El Hogar Cristiano

38/88

Capítulo 37—Lo que no debe ser el esposo

El que espera demasiado de su esposa—En la mayoría de las familias, hay niños de diversas edades, algunos de los cuales necesitan no sólo la atención y sabia disciplina de la madre, sino también la influencia más severa, aunque afectuosa, del padre. Pocos son los padres que dan a este asunto su debida importancia. Son negligentes acerca de su deber y así acumulan gravosas cargas sobre la madre, al mismo tiempo que, basándose en su propio juicio, se permiten criticar y condenar las acciones de ella. Con frecuencia, la pobre esposa y madre, abrumada por la impresión de responsabilidad y censura, se siente culpable y llena de remordimiento por lo que ha hecho inocentemente o por ignorancia, y que era, en muchos casos, lo mejor que podía hacerse en las circunstancias vigentes. Y sin embargo, cuando debieran apreciarse y aprobarse sus penosos esfuerzos e infundir alegría a su corazón, se ve obligada a andar bajo una nube de pesar y condenación porque su esposo, mientras pasa por alto su propio deber, espera de ella que cumpla el de ambos en forma satisfactoria para él, sin tener en cuenta las circunstancias que puedan impedirlo.1 HC 201.1

Muchos esposos no entienden ni aprecian suficientemente los cuidados y perplejidades que sufren sus esposas, generalmente apresadas todo el día en un ciclo interminable de deberes caseros. Con frecuencia regresan ellos a casa con frente ceñuda y no aportan alegría al círculo familiar. Si la comida no está lista a tiempo, la esposa cansada, que a menudo es a la vez ama de casa, enfermera, cocinera y sirvienta, es saludada con críticas. El esposo exigente puede condescender a recibir de los brazos cansados de la madre el niño molesto, para que ella pueda apresurar los preparativos de la comida familiar; pero si el niño es inquieto y se agita en los brazos de su padre, éste muy rara vez considera que es su deber actuar como nodriza para tratar de calmarlo. No se detiene a considerar cuántas horas la madre ha soportado la agitación del pequeñuelo, sino que exclama con impaciencia: “¡A ver, mamá, si atiendes a tu hijo!” ¿No es acaso hijo de él tanto como de ella? ¿No tiene acaso él obligación natural de llevar pacientemente su parte de la carga que representa criar a los hijos?2 HC 201.2

Consejos a un esposo autoritario—Su vida sería mucho más feliz si Vd. no se creyese investido de autoridad absoluta por ser esposo y padre. Su práctica demuestra que interpreta erróneamente su posición de vinculador en la casa. Manifiesta nerviosidad y un espíritu autoritario. A menudo deja ver mucha falta de juicio, y, cualquiera que sea su opinión acerca de su propia conducta en tales ocasiones, es imposible que su esposa y sus hijos la tengan por consecuente. Una vez que tomó una decisión, rara vez está dispuesto a revocarla. Se obstina en llevar a cabo sus planes aun cuando muchas veces su conducta es errónea y debiera reconocerlo. Lo que Vd. necesita es muchísimo más amor y tolerancia, y menos determinación para salirse con la suya en palabras y en hechos. Si se empeña en el camino que sigue ahora, en vez de ser vinculador de su familia, será instrumento de opresión y angustia para los demás.... HC 202.1

Al tratar de obligar a otros a cumplir sus ideas en todo detalle, Vd. ocasiona a menudo mayor daño que si cediese en tales puntos. Esto sucede aun en las ocasiones en que sus ideas sean correctas en sí, pero no lo son en muchas cosas. Resultan exageradas como consecuencia de las peculiaridades de su organización; por lo tanto Vd. insiste en imponer lo incorrecto en forma enérgica e irracional.3 HC 202.2

Vd. tiene opiniones peculiares acerca de cómo gobernar su familia. Ejerce un poder independiente y arbitrario, que no tolera en derredor suyo ninguna libertad de voluntad. Se considera suficiente para ser jefe de su familia y piensa que su cabeza basta para hacer actuar a cada miembro como una máquina es movida por las manos de los obreros. Vd. dicta y asume autoridad. Esto desagrada al Cielo y contrista a los compasivos ángeles. Vd. se ha conducido en su familia como si fuese el único capaz de gobernarse a sí mismo. Se ha ofendido porque su esposa se atreviera a oponerse a una opinión suya o a dudar de sus decisiones.4 HC 203.1

