Dios reconstruir, no destruir. El Hijo de Dios fue entregado a la muerte antes de la fundación del mundo. La existencia del pecado es inexplicable; por lo tanto, ni una sola alma sabe quién es Dios antes que se vea a sí misma iluminada por la luz que refleja la cruz del Calvario, y se deteste a sí misma con amargura de alma, considerándose pecadora. Cuando clame en su gran necesidad de un Salvador que perdona el pecado, entonces Dios se le revelará lleno de gracia, compasión, perdón y amor, longánime y paciente. Individualmente, como miembros de iglesia, si somos fieles siervos de Jesucristo, somos también colaboradores de Dios. Cuando alguien recibe magulladuras por parte del enemigo y comete algún error, nosotros, como fieles y leales al Maestro, como colaboradores de Dios, debemos asumir esa obra misionera que está junto a nosotros; debemos trabajar para sanar, no para arruinar y destruir. Tenemos esperanza en Cristo porque somos pecadores. Tenemos derecho a reclamar un Salvador. Entonces, cuando cualquiera de los que colaboran con nuestras instituciones cometa errores, no haya quienes denuncien, condenen y destruyan como si no tuvieran falta alguna. TM 264.3
La obra del cristiano consiste en reparar, restaurar y curar. Este proceso sanador salva muchas almas y cubre multitud de pecados. Dios es amor; Dios es amor en sí mismo, en su esencia. El obtiene los mejores resultados de lo que parece un perjuicio, y no le da ocasión de triunfar a Satanás pues no permite que aparezca lo peor de nosotros ni expone nuestra debilidad frente a nuestros enemigos. No debemos introducir el mundo en la iglesia ni casarlo con ella, estableciendo así un vínculo de unidad. De esa manera la iglesia ciertamente se corromperá; llegará a ser, como se declara en el Apocalipsis, “albergue de toda ave inmunda y aborrecible”. TM 265.1
La influencia de la unión con los mundanos
Si se relacionan con el mundo, nuestras instituciones se debilitarán; no se podrá confiar en ellas, porque esos elementos mundanos, introducidos y ubicados en puestos de confianza, considerados maestros respetables en su posición educadora, rectora y oficial, serán manejados seguramente por el espíritu y el poder de las tinieblas; no se distinguirá la línea que separa al que sirve a Dios del que no lo sirve. Cristo presentó la parábola del campo en el que se pensaba que se había sembrado puro trigo, pero al final los encargados observaron el campo con desaliento y preguntaron: “¿No sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña?” El dueño del campo contestó: “Un enemigo ha hecho esto”. TM 265.2
El acusador de los hermanos
Así se me presentó lo referente al Retiro Rural de Salud. [veasé el Apéndice.] Yo tenía un mensaje de amonestación. Hablé con fervor y sé que el Señor puso su Espíritu Santo sobre mí mientras presentaba el peligro de la asociación con el mundo y el amor a él. El mundano está siempre a la expectativa para criticar y acusar a los que sirven a Dios. Esto se pondrá de manifiesto mediante las quejas y querellas que promueven los profesos cristianos, que nunca han sido transformados por la gracia de Jesucristo. Son enemigos mortales de los creyentes. Desprecian el sábado del cuarto mandamiento, y si logran que parezcan culpables los que luchan por obedecer los mandamientos de Dios, Satanás habrá lanzado una flecha, y entonces, ¿qué ocurre? pues que manifiesta su carácter acusador; pero sus crueles estocadas harán poco daño si los profesos creyentes permanecen fieles a las palabras de Cristo y son hacedores y no sólo oidores de su palabra. Los que reciben estas quejas están obligados ante Jesucristo a amar y respetar y a ser mutuamente leales con los que están unidos a Cristo por ser miembros de la iglesia. El aliarse con los buscadores de faltas, el acusar a los hermanos, el aceptar los cargos que vienen a depositar junto a la puerta, equivale a secundar la obra del enemigo colocándose en sus manos para que su obra tenga éxito. TM 266.1
