El Hogar Cristiano

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Sección 5—Acerca del altar matrimonial

Capítulo 15—Promesas solemnes

Propósito de Dios para ambos esposos—Con una parte del hombre Dios hizo a una mujer, a fin de que fuese ayuda idónea para él, alguien que fuese una con él, que le alegrase, le alentase y bendijese, mientras que él a su vez fuese su fuerte auxiliador. Todos los que contraen relaciones matrimoniales con un propósito santo—el esposo para obtener los afectos puros del corazón de una mujer, y ella para suavizar, mejorar y completar el carácter de su esposo—cumplen el propósito de Dios para con ellos. HC 84.1

Cristo no vino para destruir esa institución, sino para devolverle su santidad y elevación originales. Vino para restaurar la imagen moral de Dios en el hombre, y comenzó su obra sancionando la relación matrimonial.1 HC 84.2

El que creó a Eva para que fuese compañera de Adán realizó su primer milagro en una boda. En la sala donde los amigos y parientes se regocijaban, Cristo principió su ministerio público. Con su presencia sancionó el matrimonio, reconociéndolo como institución que él mismo había fundado. Había dispuesto que hombres y mujeres se unieran en el santo lazo del matrimonio, para formar familias cuyos miembros, coronados de honor, fueran reconocidos como miembros de la familia celestial.2 HC 84.3

Jesús quiere matrimonios felices—El amor divino que emana de Cristo no destruye el amor humano, sino que lo incluye. Lo refina y purifica; lo eleva y lo ennoblece. El amor humano no puede llevar su precioso fruto antes de estar unido con la naturaleza divina y dirigido en su crecimiento hacia el cielo. Jesús quiere ver matrimonios y hogares felices.3 HC 84.4

Como todos los otros buenos dones confiados por Dios a la custodia de la humanidad, el casamiento fué pervertido por el pecado; pero es propósito del Evangelio devolverle su pureza y belleza. ... HC 85.1

La gracia de Cristo es lo único que puede hacer de esta institución lo que Dios quiso que fuera: un medio de bendecir y elevar a la humanidad. Así pueden las familias de la tierra, en su unidad, paz y amor, representar la familia del cielo. HC 85.2

La condición de la sociedad ofrece un triste comentario acerca del ideal que tiene el Cielo para esta relación sagrada. Sin embargo, aun a aquellos que encontraron amargura y chasco donde habían esperado obtener compañerismo y gozo, el Evangelio de Cristo ofrece solaz.4 HC 85.3

Una ocasión de gozo—Las Escrituras declaran que Jesús y sus discípulos fueron invitados a esta boda [de Caná]. Cristo no dió a los cristianos autorización para decir al ser invitados a una boda: No debiéramos asistir a una ocasión de tanto gozo. Al asistir a aquel banquete Cristo enseñó que quiere vernos regocijarnos con los que se regocijan en la observancia de sus estatutos. Nunca desaprobó las fiestas inocentes de la humanidad cuando se celebraban de acuerdo con las leyes del Cielo. Es correcto que quienes siguen a Cristo asistan a una fiesta que él honró con su presencia. Después de participar de aquel banquete, Cristo asistió a muchos otros y los santificó por su presencia e instrucción.5 HC 85.4

La prodigalidad, la ostentación y la hilaridad no son apropiadas para las bodas—Las ceremonias matrimoniales se truecan en ocasiones ostentosas, en las que hay prodigalidad y búsqueda de placeres. Pero si las partes contratantes concuerdan en sus creencias y prácticas religiosas, si todo se hace en forma consecuente y la ceremonia se realiza sin ostentación ni despilfarro, la boda no desagradará a Dios.6 HC 85.5

No hay motivo por hacer mucha ostentación, aun cuando las partes contratantes se correspondan perfectamente.7 HC 86.1

Siempre me ha parecido impropio que la ceremonia del matrimonio vaya asociada con mucha hilaridad, algazara y simulación. No debe ser así. Es un rito ordenado por Dios, que debe considerarse con la mayor solemnidad. Cuando se establece una relación familiar aquí en la tierra, debe ser una demostración de lo que será la familia en el cielo. Se ha de dar siempre el primer lugar a la gloria de Dios.8 HC 86.2

