La Temperancia

11/65

Capítulo 6—El alcohol y las personas de responsabilidad

Lecciones del caso de Nadab y Abiú—Nadab y Abiú, los hijos de Aarón que ministraban en el sagrado oficio del sacerdocio, se sirvieron vino en abundancia, y, como acostumbraban, fueron a ministrar delante de Jehová. Los sacerdotes que quemaban incienso delante de Jehová tenían que usar el fuego del altar de Dios que ardía día y noche, y nunca se apagaba. Dios dio indicaciones explícitas acerca de la forma en que debía realizarse cada parte de su servicio para que todo lo que estuviera relacionado con su culto sagrado estuviese de acuerdo con su santo carácter. Toda desviación de las indicaciones expresas de Dios en relación con su sagrado servicio era pasible de muerte. Dios no aceptaría ningún sacrificio que no estuviese sazonado con la sal del fuego divino, que representaba la comunicación entre Dios y el hombre accesible solamente mediante Jesucristo. El fuego sagrado que debía ser puesto en el incensario era mantenido perpetuamente encendido, y mientras los hijos de Dios estaban afuera, orando fervientemente, el incienso alumbrado por el fuego sagrado había de subir delante de Dios mezclado con sus oraciones. Este incienso era un emblema de la mediación de Cristo. Te 39.1

Los hijos de Aarón tomaron fuego común, que Dios no aceptaba, y ofrecieron un insulto al Dios infinito presentando este fuego extraño delante de él. Dios los consumió con fuego por su desprecio deliberado de sus expresas indicaciones. Todas sus obras eran como la ofrenda de Caín. No se representaba en ellas al divino Salvador. Si esos hijos de Aarón hubiesen tenido el dominio completo de sus facultades pensantes, habrían discernido la diferencia entre el fuego común y el sagrado. La complacencia del apetito rebajó sus facultades y oscureció de tal forma su intelecto que se extinguió su facultad de discernimiento. Comprendían plenamente el carácter sagrado del servicio simbólico y la terrible solemnidad y responsabilidad que pesaba sobre ellos al presentarse delante de Dios para ministrar en el servicio sagrado. Te 39.2

Eran responsables—Algunos podrán preguntar: ¿Cómo podían los hijos de Aarón ser tenidos por responsables cuando sus intelectos estaban tan paralizados por la embriaguez que no podían discernir la diferencia entre el fuego sagrado y el común? En el momento de llevar la copa a sus labios se hicieron responsables por todos los actos que cometiesen bajo la influencia del vino. La complacencia del apetito les costó la vida a esos sacerdotes. Dios prohibió expresamente el uso del vino que influyera en la obnubilación del intelecto. Te 40.1

“Y Jehová habló a Aarón, diciendo: Tú, y tus hijos contigo, no beberéis vino ni sidra cuando entréis en el tabernáculo de reunión, para que no muráis; estatuto perpetuo será para vuestras generaciones, para poder discernir entre lo santo y lo profano, y entre lo inmundo y lo limpio, y para enseñar a los hijos de Israel todos los estatutos que Jehová les ha dicho por medio de Moisés”. ... Te 40.2

Aquí tenemos las clarísimas indicaciones de Dios, y sus razones para la prohibición del uso del vino; para que su facultad de discriminación y de discernimiento fuese clara, y no confusa en manera alguna; para que su juicio fuese correcto, y pudiesen siempre discernir entre lo limpio y lo inmundo. Se da también otra razón de suma importancia por la cual debían abstenerse de todo lo que pudiese embriagar. Se requería el pleno uso de la razón despejada para presentar a los hijos de Israel todos los estatutos que Dios les había hablado. Te 40.3

Requisitos de los dirigentes espirituales—Toda comida o bebida que impida el ejercicio sano y activo de las facultades mentales es un pecado provocativo a la vista de Dios. Este es especialmente el caso de aquellos que ministran en las cosas sagradas, que en todo momento debieran ser ejemplos para el pueblo, y estar en condiciones de darles instrucción adecuada. ... Te 40.4