Por qué fue odiado Cristo
Presenté a los oyentes el caso de Jesús, el Señor de vida y gloria, que fue crucificado para complacer la maldad de los judíos, porque los principios que presentaba no coincidían con sus ideas ni con las ambiciosas metas que se habían fijado. Condenaba todo engaño, toda maniobra subterránea para lograr la supremacía y todo acto impío. Pilato y Herodes se hicieron amigos al crucificar a Jesucristo. Complacieron a los judíos al sancionar la enemistad de ellos contra Aquel a quien Pilato había proclamado inocente. Les presenté a Judas, que traicionó a su Señor por dinero; a Pedro, que lo negó cuando lo humillaban en el tribunal. Pocas horas antes había asegurado con gran firmeza a su Maestro que iría con él a la cárcel y a la muerte. Y, a pesar de la declaración de Jesús de que antes que el gallo cantara lo negaría tres veces, tenía tanta confianza en sí mismo que no aceptó las palabras de Cristo como verdad. ¡Cuán poco se conocía a sí mismo! ¡Cuán pronto las circunstancias pusieron a prueba su lealtad a su Maestro! Negó a Jesús en la misma hora en que debería haber velado con él en ferviente oración. Cuando fue acusado en el tribunal de ser uno de los discípulos de ese Hombre, lo negó. Y la tercera vez que fue acusado, reafirmó su negación con maldiciones y juramentos. TM 267.1
El efecto de una conversión genuina
Dijo Cristo: “Recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos”. La mirada de dolor y tristeza que Jesús dirigió a Pedro no fue desesperada; quebrantó el corazón de Pedro, que había negado a su Señor. TM 267.2
Pero Pedro se convirtió y luego, después de la crucifixión y la resurrección de Cristo, cuando compareció ante los dirigentes, se puso valientemente de parte de Jesús y acusó a esos hombres con estas palabras: “Mas vosotros negasteis al Santo y al Justo, y pedisteis que se os diese un homicida, y matasteis al Autor de la vida”. En esa ocasión Pedro puso de manifiesto que después de su conversión llegó a ser un hombre completamente diferente del hombre jactancioso y confiado en sí mismo que antes había sido. TM 268.1
Presenté ante ellos la voz del mundo, los enemigos de Cristo, que dijeron a los mensajeros del Señor que no enseñaran en ese Nombre ni los culparan por su muerte. ¿Dio resultado esa amenaza? ¿Acobardó a los testigos de Cristo? No; proclamaron el mensaje que Dios les había confiado y fueron encerrados en la cárcel; pero Dios envió a su ángel para librarlos. El ángel del Señor abrió en la noche las puertas de la cárcel y, sacándolos, dijo: “Id, y puestos en pie en el templo, anunciad al pueblo todas las palabras de esta vida”. La voz de los ángeles celestiales se oponía directamente a la de las autoridades y, ¿a cuál de ellas debían obedecer? “Respondiendo Pedro y los apóstoles dijeron: Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres levantó a Jesús, a quien vosotros matasteis colgándolo en un madero. A éste, Dios ha exaltado con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados. Y nosotros somos testigos suyos de estas cosas, y también el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que le obedecen. Ellos, oyendo esto, se enfurecían y querían matarlos”. Entonces Gamaliel, un doctor de la ley, intercedió en favor de los apóstoles, y sus palabras prevalecieron. Bien, éstas son algunas de las palabras que el Señor me dio para que las transmitiera a los hermanos. TM 268.2
Cómo tratar al que yerra
Las palabras que se me dieron eran de la clase que yo sabía que la gente necesitaba, y que la beneficiaría si les prestaban atención. Un discurso se refería a cómo tratar a los que están unidos con nosotros en la obra de la iglesia, cuando yerran. No deberían permitir que sus mentes fueran inducidas a actuar sobre la base de las palabras que profirieran los enemigos del Señor contra sus hijos. Si se presentan quejas, murmuraciones o acusaciones, deben estudiar en la escuela de Cristo qué conducta seguir hacia aquellos contra quienes se formulan dichas quejas. Trata el asunto entre él y tú solo y, si no escucha, entonces llama a dos o tres más y, si no los escucha tampoco, entonces dilo a la iglesia. TM 269.1
