Testimonios para los Ministros

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Capítulo 10—Métodos, principios y motivos correctos

La debida educación*

Cooranbong, Australia,

27 de agosto de 1895

Queridos Hno. y Hna.-----,

Los alumnos del colegio preparatorio, de actividades manuales, que hemos fundado en este lugar, están haciendo lo mejor que pueden para seguir la luz que Dios ha dado y combinar con su preparación mental el debido uso del cerebro y los músculos. Hasta aquí los resultados han excedido a nuestras expectativas. Cuando terminó el primer período, que fue considerado de prueba, se dio oportunidad a los alumnos para que tomaran sus vacaciones y se dedicaran al trabajo que quisieran. Pero todos rogaron que el colegio continuara como antes, con trabajo manual todos los días combinado con ciertas horas de estudio. Los alumnos no quisieron renunciar a la oportunidad que se les daba de aprender a trabajar y a estudiar. Si esto es lo que han decidido bajo las circunstancias más desventajosas, ¿qué influencia tendrá este colegio cuando los edificios estén levantados y haya un ambiente más favorable para los alumnos? TM 239.1

El edificio que ahora ocupan, el único adecuado para este propósito, era un viejo hotel que alquilamos y que están usando hasta su máxima capacidad. Cuatro carpas instaladas en un parque contiguo también están ocupadas por alumnos. Cada mañana a las seis, los miembros del colegio se reúnen para el culto matutino y el estudio de la Biblia. Esas ocasiones han resultado una bendición... TM 239.2

Hablé a los alumnos durante ocho mañanas. El Señor Jesús estaba indudablemente en nuestra congregación. La asistencia oscilaba entre 26 y 30 personas. En las primeras reuniones el espíritu de intercesión descendió sobre mí, y todos tuvimos la seguridad de que el Señor escuchaba nuestras oraciones. Entonces hablé unos treinta minutos, y el Señor me dio palabras para los presentes. Fueron reuniones muy provechosas; los testimonios de los alumnos dieron evidencia de que el Espíritu Santo estaba proporcionándoles a todos vislumbres de las cosas de Dios. TM 239.3

Las impresiones espirituales fueron más evidentes a medida que avanzaban las reuniones. La presencia divina estaba con nosotros. Las simpatías y los sentimientos de los presentes se inspiraron con poder y con favor. Los corazones se rendían a la influencia del Espíritu Santo, y se produjeron cambios definidos en mentes y caracteres. El Espíritu de Dios obraba en los instrumentos humanos. Alabo a Dios por la estimulante influencia de su Espíritu sobre mi propio corazón. Todos sentimos que el Señor estaba cooperando con nosotros para inducirnos a querer, decidir y obrar. TM 240.1

El Señor no se propone realizar el querer o el hacer en lugar de nosotros. Esto es tarea nuestra. Al entrar fervientemente en la obra, se da la gracia de Dios para producir en nosotros el querer y el hacer, pero nunca como sustituto de nuestros esfuerzos. Nuestras almas tienen que despertar para cooperar. El Espíritu Santo obra en el instrumento humano para que nos ocupemos de nuestra propia salvación. Esta es la lección práctica que el Espíritu Santo está tratando de enseñarnos. “Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad”. TM 240.2

Nunca tuve una convicción más profunda respecto de la verdad preciosa y de su poder sobre la mente humana, como cuando me dirigía a esos alumnos en las reuniones de la madrugada. Mañana tras mañana, me sentía llena de un mensaje de Dios. También gocé de libertad especial para hablar dos veces durante el sábado. A cada reunión asistieron varias personas no creyentes, y se sintieron muy impresionadas por la presentación de la verdad. Si tuviéramos un lugar adecuado para celebrar reuniones, podríamos invitar a los vecinos. Pero nuestro largo y estrecho comedor, atestado de gente, no es un lugar muy adecuado para el culto. Dispongo de un pequeño espacio en un ángulo de la habitación, y me encuentro arrinconada. Sin embargo, el Señor Jesús está presente en la reunión; lo sabemos. Algunas almas meditan seriamente ahora acerca de la verdad. TM 240.3