Ministros del púlpito sagrado cuyos labios y boca están corrompidos se atreven a tomar la sagrada palabra de Dios en sus labios impuros. Piensan que Dios no toma nota de su complacencia pecaminosa. “Por cuanto no se ejecuta luego sentencia sobre la mala obra, el corazón de los hijos de los hombres está en ellos dispuesto para hacer el mal”. Dios no está más dispuesto a recibir un sacrificio de las manos de aquellos que de esta forma se mancillan a sí mismos y ofrecen con su servicio el incienso del tabaco y del alcohol de lo que lo estaba para recibir la ofrenda de los hijos de Aarón, quienes ofrecieron incienso con fuego extraño. Te 40.5

Dios no ha cambiado. Es tan específico y exacto en sus requerimientos hoy como lo era en los días de Moisés. Pero en los santuarios dedicados hoy día al culto, junto con los cantos de alabanza, las oraciones y la enseñanza desde el púlpito, no hay tan sólo fuego extraño, sino corrupción abierta. En vez de ser predicada la verdad con la santa unción que proviene de Dios, se la presenta estando bajo la influencia del tabaco y la bebida. ¡Fuego extraño, por cierto! Se presentan la verdad y la santidad bíblica a la gente, y se ofrecen a Dios las oraciones ¡mezcladas con el hedor del tabaco! ¡Incienso tal es lo que más agrada a Satanás! ¡Qué engaño terrible! ¡Qué ofensa para Dios! ¡Qué insulto para Aquel que es santo y habita en luz inaccesible! Te 41.1

Si las facultades de la mente estuvieran en un saludable vigor, los cristianos profesos discernirían la inconsecuencia de un culto tal. Como en el caso de Nadab y Abiú, sus facultades están tan embotadas que no hacen diferencia entre lo sagrado y lo profano. Cosas santas y sagradas son rebajadas al nivel de su aliento contaminado por el tabaco, de sus cerebros ofuscados, de sus almas mancilladas, contaminadas por la complacencia del apetito y la pasión. Profesos cristianos comen y beben, fuman y mastican tabaco, convirtiéndose en glotones y borrachos, para complacer el apetito, ¡y todavía hablan de vencer como Cristo venció!—Redemption; or the Temptation of Christ in The Wilderness, 82-86. Te 41.2

Se necesitan dirigentes con mentes claras—¿Qué pasa con nuestros legisladores y nuestros hombres del foro? Si era necesario que los ministros de las cosas sagradas tuviesen mentes claras y dominio completo de su razón, ¿no es también importante que los que hacen y ejecutan las leyes de nuestra gran nación tengan sus facultades despejadas? ¿Qué diremos de los jueces y jurados, en cuyas manos está el disponer de la vida humana, y cuyas decisiones pueden condenar al inocente o dejar sueltos en la sociedad a los criminales? ¿No necesitan ellos tener el pleno dominio de sus facultades mentales? ¿Son ellos temperantes en sus hábitos? Si no lo son, no son aptos para puestos de tanta responsabilidad. Cuando los apetitos se pervierten, las facultades mentales se debilitan y existe el peligro de que los hombres no gobiernen con justicia. La complacencia en aquello que ofusca la mente, ¿es hoy menos peligrosa que cuando Dios puso restricciones para aquellos que oficiaban en el culto divino?—Christian Temperance and Bible Hygiene, 19. Te 41.3