No améis al mundo
El mundo no tiene nada que ver con los creyentes en esta obra Los mundanos no pueden percibir los motivos y principios por medio de los cuales los hijos de Dios están ligados el uno al otro en sus relaciones y en su trato mutuo. Debemos ser soldados fieles y leales en el ejército de Jesucristo. Todos sus seguidores deben andar al paso de su Jefe. Nunca deben transmitir sus secretos a los enemigos de Cristo ni hacerles confidencias respecto a sus movimientos ni a las actividades que se proponen realizar; porque eso equivale a traicionar cometidos sagrados y darle al enemigo todas las ventajas. Celebren consejo los hijos de Dios dentro de su propia esfera. Los enemigos de Cristo no deben familiarizarse con sus secretos, mientras se mantiene en ignorancia a los hijos de Dios con respecto a las cosas que precisamente deben saber. Los secretos de Jehová son para los que lo temen. TM 269.2
El mundo es el principal enemigo de la religión. Las fuerzas satánicas están obrando constantemente por medio del mundo y de los que profesan ser cristianos pero que, por el contrario, están íntimamente relacionados con el mundo. Están de tal manera unidos con él en metas y formas de obrar, que no pueden establecer la diferencia que existe entre el que sirve a Dios y el que sirve al mundo. El enemigo está obrando constantemente para exaltar al mundo, a fin de que éste sea considerado como superior a los que creen en Jesús y tratan de ser hacedores de su Palabra. Las expresiones de alabanza y adulación de los mundanos se reciben como dulces bocados, pero el juicio de los que gustan de esa clase de alimento está de acuerdo con la debilidad que manifiestan en ese sentido. Su vida espiritual se compone precisamente del material de que se alimentan. Su experiencia cristiana depende mayormente de la adulación y el aprecio humano. El temor y el amor de Dios no están entretejidos en su experiencia. TM 270.1
¡Cuán lamentable y triste es ver caer tan completamente en manos del mundo a hombres que han conocido algo del Espíritu de Dios, al punto de dejarse regir e influir por su voz y depender de sus favores para lograr fortaleza y éxito! ¡Cuán ciertamente se han alejado de Cristo, cuán llenos están de confianza propia, cuán colmados de ostentación, de vanidad, y cuán cortos de vista son para las cosas espirituales! ¡Cuán poco discernimiento tienen para distinguir al que es hijo de Dios, heredero del reino, del que es hijo del maligno, hijo de desobediencia y enemigo de Dios! TM 270.2
Las dos clases de personas
Hay sólo dos clases de personas en el mundo: los que son obedientes a Jesucristo y buscan al Maestro para hacer su voluntad, y obran para la salvación de su propia alma y la de todos los que se relacionan con ellos y llevan el nombre de Cristo; y los hijos de desobediencia. Hay sólo dos clases de personas en el mundo. Escuchad, pues, las palabras de Alguien que sabe: “Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo. Ellos son del mundo; por eso hablan del mundo, y el mundo los oye”. Hay almas que están siendo engañadas. El temor y el amor de Dios no prevalecen sobre ellas. El mundo es su señor, y ellos se lanzan tras ese espejismo engañoso y adulador. Escuchad al que dio su vida por el mundo, “para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. Habló como nadie lo hizo. Todo el (capítulo 15) de Juan contiene una lección muy importante. Leedlo; obedecedlo. Escuchad de nuevo la voz de Dios: “No podéis servir a Dios y a las riquezas”. TM 270.3
La mezcla de creyentes con no creyentes