Todos sabemos que la lucha más dura e intensa del alma se produce cuando el corazón humano toma la gran resolución de poner en práctica sus convicciones. Consagrar el alma a Dios significa encomendarla para que la guarde Alguien que ha comprado su libertad a un precio infinito; una vez dado ese paso debemos seguir conociendo al Señor, para que sepamos que como el alba está dispuesta su salida. “El obedecer es mejor que los sacrificios”. Toda la obra del cristiano consiste en querer y hacer. TM 241.1

Una educación equilibrada

Los alumnos trabajan duramente y con fidelidad. Están acrecentando la fortaleza de sus nervios y su solidez, como también su actividad muscular. Esta es la debida educación; como resultado de ella nuestras escuelas producirán hombres que no serán ni débiles ni ineficientes y unilateralmente educados, sino que dispondrán de una preparación equilibrada, tanto en lo físico como en lo moral y lo espiritual. Los edificadores del carácter no deben olvidarse de poner un fundamento que permita que la educación sea del máximo valor. Exigirá abnegación, pero hay que hacerlo. El adiestramiento físico, debidamente dirigido, prepara para el trabajo mental intenso. Pero cuando se atiende uno solo de estos factores, el resultado es siempre un ser humano deficiente. El trabajo físico intenso, combinado con el esfuerzo mental, mantiene la mente y el ánimo en mejores condiciones de salud y el trabajo se hace mucho mejor. Con esta preparación, los alumnos saldrán de nuestros colegios educados para la vida práctica, aptos para emplear sus facultades intelectuales de la mejor manera. El ejercicio físico y el mental deben combinarse si queremos hacer justicia a nuestros alumnos. Aquí hemos estado cumpliendo este plan satisfactoriamente, a pesar de la incomodidad con que trabajan los alumnos. TM 241.2

Vine aquí y comencé el trabajo en mi lugar con tanto fervor, que inspiró en todos un nuevo celo; han trabajado voluntariamente, contentos de tener el privilegio de hacerlo. Nos hemos estimulado mutuamente al celo y las buenas obras. Los obreros del colegio tenían miedo de que yo plantara los primeros árboles, y ahora tanto ellos como yo tenemos la satisfacción de disponer de los primeros verdaderos huertos frutales de este vecindario. Algunos de nuestros árboles darán fruto el próximo año, y los durazneros producirán una buena cosecha de aquí a dos años. El Sr.-----, de quien compramos los árboles, vive a unos treinta kilómetros de aquí. Tiene una quinta hermosa y grande. Dice que disponemos de una espléndida tierra para frutales. TM 242.1

Bien, el colegio ha hecho un excelente comienzo. Los alumnos están aprendiendo a plantar árboles, frutillas, etc. Deben mantener separados cada brote y cada raicilla para darles oportunidad de crecer. ¿No es ésta acaso una lección muy preciosa sobre cómo tratar con la mente humana y también con el cuerpo? No hay que oprimir ningún órgano del cuerpo sino darles amplia libertad para funcionar. Hay que exigir la mente; hay que someter a esfuerzos sus energías. Necesitamos hombres y mujeres a quienes el Espíritu de Dios pueda fortalecer para que hagan una obra completa bajo la dirección del Espíritu. Pero esas mentes deben cultivarse, deben actuar; no deben permanecer inactivas ni empequeñecerse por causa de la inactividad. También se necesitan hombres, mujeres y niños que estén dispuestos a trabajar la tierra, y que usen buen criterio y habilidad, no con la idea de que son sirvientes, sino que están llevando a cabo precisamente la noble obra que Dios les asignó en el Edén a Adán y Eva, quienes se deleitaban al ver los milagros que hacía el divino Labrador. El instrumento humano planta la simiente, y Dios la riega y manda a su sol que brille sobre ella, y así aparece la tierna hoja. Aquí encontramos la lección que Dios nos da con respecto a la resurrección del cuerpo y la renovación del corazón. Tenemos que aprender lecciones espirituales de las cosas terrenales. TM 242.2

