La Oración

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Las oraciones aparentemente no respondidas pueden ser una gran bendición

En su amante cuidado e interés por nosotros, muchas veces Aquel que nos comprende mejor de lo que nos comprendemos a nosotros mismos, se niega a permitirnos que procuremos con egoísmo la satisfacción de nuestra ambición. No permite que pasemos por alto los deberes sencillos pero sagrados que tenemos más a mano. Muchas veces estos deberes entrañan la verdadera preparación indispensable para una obra superior. Muchas veces nuestros planes fracasan para que los de Dios respecto a nosotros tengan éxito. Or 137.2

Nunca se nos exige que hagamos un verdadero sacrificio por Dios. Nos pide él que le cedamos muchas cosas; pero al hacerlo no nos despojamos más que de lo que nos impide avanzar hacia el cielo. Aun cuando nos invita a renunciar a cosas que en sí mismas son buenas, podemos estar seguros de que Dios nos prepara algún bien superior. Or 137.3

En la vida futura se aclararán los misterios que aquí nos han preocupado y chasqueado. Veremos que las oraciones que nos parecían desatendidas y las esperanzas defraudadas figuraron entre nuestras mayores bendiciones. Or 137.4

Debemos considerar todo deber, por muy humilde que sea, como sagrado por ser parte del servicio de Dios. Nuestra oración cotidiana debería ser: “Señor, ayúdame a hacer lo mejor que pueda. Enséñame a hacer mejor mi trabajo. Dame energía y alegría. Ayúdame a compartir en mi servicio el amante ministerio del Salvador”.—El Ministerio de Curación, 375, 376. Or 138.1