La Temperancia

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Capítulo 4—Diversión y sustitutos inofensivos

Influencia de la ociosidad, la falta de propósito y las malas compañías—Pero, a fin de llegar a la raíz de la intemperancia debemos ir más allá del uso del alcohol o el tabaco. La ociosidad, la falta de ideal, las malas compañías, pueden ser las causas que predispongan a la intemperancia.—La Educación, 198. Te 186.1

Influencia de un hogar atrayente—Haced vuestro hogar tan atractivo como podáis. Corred las cortinas y dejad que penetre la luz del sol, que es el médico del cielo. Anheláis paz y quietud en vuestros hogares. Anheláis que vuestros hijos tengan caracteres hermosos. Haced que vuestro hogar sea tan atractivo que ellos no deseen irse a la taberna.—Manuscrito 27, 1893. Te 186.2

El poder retentivo de un hogar atrayente—Cuántos padres se lamentan de que no pueden mantener a sus hijos en el hogar, porque éstos no lo aman. Precozmente en su vida ya desean la compañía de los extraños; y tan pronto como tienen la edad para hacerlo, rompen con lo que a ellos les parece que es un cautiverio y una restricción irrazonable, y no prestarán oídos ni a las oraciones de la madre ni a los consejos del padre. El examen del caso por lo general revela que el pecado está a la puerta de los padres. No hicieron del hogar lo que debería haber sido—un lugar atrayente, agradable, brillante con la luz de las palabras bondadosas, de las miradas llenas de simpatía y del verdadero amor. Te 186.3

El secreto para salvar a vuestros hijos radica en hacer que vuestro hogar sea hermoso y atrayente. La indulgencia de los padres no ligará a los hijos a Dios ni al hogar; pero una influencia firme y piadosa para disciplinar y educar en forma correcta la mente salvará a muchos hijos de la ruina.—The Review and Herald, 9 de diciembre de 1884. Te 186.4

Haced del hogar un sitio donde existan el gozo, la cortesía y el amor. ... Si la vida hogareña es lo que debe ser, los hábitos que allí se formen constituirán una poderosa defensa contra los asaltos de la tentación cuando el joven abandone el refugio del hogar y vaya al mundo.—Counsels on Health, 100. Te 186.5

Los hogares en el campo y el trabajo útil—Una de las salvaguardias más seguras para los jóvenes es la ocupación útil. Si se los hubiera adiestrado en hábitos industriosos, de modo que todas sus horas fuesen empleadas provechosamente, no tendrían tiempo para lamentar su suerte o para ociosas ilusiones. Estarían menos expuestos a contraer hábitos o relaciones viciosos. Que los jóvenes aprendan desde la niñez que no hay excelencia sin trabajo arduo. ... Te 187.1

Todo joven debiera lograr el máximo de sus talentos, aprovechando hasta lo sumo las oportunidades presentes. Quien así lo haga podrá alcanzar casi cualquier altura en logros morales e intelectuales. Pero debe poseer un espíritu valiente y resuelto. Necesitará cerrar los oídos a la voz del placer; deberá rechazar con frecuencia las solicitaciones de jóvenes compañeros. Debe estar en guardia continuamente, para no ser apartado de su propósito. Te 187.2

Muchos padres se trasladan de sus hogares en el campo a la ciudad, considerando a ésta como un sitio más conveniente o ventajoso. Pero al realizar este cambio exponen a sus hijos a muchas y grandes tentaciones. Los muchachos no tienen empleo y aprenden en la escuela de la calle, y avanzan paso a paso en la depravación, hasta que pierden todo interés en cualquier cosa que sea buena, pura y santa. Cuánto mejor hubiera sido que los padres permanecieran con sus familias en el campo, donde las influencias son más favorables para el fortalecimiento físico y mental. ... Te 187.3

Por la negligencia de los padres, los jóvenes de nuestras ciudades están corrompiendo sus caminos y contaminando sus almas ante Dios. Este será siempre el fruto de la pereza. Los hospicios, las cárceles y las horcas hablan penosamente de los deberes descuidados por los padres.—The Review and Herald, 13 de septiembre de 1881. Te 187.4