El cultivo de la tierra educa

No tenemos que abatirnos y desanimarnos por las cosas temporales y los aparentes fracasos, ni descorazonarnos por la demora. Debemos trabajar la tierra con alegría, esperanza y gratitud, convencidos de que posee en su seno abundantes provisiones, más ricas que el oro o la plata, que puede acopiar el obrero fiel. La mezquindad que se le atribuye a la tierra es una calumnia. Si se la cultiva adecuada e inteligentemente, la tierra entregará sus tesoros en beneficio del hombre. TM 243.1

Las lecciones espirituales que nos da, no son de despreciar. Las semillas de la verdad sembradas en el terreno del corazón no se perderán, sino que germinarán, primero hierba, luego espiga, y más tarde grano lleno en la espiga. Dios dijo al principio: “Produzca la tierra hierba verde, hierba que dé semilla; árbol de fruto que dé fruto”. Dios creó la semilla y la tierra, y debemos tener fe en la palabra de Dios que creó el fruto de la tierra para servicio del hombre. TM 243.2

El cultivo de nuestras tierras requiere la dedicación de todas las facultades mentales y todo el tino que poseemos. Las tierras que nos rodean dan testimonio de la indolencia del hombre. Esperamos poner en acción los sentidos dormidos. Esperamos ver agricultores inteligentes, que sean recompensados por sus decididos esfuerzos. La mano y el corazón deben cooperar, para ejecutar planes nuevos y sensatos en relación con el cultivo de la tierra. Hemos visto aquí árboles gigantescos caídos y desarraigados; hemos visto la reja del arado roturar la tierra y abrir profundos surcos para plantar nuevos árboles y sembrar la semilla. Los alumnos están aprendiendo qué significa arar, y que la azada y la pala, el rastrillo y la rastra, son implementos de trabajo honorables y provechosos. A menudo se cometerán errores, pero el error está cerca de la verdad. Los fracasos enseñarán sabiduría, y la energía que se aplica al comienzo, brinda esperanza del éxito final. La vacilación servirá de freno, la precipitación también producirá atrasos, pero todo servirá de lección al instrumento humano, si así lo quiere. TM 243.3

En el colegio que acabamos de fundar aquí en Cooranbong, esperamos lograr verdadero éxito en la agricultura, combinada con el estudio de las ciencias. Queremos que este lugar se convierta en un centro del cual irradie luz y precioso conocimiento superior que contribuya al cultivo de la tierras incultas, de manera que las colinas y los valles florezcan como la rosa. Tanto para los niños como para los adultos, el trabajo manual combinado con la intensa actividad mental proporcionará una educación correcta y equilibrada. El cultivo de la mente afinará el criterio y presentará nuevos incentivos para el cultivo de la tierra. TM 244.1

Se dispondrá de una nueva clase de hombres capaces de ganarse la vida, poseedores de una habilidad educada y entrenada para cultivar la tierra con ventajas. No tendrán la mente recargada y sometida a enorme presión debido al estudio de las ciencias. Esos hombres derribarán las ideas equivocadas que han prevalecido con respecto al trabajo manual. Se ejercerá influencia, no por medio de arengas estentóreas, sino gracias a la verdadera transmisión de ideas. Veremos agricultores que no serán vulgares, ni toscos ni negligentes, que no serán descuidados en su vestimenta y en el aspecto de sus casas; por el contrario, arreglarán con buen gusto sus viviendas campesinas. Las habitaciones serán asoleadas y atractivas. No veremos cielos rasos ennegrecidos, cubiertos de lienzos llenos de polvo y suciedad. La ciencia, el genio, la inteligencia, se manifestarán en el hogar. El cultivo de la tierra será considerado elevado y ennoblecedor. Se manifestará la religión pura y práctica al tratar la tierra como un tesoro divino. Cuanto más inteligente sea un hombre, tanto más debe irradiar de él la influencia religiosa. Y el Señor quiere que tratemos la tierra como un tesoro precioso que se nos ha confiado.* TM 244.2