Testimonios para los Ministros

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Tiempos solemnes

31 de enero de 1895

Tiempos solemnes y graves se avecinan y las perplejidades aumentarán hasta el mismo fin del tiempo. Puede haber un pequeño respiro, pero no será por mucho tiempo. Tengo que escribir cartas que deben salir en el próximo correo a Battle Creek. Nuestros hermanos allá no están considerando todas las cosas en la debida luz. Las medidas que han tomado para pagar impuestos [veasé el Apéndice.] sobre la propiedad del sanatorio y del tabernáculo han revelado un celo y una escrupulosidad faltos de toda sabiduría y justicia. Sus ideas acerca de la libertad religiosa están mezcladas con sugestiones que no vienen del Espíritu Santo y la causa de la libertad religiosa está languideciendo, y su enfermedad puede solamente ser sanada por la gracia y la bondad de Cristo. TM 200.1

Los corazones de los que defienden esta causa deben llenarse del espíritu de Jesús. Solamente el Gran Médico puede aplicar el bálsamo de Galaad. Lean estos hombres el libro de Nehemías con corazones humildes tocados por el Espíritu Santo, y sus falsas ideas serán modificadas, se verá cuáles son los principios correctos, y el actual orden de cosas cambiará. Nehemías oró al Señor por ayuda, y Dios escuchó su plegaria. El Señor obró en los reyes paganos para que vinieran en su ayuda. Cuando sus enemigos trabajaron celosamente contra él, el Señor empleó a reyes para realizar su propósito y contestar las muchas oraciones que ascendían a él en procura de la ayuda que tanto necesitaban. TM 200.2

Actitudes extremas

A menudo estoy sumamente afligida cuando veo a nuestros dirigentes asumir actitudes extremas, y afrontar problemas que no les incumben y que debieran ser dejados en manos de Dios para que él los arregle. Estamos todavía en el mundo, y Dios nos asigna un lugar en relación con el mundo y obra con su propia diestra para preparar el camino delante de nosotros a fin de que su obra progrese en sus diversos ramos. La verdad debe tener un lugar permanente, y el estandarte de la verdad ha de ser levantado en muchos lugares en regiones lejanas. TM 201.1

Estad seguros de que Dios no ha encargado a los que permanecen lejos de esos campos de labor extranjeros que critiquen a los que se hallan en el lugar donde la obra se realiza. Los que no están allí no saben nada acerca de las necesidades de esa región y si no pueden decir nada para ayudar a los que están en ese lugar, no obstaculicen la tarea, antes bien muestren su sabiduría por la elocuencia del silencio, y ayuden en la obra que está más cerca de ellos. Afirmo que cuando ventilan sus ideas con respecto a los campos de labor del extranjero, el celo que manifiestan no está de acuerdo con la sabiduría. TM 201.2

Dejad que el Señor trabaje con los hombres que están en esos lugares. Los que no se encuentran allí, anden humildemente con Dios, no sea que se salgan de su lugar y se desorienten. El Señor no ha encargado que critiquen la obra a los que han asumido esa tarea, ni les da la sanción de su Santo Espíritu. Muchos actúan de acuerdo con su propio juicio humano, y celosamente tratan de arreglar cosas que Dios no ha colocado en sus manos. Mientras estemos en el mundo, hemos de realizar una obra especial por el mundo; el mensaje de amonestación ha de ir a todos los países, lenguas y pueblos. TM 201.3

El Señor no induce a sus obreros a conducirse de tal modo que el tiempo de angustia sobrevenga antes de tiempo. No erijan ellos una pared que los separe del mundo al presentar sus propias ideas y conceptos. Hay ahora demasiado de esto entre nosotros. El mensaje de amonestación no ha alcanzado a gran número de personas en las ciudades que están más a mano, y el determinar cuántos hay en Israel no es la tarea que Dios nos ha confiado. TM 202.1

Han de recibirse y hacerse favores

Mientras estemos en este mundo y el Espíritu de Dios esté luchando con el mundo, hemos de recibir y hacer favores. Debemos dar al mundo la luz de la verdad como se la presenta en las Sagradas Escrituras, y hemos de recibir de los hombres lo que Dios los induce a hacer en favor de su causa. El Señor todavía actúa en corazones de reyes y gobernantes en favor de su pueblo, y conviene que los que están tan profundamente interesados en el asunto de la libertad religiosa no rechacen ningún favor, o dejen de aceptar la ayuda que Dios ha inducido a los hombres a dar para el progreso de la causa. TM 202.2

Encontramos ejemplos en la Palabra de Dios concernientes a este mismo asunto. Ciro, rey de Persia, lanzó una proclama por todo su reino, y la puso por escrito, diciendo: “Así ha dicho Ciro rey de Persia: Jehová el Dios de los cielos me ha dado todos los reinos de la tierra, y me ha mandado que le edifique casa en Jerusalén, que está en Judá. Quien haya entre vosotros de su pueblo, sea Dios con él, y suba a Jerusalén que está en Judá, y edifique la casa a Jehová Dios de Israel”. Se promulgó un segundo mandato por parte de Darío para la edificación de la casa del Señor, que está registrado en el capítulo seis de Esdras. TM 202.3

El Señor Dios de Israel ha colocado bienes en manos de los no creyentes, pero éstos han de ser usados para realizar las obras que deben hacerse por un mundo caído. Los agentes por cuyo intermedio nos llegan estos donativos, pueden abrir caminos para el avance de la verdad. Quizá no tengan simpatía por la obra ni fe en Cristo, ni practiquen sus palabras; pero no por eso han de ser rechazados sus donativos. TM 203.1

Es muy extraño que algunos de nuestros hermanos sientan que es su deber actuar de tal manera que queden bloqueados los medios que el Señor hubiera liberado. Dios no les ha encargado que se pongan en conflicto con las autoridades y poderes del mundo en cuanto a esto. La poderosa mano de Dios aún no se ha retirado de la tierra. Esperen los dirigentes de la obra el tiempo oportuno, escóndanse en Cristo y actúen con gran sabiduría. Sean sabios como serpientes y sencillos como palomas. Se me ha mostrado reiteradamente que podríamos recibir muchos más favores de muchas maneras si nos aproximáramos a los hombres con sabiduría, los pusiéramos al tanto de nuestra obra y les diéramos la oportunidad de realizar por el progreso de la obra de Dios aquello que es nuestro privilegio inducirlos a hacer. TM 203.2