No firme el pueblo de Dios en ninguna de nuestras instituciones una tregua con el enemigo de Dios y del hombre. El deber de la iglesia hacia el mundo no consiste en acomodarse a sus ideas ni aceptar sus opiniones y sugerencias, sino en prestar oídos a las palabras de Cristo por medio de su siervo Pablo: “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañía tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo?” Esto se aplica, en un sentido especial, a la unión matrimonial con los incrédulos, pero abarca un campo más amplio que éste: se aplica a los instrumentos establecidos por Dios, a nuestras instituciones de salud, a nuestros colegios, a nuestras casas editoras. TM 271.1
El asunto se nos presenta de la debida manera. Se formula la pregunta: “¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo”. ¿Qué significa esto? Abarca las sugestiones, las malas obras de los hijos de desobediencia. En ningún caso debéis contaminaros con el espíritu o la influencia de los incrédulos. Temed uniros o formar gavillas con ellos. Temed comunicar las obras relacionadas con la causa de Dios a los que no tienen parte con él, o no simpatizan con los que aman la verdad del Señor. “Y yo os recibiré, y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso”. TM 272.1
Elevo mi voz de amonestación contra la mezcla en nuestras instituciones de elementos mundanos con creyentes; tenemos que dar la voz de alarma. Si se ubica en nuestras instituciones a ciertas personas en puestos de confianza, las elevamos inmediatamente a la categoría de educadores. Se enseña a todos a solicitar instrucción de esas personas, lo que constituye una trampa para los incautos, que de esta manera confunden sus ideas con respecto a la justicia y la verdad. Escuchan a esas personas que no tienen respeto por la verdad, cuando manifiestan desprecio o hablan desdeñosamente de ella, en circunstancias que debería considerársela firmemente como verdad sagrada. TM 272.2
Cuando debieran hacerse planes para la jornada de labor del viernes, teniendo en cuenta el sábado del Señor, Satanás obra por medio de esos hijos de desobediencia, que prolongan el período de servicio de manera que abarque también las horas sagradas, y disponen que los que están a sus órdenes trabajen en sábado, con lo que ellos se regocijan y Satanás triunfa. TM 272.3
Cuando los hombres que ocupan los puestos de más alta responsabilidad no hacen diferencia entre los que sirven a Dios y los que no lo sirven, ponen de manifiesto que su mayor interés no es la gloria de Dios; por lo tanto, todo su ser está en tinieblas. Cuando los hombres que tienen autoridad asimilan de tal manera el espíritu de los mundanos que reciben como verdaderas las quejas de los incrédulos, no saben qué espíritu los mueve. Cuando alientan ese espíritu y las quejas contra los hijos de Dios, dan evidencia de que están trabajando de parte del enemigo para desprestigiar y humillar a los que ama el Señor, y fortalecen al mismo tiempo las manos de los impíos que están haciendo una mala obra. Cuando permiten con toda libertad que los acusadores de los hijos de Dios hagan planes en lugar de ellos en contra de sus escogidos, no están consultando a Cristo para hacer sus planes. TM 273.1
Tratad con justicia a los que yerran
Si un hijo del Señor yerra, entonces, si los hombres que tienen autoridad poseen discernimiento espiritual, comprenderán que su puesto no les permite traicionar cometidos sagrados, y no van a entregar la causa de Dios en manos del enemigo. No guardarán silencio precisamente ante los que debieran merecer su confianza, para trabajar en silencio y secreto y revelar sus planes a los que no simpatizan con el pueblo escogido de Dios. Si cualquier obrero de nuestras instituciones de salud es objeto de murmuración y acusaciones por parte de incrédulos o creyentes, cuélguense carteles por todo el establecimiento con las siguientes instrucciones especiales dadas por nuestro Maestro, Jesucristo: “No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido”. TM 273.2