Remplazad con placeres inocentes las diversiones pecaminosas—No se les puede pedir a los jóvenes que sean tan sosegados y graves como los de más edad, ni a los niños que sean tan serios como los ancianos. Al paso que las diversiones pecaminosas son condenadas, como deben serlo, provean los padres, maestros y custodios de la juventud placeres inocentes en su lugar, los que no contaminarán ni corromperán las virtudes morales. No sometáis a los jóvenes a reglas y restricciones rígidas que los llevarán a sentirse oprimidos y quebrantarlas y correr a los caminos de la insensatez y la destrucción. Con mano firme, bondadosa, considerada, mantened las riendas del gobierno, guiando y controlando sus mentes y propósitos, pero en forma tan gentil, prudente y amable que ellos vean que lo que os interesa es su bienestar.—The Review and Herald, 9 de diciembre de 1884. Te 187.5

Proporcionar vacaciones interesantes—Hemos tratado diligentemente que las vacaciones resulten tan interesantes como sea posible para los jóvenes y los niños. ... Nuestro propósito ha sido mantenerlos alejados de escenas de diversiones entre incrédulos. ... Te 188.1

Pienso que al paso que les prohibimos a nuestros hijos los placeres mundanos, que tienden a corromper y extraviar, debiéramos proporcionarles recreación inocente, que los conduzca por senderos agradables donde no existe peligro. Ningún hijo de Dios necesita tener una experiencia triste o lúgubre. Las órdenes divinas, las divinas promesas, muestran que es así. Los caminos de la sabiduría “son caminos deleitosos, y todas sus veredas paz”. Los caminos del mundo envanecen, y por su goce fugaz muchos sacrifican el compañerismo del Cielo, con la paz, el amor y la felicidad que brinda. Pero lo que han elegido como objeto de placer, pronto se transforma en algo que amarga y no satisface. Te 188.2

Los atractivos de la vida cristiana—Necesitamos hacer todo lo que esté de nuestra parte para ganar almas mediante la presentación de los atractivos de la vida cristiana. Nuestro Dios ama lo bello. Podría haber revestido la tierra de castaño y gris, y los árboles de un ropaje triste en lugar del vivo follaje verde; pero deseaba que sus hijos fueran felices. Cada hoja, cada capullo y flor que se abren, son una prueba de su tierno amor; y debiéramos proponernos manifestar a otros este maravilloso amor expresado en sus obras creadas. Te 188.3

Dios desearía que todo hogar y toda iglesia ejercieran poder de atracción para apartar a los niños de los placeres seductores del mundo y de relacionarse con aquellos cuya influencia es de tendencia corruptora. Estudiad para ganar a los jóvenes para Jesús. Impresionad sus mentes con la misericordia y la bondad de Dios al permitirles, pecadores como son, disfrutar de las ventajas, la gloria y la honra de ser hijos e hijas del Altísimo. ¡Qué pensamiento más extraordinario, qué condescendencia inaudita, qué asombroso amor, que los hombres finitos puedan ser aliados del Omnipotente! “A los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios”. “Amados, ahora somos hijos de Dios”. ¿Puede alguna honra mundanal igualarse a esto? Te 188.4

Representemos la vida cristiana como realmente es; hagamos que el camino sea alegre, invitador, interesante. Podremos hacerlo si lo deseamos. Podemos llenar nuestra mente con cuadros vívidos de las cosas espirituales y eternas, y al hacerlo así contribuir a que sean una realidad para otras mentes. La fe contempla a Jesús que permanece como nuestro Mediador a la diestra de Dios. La fe contempla las mansiones que ha ido a preparar para los que lo aman. La fe ve el manto y la corona preparados para el vencedor. La fe oye los cantos de los redimidos, y acerca las glorias eternas. Debemos acercarnos a Jesús en amorosa obediencia, si queremos ver al rey en su hermosura.—The Review and Herald, 29 de enero de 1884. Te 189.1