Capítulo 20—La familia y la ciudad
Riesgos de la vida en la ciudad—La vida en las ciudades es falsa y artificial. La intensa pasión por el dinero, el torbellino y el afán de los placeres, la fiebre de la ostentación, el lujo y la prodigalidad son otras tantas fuerzas que impiden a la mayoría de la humanidad que cumpla el verdadero fin de la vida. Abren la puerta a una infinidad de males y ejercen sobre la juventud un poder casi irresistible. Una de las tentaciones más sutiles y peligrosas que asaltan a los niños y a los jóvenes en las ciudades es el afán de placeres. Muchos son los días de fiesta; los juegos y las carreras de caballos arrastran a miles, y el torbellino de las excitaciones y del placer los distraen de los austeros deberes de la vida. El dinero que debiera ahorrarse para mejores fines se desperdicia en diversiones.1
HC 119.1
En lo referente a la salud—El ambiente físico de las ciudades es muchas veces un peligro para la salud. La exposición constante al contagio, el aire viciado, el agua impura, el alimento adulterado, las viviendas obscuras, malsanas y atestadas de seres humanos, son algunos de los muchos males con que se tropieza a cada paso.
HC 119.2
No era el propósito de Dios que los hombres vivieran hacinados en las ciudades, confinados promiscuamente en estrechos alojamientos. Al principio Dios puso a nuestros primeros padres entre las bellezas naturales en medio de las cuales quisiera que nos deleitásemos hoy. Cuanto mejor armonicemos con el plan original de Dios, más fácil nos será asegurar la salud del cuerpo, de la mente y del alma.2
HC 119.3
Fomentan la iniquidad—Las ciudades rebosan de tentaciones. Debemos planear nuestra obra de tal manera que mantengamos a nuestros jóvenes tan alejados como se pueda de esa contaminación.3
HC 120.1
Los niños y los jóvenes deben ser protegidos cuidadosamente. Se los debe mantener alejados de los semilleros de iniquidad que se hallan en las ciudades.4
HC 120.2
Agitación y confusión—No es la voluntad de Dios que su pueblo se establezca en las ciudades, donde todo es agitación y confusión constantes. En favor de sus hijos, deben evitar esto, pues el apresuramiento y el ruido desmoralizan todo el organismo.5
HC 120.3
Dificultades obreras—Debido a la actuación de compañías monopolizadoras y a los resultados de las confederaciones obreras y las huelgas, las condiciones de la vida en las ciudades se hacen cada vez más difíciles. Graves disturbios nos aguardan, y muchas familias se verán en la necesidad de abandonar la ciudad.6
HC 120.4
La destrucción inminente—Se acerca el tiempo cuando grandes ciudades serán arrasadas, y a todos se debe dar advertencia acerca de esos juicios venideros.7
HC 120.5
¡Ojalá que el pueblo de Dios tuviese un sentido de la destrucción que amenaza a miles de ciudades ahora casi entregadas a la idolatría!8
HC 120.6
Por amor a las ganancias terrenales—Es frecuente que los padres no sean cuidadosos en cuanto a rodear a sus hijos con las influencias correctas. Al elegir casa, piensan más en sus intereses mundanales que en la atmósfera moral y social, y los hijos traban relaciones desfavorables para el desarrollo de la piedad y la formación de un carácter íntegro....
HC 120.7
Padres que denunciáis a los cananeos porque ofrecían sus hijos a Moloc, ¿qué estáis haciendo vosotros? Ofrecéis un costosísimo sacrificio a vuestro dios Mammón; y luego, cuando vuestros hijos se crían sin recibir amor y con un carácter desapacible, cuando manifiestan impiedad decidida y tendencia a la incredulidad, culpáis a la fe que profesáis porque no puede salvarlos. Cosecháis lo que sembrasteis, el resultado de vuestro egoísta amor al mundo y de vuestra negligencia con respecto a los medios de gracia. Mudasteis vuestras familias a lugares de tentación; y no considerasteis esencial el arca de Dios, vuestra gloria y defensa; y el Señor no realizó un milagro para librar a vuestros hijos de la tentación.9
HC 120.8
Las ciudades no ofrecen beneficios reales—Ni una familia en cien se beneficiará física, mental o espiritualmente por residir en la ciudad. La fe, la esperanza, el amor y la felicidad se adquieren con facilidad mucho mayor en los lugares retraídos, donde hay campos, colinas y árboles. Alejad a vuestros hijos de los espectáculos y ruidos de la ciudad, del traqueteo y bullicio de los tranvías y otros vehículos, y tendrán mentes más sanas. Resultará más fácil grabar en su corazón la verdad de la Palabra de Dios.10
HC 121.1
Consejos acerca de mudarse del campo a la ciudad—Muchos padres mudan sus hogares del campo a la ciudad, porque consideran ésta como un lugar más deseable o provechoso. Pero al hacer este cambio, exponen a sus hijos a muchas y grandes tentaciones. Los muchachos no tienen ocupación, obtienen una educación callejera y pasan de una etapa de depravación a otra, hasta que pierden todo interés en cuanto es bueno, puro y santo. ¡Cuánto mejor habría sido que los padres hubieran permanecido con sus familias en el campo, donde reinan las influencias más favorables para la fortaleza física y mental! Enséñese a los jóvenes a trabajar en el cultivo del suelo, y déjeselos dormir el dulce sueño inducido por el cansancio y la inocencia.
