La Temperancia

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Capítulo 5—El sentido de la obligación moral

Guiados por principios morales y religiosos—Tenemos que actuar desde un punto de vista moral y religioso. Debemos ser templados en todas las cosas, porque se nos ofrece una corona incorruptible, un tesoro celestial.—Joyas de los Testimonios 1:191. Te 189.2

Como seguidores de Cristo, debiéramos obrar por principios en el comer y el beber.—Redemption; or the Temptation of Christ in The Wilderness, 60. Te 189.3

El caso de Daniel nos muestra que, gracias a los principios religiosos, los jóvenes pueden triunfar sobre la concupiscencia de la carne y permanecer leales a los requerimientos de Dios, aun cuando el hacerlo les demande un gran sacrificio.—Testimonies for the Church 4:570. Te 189.4

No tenéis derecho moral para hacerlo que os plazca—¿No tengo derecho a hacer lo que me plazca con mi cuerpo?—No, no tenéis derecho moral, porque violáis las leyes de la vida y de la salud que Dios os ha dado. Sois propiedad del Señor, suyos por creación y suyos por redención. “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Aquí se presenta a la consideración la ley del respeto propio y la del respeto a la propiedad del Señor. Esto llevará a respetar las obligaciones bajo las que está todo ser humano de preservar la maquinaria viviente, formada tan asombrosa y maravillosa mente.—Manuscrito 49, 1897. Te 189.5

Sentir la santidad de la ley natural—Se ha de conderar estrictamente toda ley que gobierna el organismo, porque como ley de Dios es de tanta importancia con la palabra de la Santa Escritura, y toda desviación voluntaria de la obediencia a esta ley es tan ciertamente pecado como una violación de la ley moral. Toda la naturaleza manifiesta la ley de Dios, pero en nuestra estructura física Jehová ha escrito su ley con su propio dedo sobre cada nervio que vibra, sobre cada fibra viviente y sobre cada órgano del cuerpo. Sufriremos pérdida y fracaso si nos apartamos de la senda de la naturaleza, que ha sido señalado por Dios mismo, para ir en pos de una de nuestra invención Te 190.1

Debemos esforzarnos legítimamente si queremos la dádiva de la vida eterna. El camino tiene la anchura necesaria, y todos los que corren la carrera pueden ganar un premio. Si creamos apetitos antinaturales y nos mostramos indulgentes con ellos en cualquier grado, violamos las leyes de la naturaleza y el resultado se traducirá en condiciones físicas, mentales y morales debilitadas. Quedamos enconsecuencia descalificados para ese esfuerzo perseverant enérgico y promisorio que podríamos haber hecho si habiésemos sido fieles a las leyes de la naturaleza. Si dañamos un solo órgano del cuerpo, le robamos a Dios del servicio que podríamos haberle rendido. “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios’.—The Review and Herald, 18 de octubre de 1881. Te 190.2

Un constante sentido de la responsabilidad—Los que tienen una constante comprensión de que permanecen en esta relación con Dios no ingerirán alimentos que agradan al apetito pero que causan daño a los órganos digestivos. No arruinarán la propiedad de Dios siendo indulgentes con hábitos impropios en el comer, el beber o el vestir. Tratarán con sumó cuidado la maquinaria humana, porque entienden que deben hacerlo a fin de obrar en sociedad con Dios. El Señor desea que gocen de salud, que sean felices y útiles. Pero para que logren esto han de poner su voluntad junto a la voluntad del Señor.—Carta 166, 1903. Te 190.3

Protegidos por el baluarte de la independencia moral—Mediante esfuerzos fervientes y perseverantes, que no estén influidos por las costumbres cambiantes de la vida, los padres pueden levantar alrededor de sus hijos un baluarte moral que los defenderá de las miserias y crímenes provocados por la intemperancia. No se ha de permitir que los hijos procedan como les plazca, desarrollando rasgos indebidos que debieran ser cortados en flor, sino que se los ha de disciplinar con cuidado y educarlos para que tomen posición junto a lo recto, a la reforma y a la sobriedad. Tendrán entonces independencia moral para arrostrar resueltamente en toda crisis la tormenta de oposición que con seguridad asaltará a los que se han decidido en favor de la verdadera reforma.—Pacific Health Journal, mayo de 1890. Te 191.1

Traed a vuestros niños a Dios en fe y tratad de impresionar sus mentes susceptibles con un sentido de sus obligaciones hacia su Padre celestial. Esto requerirá lección tras lección, línea sobre línea, precepto sobre precepto, un poquito aquí, otro poquito allá.—The Review and Herald, 6 de noviembre de 1883. Te 191.2

Enseñadlo como un privilegio y una bendición—Incúlquese en los alumnos el pensamiento de que el cuerpo es un templo en el cual Dios desea morar; que hay que conservarlo puro, como morada de pensamientos elevados y nobles. Al ver, por medio del estudio de la fisiología, que están “asombrosa y maravillosamente” formados, sentirán reverencia. En vez de mancillar la obra de Dios, sentirán ambición por hacer de su parte todo lo posible por cumplir el glorioso plan del Creador. De ese modo llegarán a considerar la obediencia a las leyes de la salud, no como un sacrificio o un acto de abnegación, sino como lo que realmente es: un privilegio y una bendición inestimables.—La Educación, 197. Te 191.3

Un gran triunfo si se lo enfoca desde el punto de vista moral—Si podemos despertar la sensibilidad moral de nuestro pueblo en el asunto de la temperancia, obtendremos un gran triunfo. Se ha de enseñar y practicar la temperancia en todas las cosas de esta vida.—The Signs of the Times, 2 de octubre de 1907. Te 191.4

Cada uno responderá a Dios personalmente—La obediencia a las leyes de la vida debe constituir un asunto de deber personal. Hemos de dar cuenta a Dios por nuestros hábitos y prácticas. La pregunta a la que debemos responder no es: ¿Qué dirá el mundo? sino: ¿Cómo trataré yo, que pretendo ser cristiano, la habitación que Dios me ha dado? ¿Obraré para mi más elevado bienestar temporal y espiritual conservando mi cuerpo como un templo para la morada del Espíritu Santo, o me sacrificaré en aras de las ideas y prácticas del mundo?—Manuscrito 86, 1897. Te 191.5

Más que vencedores—Si los cristianos guardan el cuerpo en sujeción y someten todos sus apetitos y pasiones al dominio de la conciencia iluminada, sintiendo que es un deber para con Dios y el prójimo obedecer las leyes que rigen la salud y la vida, tendrán la bendición del vigor físico y mental. Contarán con poder moral para entrar en la guerra contra Satanás, y en el nombre de Aquel que venció el apetito en su favor, pueden ser más que vencedores en su propio bien.—The Review and Herald, 21 de noviembre de 1882. Te 192.1