Esposos inquietos y preocupados—Esposos, dad a vuestras esposas oportunidad de vivir su vida espiritual.... Muchos cultivan la disposición al enfado al punto que se vuelven como niños grandes. No dejan atrás esta fase de su vida infantil. Conservan estos sentimientos hasta entorpecer y empequeñecer toda la vida por sus quejas y querellas. Y hacen esto no sólo con su propia vida sino también con la ajena. Les acompaña el espíritu de Ismael, cuya mano se levantaba contra todos, y la de todos contra él.5 HC 203.2

El esposo egoísta y malhumorado—El Hno. B. no tiene un temperamento que alegre a su familia. En esto conviene que empiece a obrar. Se asemeja más a una nube que a un rayo de luz. Es demasiado egoísta para dirigir palabras de aprobación a los miembros de su familia, especialmente a la persona que debiera ser objeto de su amor y tierno respeto. Es malhumorado, intolerante y autoritario. Con frecuencia pronuncia palabras mordaces cuyas heridas él no trata de curar suavizando su ánimo, reconociendo sus defectos y confesando su mal proceder.... HC 203.3

El Hno. B. debe ablandarse; debe cultivar el refinamiento y la cortesía. Debiera ser muy tierno y amable para con su esposa, que es su igual en todo respecto; no debiera pronunciar una palabra capaz de echar una sombra sobre el corazón de ella. Debe comenzar en casa la obra de reforma, cultivar el afecto y vencer los rasgos duros y toscos de su disposición carente de generosidad.6 HC 203.4

El esposo y padre malhumorado, egoísta y autoritario no sólo se hace infeliz, sino que aflige a todos los de la casa. Cosechará lo que sembró, viendo a su mujer desanimada y enfermiza, y a sus hijos contaminados con su propio genio displicente.7 HC 204.1

A un esposo egotista e intolerante—Vd. espera demasiado de su esposa y de sus hijos. Los censura demasiado. Si Vd. mismo estimulara una disposición alegre y feliz, y les hablase con bondad y ternura, introduciría alegría en su morada en vez de nubes, pesar y desdicha. Estima demasiado su propia opinión; ha tomado a veces decisiones extremas, y no ha permitido que el juicio de su esposa tuviese en su familia el peso que debiera tener. No ha estimulado su propio respeto hacia su esposa ni ha enseñado a sus hijos a acatar el juicio de ella. No la ha hecho su igual sino que ha tomado en sus propias manos las riendas del gobierno y las ha sostenido con asidero firme. No tiene una disposición afectuosa, ni manifiesta simpatía. Es necesario que Vd. cultive estos rasgos de carácter si quiere ser vencedor y que la bendición de Dios descanse sobre su familia.8 HC 204.2

A quien desprecia la cortesía cristiana—Vd. ha considerado como debilidad el ser bondadoso, tierno y lleno de simpatía. Le ha parecido indigno de sí hablar a su esposa con ternura y amabilidad. Está equivocado acerca de lo que constituye la verdadera virilidad y dignidad. La disposición a no ejecutar actos de bondad es una debilidad manifiesta y un defecto de su carácter. Lo que Vd. consideraría debilidad Dios lo tiene por verdadera cortesía cristiana, que todo creyente debe ejercer porque es el espíritu que Cristo manifestó.9 HC 204.3

Debe merecer amor y afecto—Si el esposo es tiránico, exigente y critica las acciones de su esposa, no puede conservar su respeto y afecto, y la relación matrimonial llegará a ser odiosa para ella. No amará a su esposo, porque él no procura hacerse digno de ser amado. Los esposos deben ser cuidadosos, atentos, constantes, fieles y compasivos. Deben manifestar amor y simpatía.... Cuando el esposo tiene la nobleza de carácter, la pureza de corazón y la elevación mental que debe poseer todo verdadero cristiano, ello será puesto de manifiesto en las relaciones matrimoniales.... Procurará mantener a su esposa con salud y buen ánimo. Se esforzará por pronunciar palabras de consuelo, y por crear en el círculo del hogar una atmósfera de paz.10 HC 205.1