HC 121.2
Por la negligencia de los padres, los jóvenes de nuestras ciudades están corrompiendo sus caminos y contaminando sus almas delante de Dios. Tal será siempre el fruto de la ociosidad. Los asilos de pobres, las cárceles y los patíbulos pregonan la triste historia de los deberes descuidados por los padres.11
HC 121.3
Mejor es sacrificar cualesquiera consideraciones mundanales, o aun todas ellas, antes de poner en peligro las almas preciosas confiadas a vuestro cuidado. Serán asaltadas por tentaciones, y se les debe enseñar a arrostrarlas; pero es vuestro deber suprimir toda influencia, romper todo hábito, cortar todo vínculo que os impidan realizar la entrega más libre, abierta y cordial de vosotros mismos y vuestras familias a Dios.
HC 122.1
En vez de la ciudad atestada, buscad algún lugar retraído, donde vuestros hijos estarán, hasta donde se pueda, protegidos de la tentación, y allí educadlos para ser útiles. El profeta Ezequiel enumera así las causas que condujeron al pecado y la destrucción de Sodoma: “Soberbia, hartura de pan, y abundancia de ociosidad tuvo ella y sus hijas; y no corroboró la mano del afligido y del menesteroso”. Ezequiel 16:49. Todos los que quieran escapar a la suerte de Sodoma, deben rehuir la conducta que trajo los juicios de Dios sobre aquella ciudad perversa.12
HC 122.2
Cuando Lot se estableció en Sodoma, estaba completamente decidido a abstenerse de la impiedad y a “mandar a su casa después de sí” que obedeciera a Dios. Pero fracasó rotundamente. Las corruptoras influencias que le rodeaban afectaron su propia fe, y la unión de sus hijas con los habitantes de Sodoma vinculó hasta cierto punto sus intereses con el de ellos. El resultado está ante nosotros. Muchos continúan cometiendo un error semejante.13
HC 122.3
Dedicad estudio a elegir domicilio y establecer vuestros hogares tan lejos como podáis de Sodoma y Gomorra. Manteneos alejados de las ciudades grandes. Si es posible, estableced vuestros hogares en el tranquilo retiro del campo, aun cuando al hacerlo no podáis enriqueceros. Estableceos donde impere la mejor influencia.14
HC 122.4
El Señor me ha instruído para que advierta a nuestro pueblo que no vaya a las ciudades para hallar hogares para sus familias. Se me ha indicado que diga a los padres y a las madres: No dejéis de mantener a vuestros hijos dentro de vuestras propias dependencias.15
HC 123.1
Es tiempo de salir de las ciudades—Mi mensaje es: Sacad a vuestras familias de las ciudades.16
HC 123.2
Ha llegado el tiempo en que, a medida que Dios abra el camino, las familias deben salir de las ciudades. Los niños deben ser llevados al campo. Los padres deben obtener un lugar tan adecuado como se lo permitan sus recursos. Aunque la vivienda sea pequeña, debe haber junto a ella tierra que se pueda cultivar.17
HC 123.3
Antes que el azote venga como avenida de aguas sobre los habitantes de la tierra, el Señor exhorta a todos los que son israelitas de verdad a prepararse para aquel suceso. A los padres hace llegar este grito de alarma: Juntad a vuestros hijos en vuestros hogares; separadlos de aquellos que desprecian los mandamientos de Dios, que enseñan y practican lo malo. Salid de las grandes ciudades tan pronto como os sea posible.18
HC 123.4
Dios ayudará a su pueblo—Los padres pueden obtener casitas en el campo, con tierra de cultivo, donde puedan tener huertos y donde puedan cosechar verduras y frutas menudas para reemplazar la carne, que tanto corrompe la sangre que corre por las venas. En tales lugares, los niños no estarán rodeados por las influencias corruptoras de la vida en la ciudad. Dios ayudará a su pueblo a encontrar tales hogares fuera de las ciudades.19
HC 123.5
177
HC
El Hogar Cristiano
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