Cuando los hombres de gobierno traicionan su cometido—Los hombres que hacen las leyes que rigen la vida del pueblo, debieran más que cualquier otro ser obedientes a las leyes superiores que son el fundamento de todo gobierno en las naciones y en las familias. ¡Cuán importante es que los hombres que tienen el poder en sus manos sientan que ellos mismos están bajo un dominio superior. Pero nunca lo sentirán así mientras sus mentes estén debilitadas por la complacencia en drogas y bebidas. Los que tienen el encargo de hacer y ejecutar las leyes debieran tener todas sus facultades en condiciones de vigorosa acción. Practicando la temperancia en todas las cosas, pueden preservar la clara discriminación entre lo sagrado y lo común, y tener sabiduría para administrar con la justicia e integridad que Dios exigía al Israel de antaño. ... Te 42.1

Muchos que son elevados a los más altos puestos de confianza para servir al público son exactamente lo opuesto. Ellos se sirven a sí mismos, y generalmente hacen uso de drogas, vino y licores. Abogados, juristas, senadores, jueces y representantes, han olvidado que el carácter no es el resultado de sus ensueños. Están deteriorando sus facultades mediante complacencias pecaminosas. Se rebajan de su elevada posición para corromperse con intemperancia, licencia y toda forma de mal. Sus facultades prostituidas por el vicio abren el camino para todo mal. ... Te 42.2

Los intemperantes no debieran ser colocados en posiciones de confianza por el voto del pueblo. Su influencia corrompe a otros, y graves responsabilidades están en juego. Con cerebro y nervios nublados por el tabaco y los estimulantes, ellos hacen una ley de su propia naturaleza, y cuando se disipa la influencia inmediata [de los estimulantes o de los licores] se produce un colapso. Con frecuencia la vida humana se encuentra en la balanza; de la decisión de los hombres que ocupan esos cargos de confianza dependen la vida y la libertad, o la prisión y la angustia. Cuán necesario es que todos los que tienen parte en esas transacciones sean hombres probados, hombres de cultura propia, hombres honrados y veraces, de firme integridad, que desprecien el cohecho, que no permitan que su juicio o convicciones acerca de lo correcto sean torcidos por la parcialidad o el prejuicio. Así dice Jehová: “No pervertirás el derecho de tu mendigo en su pleito. De palabra de mentira te alejarás, y no matarás al inocente y justo; porque yo no justificaré al impío. No recibirás presente; porque el presente ciega a los que ven, y pervierte las palabras de los justos”.—The Signs of the Times, 8 de julio de 1880. Te 42.3

Solamente hombres estrictamente temperantes e íntegros debieran ser admitidos en nuestras cámaras legislativas y elegidos para presidir en nuestros tribunales. La propiedad, la reputación y aun la vida misma están inseguras libradas al juicio de hombres intemperantes e inmorales. ¡Cuántas personas inocentes han sido condenadas a muerte, a cuántas más se las ha privado de todas sus posesiones terrenales por la injusticia de jurados, abogados, testigos y aun jueces adictos a la bebida!—The Signs of the Times, 11 de febrero de 1886. Te 43.1

Si todos los magistrados fuesen temperantes—Si las personas representativas siguieran el camino del Señor, señalarían a los hombres una norma elevada y santa. Los que están en posiciones de confianza serían estrictamente temperantes. Magistrados, senadores y jueces tendrían un entendimiento claro, y su juicio sería sano y no pervertido. El temor del Señor estaría siempre delante de ellos, y estarían respaldados por una sabiduría más alta que la suya propia. El Maestro celestial haría sabios sus consejos y los fortalecería para obrar a pie firme en oposición a todo lo torcido, y para hacer avanzar aquello que es correcto, justo y verdadero. La palabra de Dios sería su guía y toda opresión sería desechada. Legisladores y administradores se sujetarían a toda ley justa y buena, enseñando siempre el camino del Señor para hacer justicia y juicio. Dios es quien dirige todo gobierno y toda ley buenos y justos. Los que tienen la responsabilidad de administrar alguna parte de la ley son responsables ante Dios como administradores de sus bienes.—The Review and Herald, 1 de octubre de 1895. Te 43.2