Id a los que suponéis que están en error, hablad con ellos, no obrando con duplicidad e hipocresía, tratándolos todos los días con aparente cordialidad, mientras conspiráis contra ellos en perfecta armonía con los instrumentos satánicos que están obrando para desarraigar, derribar y eliminar de la institución a los que los incrédulos quieren eliminar, mientras no decís una sola palabra a los hermanos en la fe para redimirlos y restaurarlos si están en el error. Y si no lo están, para defender lo justo y reprender a quien corresponda: a los que conspiran, pues Satanás está actuando entre bastidores. El Señor Jesús reprendió a los fariseos, asemejándolos a sepulcros disimulados, ocultos a la vista, pero llenos de podredumbre. El Señor odia todo engaño, sigilo e insidia. Esa es la obra de Satanás. La obra de Dios es abierta y franca. Que nadie actúe contra un hijo de Dios apoyándose en el testimonio del enemigo del Señor y obrando como Satanás: ocultándose y, sin embargo, sugiriendo, instigando, planeando, en perfecta armonía con los enemigos del Señor. TM 274.1
¿Cómo puede considerar el universo del cielo esa obra disimulada y cobarde contra los que aman a Dios y guardan sus mandamientos? Los miembros de la iglesia pueden cometer errores y a menudo lo hacen; pero debemos tratarlos con bondad, con ternura, como Cristo nos trató. Pero la reprensión de Dios cae sobre todos los que hacen la obra de Dios engañosamente, profesando ser amigos de Cristo y, sin embargo, trabajando solapadamente, en las tinieblas, contra los que aman a Dios. “Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado”. TM 274.2
Esta es nuestra obra, hermanos. ¿La haremos? Tan poco de esto se hace que estas palabras del Testigo Fiel se dirigen a la iglesia: “Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido”. TM 275.1
“Jehová te reprenda, oh Satán”
“Me mostró al sumo sacerdote Josué, el cual estaba delante del ángel de Jehová, y Satanás estaba a su mano derecha para acusarlo. Y dijo Jehová a Satanás: Jehová te reprenda, oh Satanás; Jehová que ha escogido a Jerusalén, te reprenda. ¿No es éste un tizón arrebatado del incendio? Y Josué estaba vestido de vestiduras viles, y estaba delante del ángel”. Así se presentó Satanás. Había engañado a esas almas con sus mentiras y artificios. Pero se habían arrepentido delante de Dios, y el perdón estaba escrito frente a sus nombres. Satanás los estaba acusando de pecados y reclamando su derecho de hacer lo que quisiera con ellos, debido a las transgresiones que él mismo los había inducido a cometer. Pero Jesús contempló con la más tierna y amorosa compasión a esas almas que creían en él y que confiaban en su justicia. “Y habló el ángel, y mandó a los que estaban delante de él, diciendo: Quitadle esas vestiduras viles. Y a él le dijo: Mira que he quitado de ti tu pecado, y te he hecho vestir de ropas de gala. Después dijo: Pongan mitra limpia sobre su cabeza. Y pusieron una mitra limpia sobre su cabeza, y le vistieron las ropas. Y el ángel de Jehová estaba en pie”. ¿Pronunciarán los hijos de Dios, los que han sido puestos en cargos de confianza, las palabras de Satanás contra los hijos de Dios? Actuemos como cristianos, leales como el acero a Dios y a su santa obra; listos para descubrir las artimañas de Satanás en la obra oculta y engañosa que realiza por medio de los hijos de desobediencia. TM 275.2
Nuestras palabras