Una boda en la casa de la Sra. de White—Más o menos a las once de la mañana el martes, nuestro amplio comedor quedó preparado para la ceremonia de la boda. En ella ofició el Hno. P., y todo fué muy bien. Se solicitó ... que la Hna. White ofreciese la oración después de la ceremonia. El Señor me dió una libertad especial. Mi corazón fué enternecido y subyugado por el Espíritu de Dios. En esa ocasión no hubo bromas livianas ni dichos insensatos. Todo lo relacionado con este casamiento fué solemne y sagrado. Todo fué de carácter elevador e impresionó profundamente. El Señor santificó esa boda, y los dos cónyuges aunan ahora sus intereses para trabajar en el campo misionero, para buscar y salvar a los perdidos. Dios los bendecirá en su obra si andan humildemente con él, apoyándose de lleno en sus promesas.9 HC 86.3

La fusión de dos vidas.*—Este es un momento importante en la historia de las personas que han estado delante de Vds. para unir sus intereses, sus simpatías, su amor y sus labores en el ministerio destinado a salvar las almas. En la relación matrimonial se da un paso muy importante: la fusión de dos vidas en una. ... Concuerda con la voluntad de Dios que el hombre y su esposa estén unidos en su obra, para realizarla con integridad y santidad. Y ellos pueden hacerlo. HC 86.4

La bendición de Dios en el hogar donde existe esta unión es como la luz del sol que proviene del cielo, porque la voluntad de Dios ordenó que el hombre y su esposa estén unidos por los santos lazos del matrimonio, bajo el gobierno de Jesucristo y la dirección de su Espíritu. ... HC 87.1

Dios quiere que el hogar sea el lugar más feliz de la tierra, el mismo símbolo del hogar celestial. Mientras llevan las responsabilidades matrimoniales en el hogar, y vinculan sus intereses con Jesucristo, apoyándose en su brazo y en la seguridad de sus promesas, ambos esposos pueden compartir en esta unión una felicidad que los ángeles de Dios elogian. HC 87.2

El casamiento no reduce su utilidad, sino que la refuerza. Pueden hacer de su vida matrimonial un ministerio destinado a ganar almas para Cristo; y yo sé de qué estoy hablando porque mi esposo y yo estuvimos unidos durante treinta y seis años y fuimos a cualquier parte que el Señor nos mandase ir. Sabemos al respecto que la relación matrimonial recibe el elogio de Dios. Es por lo tanto un rito solemne. ... HC 87.3

En esta ocasión puedo tomar de la mano a este hermano nuestro; ... y también la de su esposa, e instamos a ambos a que prosigan unidos en la obra de Dios. Quiero decirles: Haced de Dios vuestro consejero. Unid vuestras personalidades.10 HC 87.4

Consejos a una pareja recién casada—Estimado hermano y estimada hermana: Acabáis de uniros para toda la vida. Empieza vuestra educación en la vida marital. El primer año de la vida conyugal es un año de experiencia, en el cual marido y mujer aprenden a conocer sus diferentes rasgos de carácter, como en la escuela un niño aprende su lección. No permitáis, pues, que se escriban durante ese primer año de vuestro matrimonio, capítulos que mutilen vuestra felicidad futura. ... HC 87.5

Hermano mío, el tiempo, las fuerzas y la felicidad de su esposa están ahora ligados a los suyos. Su influencia sobre ella puede ser sabor de vida para vida o sabor de muerte para muerte. Cuide de no echarle a perder la vida. HC 88.1

Hermana mía, Vd. debe ahora tomar sus primeras lecciones prácticas acerca de sus responsabilidades como esposa. No deje de aprender fielmente estas lecciones día tras día. ... Vele constantemente para no abandonarse al egoísmo. HC 88.2

En vuestra unión para toda la vida, vuestros afectos deben contribuir a vuestra felicidad mutua. Cada uno debe velar por la felicidad del otro. Tal es la voluntad de Dios para con vosotros. Mas aunque debéis confundiros hasta ser uno, ni el uno ni el otro debe perder su individualidad. Dios es quien posee vuestra individualidad; y a él debéis preguntar: ¿Qué es bueno? ¿qué es malo? y ¿cómo puedo alcanzar mejor el blanco de mi existencia?11 HC 88.3

Un voto tomado ante testigos celestiales—Dios ordenó que hubiese perfecto amor y armonía entre los que asumen la relación matrimonial. Comprométanse los novios, en presencia del universo celestial, a amarse mutuamente como Dios ordenó que se amen. ... La esposa ha de respetar y reverenciar a su esposo, y el esposo ha de amar y proteger a su esposa.12 HC 88.4

Al comenzar la vida conyugal, tanto los hombres como las mujeres deben consagrarse de nuevo a Dios.13 HC 88.5

Sea Vd. tan fiel a sus votos matrimoniales que se niegue, tanto en el pensamiento como por palabras o acciones, a mancillar su caso de hombre que teme a Dios y acata sus mandamientos.14 HC 88.6