La razón destronada en la fiesta de Belsasar—En su orgullo y arrogancia, con temerario sentimiento de seguridad, “Belsasar hizo un gran banquete a mil de sus príncipes, y en presencia de los mil bebía vino”. Todos los atractivos ofrecidos por la riqueza y el poder aumentaban el esplendor de la escena. Entre los huéspedes que asistían al banquete real había hermosas mujeres que desplegaban sus encantos. Había hombres de genio y educación. Los príncipes y los estadistas bebían vino como agua, y bajo su influencia enloquecedora se entregaban a la orgía. Habiendo quedado la razón destronada por una embriaguez desvergonzada, y habiendo cobrado ascendiente los impulsos y las pasiones inferiores, el rey mismo dirigia la ruidosa orgía.—La Historia de Profetas y Reyes, 385. Te 43.3

En el mismo momento cuando la francachela estaba en su apogeo, surgió una pálida mano y trazó en la pared de la sala del banquete la condenación del rey y de su reino. “Mene, Mene, Tekel, Uparsín” fueron las palabras escritas y ésta fue la interpretación dada por Daniel: “Pesado has sido en balanza, y fuiste hallado falto ... Tu reino ha sido roto, y dado a los medos y a los persas”. Y el relato nos dice: “La misma noche fue muerto Belsasar rey de los caldeos. Y Darío de Media tomó el reino”. Te 44.1

Poco pensó Belsasar que un Vigilante invisible contemplaba su orgía idolátrica. Pero no hay nada que se diga o haga que no esté registrado en los libros del cielo. Los caracteres místicos trazados por la pálida mano testifican que Dios es testigo de todo lo que hacemos, y que es deshonrado por las francachelas y orgías. No podemos ocultar nada de Dios. No podemos escapar de nuestra responsabilidad ante él. Doquiera estemos y cualquier cosa que hagamos, somos responsables ante Aquel a quien pertenecemos por creación y redención.—Manuscrito 50, 1893. Te 44.2

Terribles resultados de la disipación de Herodes—En muchas cosas Herodes había reformado su vida disoluta. Pero el consumo de excesivos alimentos y bebidas estimulantes estaba constantemente enervando y amortiguando sus facultades morales y físicas, y luchando contra los fervientes llamados del Espíritu de Dios, que había llevado la convicción al corazón de Herodes, despertando su conciencia para renunciar a sus pecados. Herodías estaba al tanto de los puntos débiles del carácter de Herodes. Sabía que en circunstancias normales, mientras tenía el pleno dominio de su inteligencia, no podría lograr la muerte de Juan. ... Te 44.3

Disimuló de la mejor manera posible su odio aguardando con expectación el día del cumpleaños de Herodes que ella sabía sería una ocasión de glotonería y embriaguez. El apetito de Herodes por la comida abundante y el vino le daría a ella la oportunidad de hacerle bajar la guardia. Lo induciría a complacer su apetito, lo cual despertaría la pasión y rebajaría el tono del carácter mental y moral haciendo imposible que sus sensibilidades amortiguadas percibiesen con claridad los hechos y las evidencias e hiciese decisiones correctas. Hizo los más costosos preparativos para el festejo y la voluptuosa disipación. Ella conocía la influencia de estas fiestas intemperantes sobre el intelecto y la moralidad. Sabía que la complacencia de Herodes en el apetito, el placer y la diversión excitaría sus pasiones más bajas y lo haría impotente ante las exigencias más nobles del esfuerzo y el deber. Te 45.1

El alborozo artificial de la mente y el espíritu producido por la intemperancia rebaja las sensibilidades para el avance moral, haciendo imposible que los impulsos santos afecten el corazón y tengan el dominio sobre las pasiones cuando la opinión pública y la moda las sustentan. Festividades y diversiones, bailes, y el abundante uso del vino, ofuscan los sentidos y quitan el temor de Dios. ... Te 45.2