“Vuestras palabras contra mí han sido violentas, dice Jehová. Y dijisteis: ¿Qué hemos hablado contra ti? Habéis dicho: Por demás es servir a Dios. ¿Qué aprovecha que guardemos su ley, y que andemos afligidos en presencia de Jehová de los ejércitos? Decimos, pues, ahora: Bienaventurados son los soberbios, y los que hacen impiedad no sólo son prosperados, sino que tentaron a Dios y escaparon”. Estas son las palabras de los no consagrados, que se separan de Dios cegados por el enemigo. No pueden percibir los caminos y las obras de Dios. Después se presenta el grupo opuesto: “Entonces los que temían a Jehová hablaron cada uno a su compañero”. Estas palabras no contenían maledicencia contra los hermanos ni quejas contra Dios; en cambio, eran palabras pronunciadas por corazones sinceros, en las cuales no había engaño ni sigilo ni insidia. “Y Jehová escuchó y oyó y fue escrito libro de memoria delante de él para los que temen a Jehová, y para los que piensan en su nombre. Y serán para mí especial tesoro, ha dicho Jehová de los ejércitos, en el día en que yo actúe; y los perdonaré, como el hombre que perdona a su hijo que lo sirve. Entonces os volveréis, y discerniréis la diferencia entre el justo y el malo, entre el que sirve a Dios y el que no lo sirve”. TM 276.1
Nuestra fuerza está en la unión con Cristo
Quiera el Señor bendecir a su pueblo con visión celestial, para que se dé cuenta de que los hijos de Dios y el mundo nunca pueden estar en sociedad. Todo el que quiera ser amigo del mundo será enemigo de Dios. Aunque todos deben trabajar con Cristo para transformar a los hijos de las tinieblas, señalándoles el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, no pueden tener una simpatía tan desbordante por los mundanos, que pongan su influencia de parte de ellos para llevar a cabo sus sugerencias de debilitar a los escogidos de Dios y cometer injusticias contra ellos. El Señor no obra de esa manera. En la unidad perfecta y cabal está la fortaleza. No por la cantidad, sino por la perfecta confianza y unidad con Cristo, uno puede perseguir a mil, y dos poner en fuga a diez mil. No entablemos relaciones impías con los amigos del mundo, porque Dios las ha maldecido. Manténgase firme el pueblo de Dios de parte de la verdad y la justicia. Ya vemos las terribles consecuencias que produce la unión de los creyentes con los incrédulos. El resultado es que éstos reciben la confianza que corresponde sólo a los que aman y reverencian a Dios. TM 276.2
Ya el poder de las tinieblas ha puesto su sello y su inscripción sobre la obra que debiera aparecer inmaculada y sin la contaminación que producen los arteros engaños de Satanás. Levantemos nuestra voz de advertencia contra el plan de atraer a la gente a nuestras reuniones sociales por medio de métodos mundanos, tales como remates y otros atractivos semejantes. Apartaos. No toquéis lo inmundo. No se gobierne el pueblo de Dios por medio de la orientación y las propuestas del mundo. ¡Ay de aquel cuya sabiduría no es de lo alto sino de abajo! Hombres de piedad superficial, en su deseo de obtener apoyo y fama, traicionan los más sagrados intereses en beneficio de los incrédulos. TM 277.1
No se obtenga dinero por medio de maniobras sucias o sancionándolas. Si los obreros, aunque sean pocos, tienen la gracia de Cristo en el corazón, Dios puede obrar con ellos en nuestras instituciones, y tendrán éxito. No debe operar ningún poder engañador, porque eso es sucio. No debe haber manos contaminadas. Dios aceptará las manos limpias y el corazón puro. “Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados”.* TM 277.2
La luz de la gloria de Dios debe descender sobre nosotros. Necesitamos la santa unción de lo alto. Por inteligente, por erudito que sea un hombre, no está capacitado para enseñar a menos que esté firmemente asido del Dios de Israel. El que está relacionado con el cielo hará las obras de Cristo. Por la fe en Dios tendrá poder para influir sobre la humanidad. Buscará las ovejas perdidas de la casa de Israel. Si el poder divino no se combina con el esfuerzo humano, no doy un cinco por todo lo que pueda hacer el hombre más grande. Falta el Espíritu Santo en nuestra obra.—The Review and Herald, 18 de febrero de 1890. TM 278.1