Mientras Herodes y sus príncipes estaban festejando y bebiendo en el salón del banquete, Herodías, envilecida por el crimen y la pasión, envió a su hija vestida en la forma más fascinadora a la presencia de Herodes y de sus reales huéspedes. Salomé estaba ataviada con costosas guirnaldas y flores. Estaba adornada de joyas relucientes y resplandecientes brazaletes. Con poca ropa y menos pudor danzó para la diversión de los reales huéspedes. Ante sus sentidos pervertidos, los fascinó la encantadora apariencia de ésta, que para ellos era una visión de belleza y hermosura. En lugar de ser dominadas por la clara razón, el gusto refinado o la conciencia sensible, las cualidades más bajas de la mente tenían las riendas del mando. La virtud y el principio no tenían ningún poder de dominio. Te 45.3

El falso encantamiento de la aturdidora escena pareció privar de toda dignidad y razón a Herodes y sus huéspedes, que estaban saturados de vino. La música, el vino y la danza habían quitado de ellos el temor y la reverencia de Dios. Nada parecía sagrado para los sentidos pervertidos de Herodes. Deseaba hacer algún despliegue que lo exaltara aún más alto ante los grandes hombres de su reino. Y temerariamente prometió, y confirmó su promesa con juramento, que daría a la hija de Herodías cualquier cosa que ésta pidiera. ... Te 45.4

Habiendo obtenido una promesa tan maravillosa, ella corrió a su madre, deseando saber qué cosa pedir. La respuesta de la madre estaba lista: la cabeza de Juan el Bautista en un plato. Salomé al principio quedó aturdida. No comprendía la venganza escondida en el corazón de su madre. Se negó a formular un pedido tan inhumano; pero la determinación de esa impía mujer prevaleció. Además ordenó a su hija que no se detuviera, sino que se apresurara a presentar su pedido antes que Herodes tuviese tiempo para reflexionar y cambiar de opinión. Por lo tanto, Salomé volvió a Herodes con el terrible pedido: “Quiero que ahora mismo me des en un plato la cabeza de Juan el Bautista. Y el rey se entristeció mucho; pero a causa del juramento, y de los que estaban con él a la mesa, no quiso desecharla”. Te 46.1

Herodes quedó atónito y confundido. Cesó su alegría desenfrenada y sus huéspedes se estremecieron de horror ante este inhumano pedido. Las frivolidades y la disipación de esa noche costaron la vida de uno de los mas eminentes profetas que alguna vez llevaran un mensaje de Dios a los hombres. La copa embriagante preparó el camino para este terrible crimen.—The Review and Herald, 11 de marzo de 1873. Te 46.2

Ninguna voz para salvar a Juan—¿Por qué no se levantó ninguna voz en esa concurrencia para disuadir a Herodes de cumplir su alocado voto? Estaban aturdidos por el vino y para sus sentidos ofuscados no había nada que debiese ser respetado. Te 46.3

Aunque los huéspedes reales estaban prácticamente en condiciones de librarlo de las obligaciones de su juramento, sus lenguas parecían paralizadas. Herodes mismo estaba bajo el engaño de que debía, a fin de mantener su propia reputación, cumplir con el juramento hecho bajo la influencia de la embriaguez. El principio moral, la única salvaguardia del alma, estaba paralizado. Herodes y sus huéspedes eran esclavos, sujetos a la más baja servidumbre por el apetito pervertido. ... Te 46.4

Las facultades mentales estaban enervadas por el placer de los sentidos, que pervertía sus ideas acerca de la justicia y la misericordia. Satanás buscó esta oportunidad en la persona de Herodías para instarlos a tomar decisiones apresuradas que costarían la vida preciosa de uno de los profetas de Dios.—The Review and Herald, 8 de abril de 1873. Te 46.5

Amonestaciones divinas—El Señor no puede soportar mucho más a una generación intemperante y perversa. Hay muchas solemnes amonestaciones en las Escrituras contra el uso de las bebidas embriagantes. En tiempos antiguos, cuando Moisés estaba recapitulando el deseo de Jehová concerniente a su pueblo, se pronunciaron contra los borrachos las siguientes palabras: Te 47.1

“Y suceda que al oír las palabras de esta maldición, él se bendiga en su corazón, diciendo: Tendré paz, aunque ande en la dureza de mi corazón, a fin de que con la embriaguez quite la sed. No querrá Jehová perdonarlo, sino que entonces humeará la ira de Jehová y su celo sobre el tal hombre, y se asentará sobre él toda maldición escrita en este libro, y Jehová borrará su nombre de debajo del cielo”. Te 47.2

Dice Salomón: “El vino es escarnecedor, la sidra alborotadora, y cualquiera que por ellos yerra no es sabio”. “¿Para quién será el ay? ¿Para quién el dolor? ¿Para quién las rencillas? ¿Para quién las quejas? ¿Para quién las heridas en balde? ¿Para quién lo amoratado de los ojos? Para los que se detienen mucho en el vino, para los que van buscando la mistura. No mires al vino cuando rojea, cuando resplandece su color en la copa. Se entra suavemente; mas al fin como serpiente morderá, y como áspid dará dolor”. Te 47.3

El uso del vino entre los israelitas fue una de las causas que finalmente contribuyó a su cautiverio. El Señor les dijo mediante el profeta Amós: Te 47.4

“¡Ay de los reposados en Sion! ... Vosotros que dilatáis el día malo, y acercáis la silla de iniquidad. Duermen en camas de marfil, y reposan sobre sus lechos; y comen los corderos del rebaño, y los novillos de en medio del engordadero; gorjean al son de la flauta, e inventan instrumentos musicales, como David; beben vino en tazones, y se ungen con los ungüentos más preciosos; y no se afligen por el quebrantamiento de José. Por tanto, ahora irán a la cabeza de los que van a cautividad, y se acercará el duelo de los que se entregan a los placeres”. Te 47.5

“¡Ay de ti, tierra, cuando tu rey es muchacho, y tus príncipes banquetean de mañana! ¡Bienaventurada tú, tierra, cuando tu rey es hijo de nobles, y tus príncipes comen a su hora, para reponer sus fuerzas y no para beber!” “No es de los reyes, oh Lemuel, no es de los reyes beber vino, ni de los príncipes la sidra; no sea que bebiendo olviden la ley, y perviertan el derecho de todos los afligidos”. Te 48.1

Estas palabras de amonestación y autoridad son claras y decididas. Los que ocupan cargos públicos de confianza, cuiden de que no olviden la ley y perviertan el juicio por el vino y la bebida fuerte. Gobernantes y jueces debieran siempre estar en condiciones de seguir la indicación del Señor: “A ninguna viuda ni huérfano afligiréis. Porque si tú llegas a afligirles, y ellos clamaren a mí, ciertamente oiré yo su clamor; y mi furor se encenderá, y os mataré a espada, y vuestras mujeres serán viudas, y huérfanos vuestros hijos”. Te 48.2

Jehová el Dios de los cielos gobierna. El solo está sobre toda autoridad, sobre todos los reyes y gobernantes. El Señor ha dado en su Palabra instrucciones especiales con respecto al uso del vino y de las bebidas fuertes. Ha prohibido su uso, y ha recalcado su prohibición con severas amonestaciones y amenazas. Pero esta prohibición del uso de las bebidas embriagantes no es un acto de arbitrariedad. El quiere que los hombres se abstengan a fin de librarse de las consecuencias del uso del vino y de las bebidas alcohólicas. Degradación, crueldad, abyección y contienda son los resultados naturales de la intemperancia. Dios ha señalado las consecuencias de practicar esta conducta impía. Lo ha hecho para que no haya una perversión de sus leyes y para que los hombres eviten la miseria ampliamente extendida resultante de la conducta de hombres perversos los cuales, por amor a la ganancia, venden venenos enloquecedores.—Drunkenness and Crime, 4-6. Te 48.3