La Oración

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La respuesta no siempre es inmediata

Dios tiene un cielo lleno de bendiciones para los que cooperen con él. Todos los que le obedezcan pueden con confianza reclamar el cumplimiento de sus promesas. Or 130.2

Pero debemos mostrar una confianza firme y sin rodeos en Dios. A menudo él tarda en contestarnos para probar nuestra fe o la sinceridad de nuestro deseo. Al pedir de acuerdo con su Palabra, debemos creer su promesa y presentar nuestras peticiones con una determinación que no será denegada.—Palabras de Vida del Gran Maestro, 111. Or 130.3

Cuando los que conocen la verdad practiquen la abnegación ordenada en la Palabra de Dios, el mensaje avanzará con poder. El Señor oirá nuestras oraciones en favor de la conversión de las almas. El pueblo de Dios hará brillar su luz, y los incrédulos, al ver sus buenas obras, glorificarán a nuestro Padre celestial.—Mensajes para los Jóvenes, 313. Or 130.4

El hecho de que Cristo se haya demorado dos días después de oír que Lázaro estaba enfermo, no era un descuido o negación de su parte. Era su propósito permanecer donde estaba hasta que la muerte de Lázaro ocurriera, para así poder dar al pueblo una evidencia de su divinidad, no en solo restaurar a un hombre moribundo, sino en resucitar a la vida a un hombre que había sido ya sepultado. Or 130.5

Esto debiera darnos ánimo. A veces somos tentados a pensar que la promesa: “Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá”, no se ha cumplido a menos que la respuesta llegue inmediatamente al hacerse la petición. Es nuestro privilegio pedir bendiciones especiales, y creer que nos serán concedidas. Pero si la bendición que hemos pedido no se nos concede de inmediato, no debemos creer que nuestras oraciones no fueron oídas. Recibiremos, aun si la respuesta es demorada por un tiempo. En cumplir el plan de la redención, Cristo ve bastante en la humanidad como para desanimarse; pero él no se desanima. En misericordia y amor continúa ofreciéndonos oportunidades y privilegios. Por eso, debiéramos descansar en el Señor y esperar pacientemente en él. Puede ser que la respuesta a nuestras oraciones no venga tan rápidamente como lo deseamos, y que no sea exactamente lo que habíamos pedido; pero el que sabe lo que es para el máximo bien de sus hijos, derramará una mayor bendición que la que hemos pedido, si no somos infieles ni nos desanimamos.—The Youth’s Instructor, 6 de abril de 1899. Or 130.6

Todos deseamos respuestas inmediatas y directas a nuestras oraciones, y estamos dispuestos a desalentarnos cuando la contestación tarda, o cuando llega en forma que no esperábamos. Pero Dios es demasiado sabio y bueno para contestar siempre a nuestras oraciones en el plazo exacto y en la forma precisa que deseamos. Él quiere hacer en nuestro favor algo más y mejor que el cumplimiento de todos nuestros deseos. Y por el hecho de que podemos confiar en su sabiduría y amor, no debemos pedirle que ceda a nuestra voluntad, sino procurar comprender su propósito y realizarlo. Nuestros deseos e intereses deben perderse en su voluntad. Los sucesos que prueban nuestra fe son para nuestro bien, pues denotan si nuestra fe es verdadera y sincera, y si descansa en la Palabra de Dios sola, o si, dependiente de las circunstancias, es incierta y variable. La fe se fortalece por el ejercicio. Debemos dejar que la paciencia perfeccione su obra, recordando que hay preciosas promesas en las Escrituras para los que esperan en el Señor.—El Ministerio de Curación, 176. Or 131.1

Vi que los siervos de Dios y la iglesia se desanimaban con excesiva facilidad. Cuando pedían a su Padre celestial cosas que pensaban necesitar y estas cosas no les llegaban inmediatamente, su fe vacilaba, su valor desaparecía, y se posesionaba de ellos un sentimiento de murmuración. Vi que esto desagradaba a Dios. Or 132.1

Todo santo que se allega a Dios con un corazón fiel, y eleva sus sinceras peticiones a él con fe, recibirá contestación a sus oraciones. Vuestra fe no debe desconfiar de las promesas de Dios, si es que no veis o sentís la inmediata respuesta a estas oraciones. No temáis confiar en Dios. Fiad en su segura promesa: “Pedid, y recibiréis”. Dios es demasiado sabio para errar, y demasiado bueno para privar de cualquier cosa buena a sus santos que andan íntegramente. El hombre está sujeto a errar, y aunque sus peticiones asciendan de un corazón sincero, no siempre pide las cosas que sean buenas para sí mismo, o que hayan de glorificar a Dios. Cuando tal cosa sucede, nuestro sabio y bondadoso Padre oye nuestras oraciones, y nos contestará, a veces inmediatamente; pero nos da las cosas que son mejores para nosotros y para su propia gloria. Or 132.2

Cuando Dios nos da bendiciones, si pudiésemos mirar su plan, veríamos claramente que él sabe lo que es mejor para nosotros, y que nuestras oraciones obtienen respuesta. Nunca nos da nada perjudicial, sino la bendición que necesitamos, en lugar de algo que pedimos y que no sería bueno para nosotros, sino que nos perjudicaría. Or 132.3

Vi que si no sentimos inmediatamente la respuesta a nuestras oraciones, debemos retener firmemente nuestra fe, no permitiendo que nos embargue la desconfianza, porque ello nos separaría de Dios. Si nuestra fe vacila, no conseguiremos nada de él. Nuestra confianza en Dios debe ser fuerte; y cuando más necesitamos su bendición, ella caerá sobre nosotros como una lluvia. Or 132.4

Cuando los siervos de Dios oran por su Espíritu y bendición, a veces les llegan inmediatamente; pero no siempre les son concedidos entonces. En tales ocasiones, no desmayemos. Aférrese nuestra fe de la promesa de que llegará. Confiemos plenamente en Dios, y a menudo esta bendición vendrá cuando más la necesitemos, y recibiremos inesperadamente ayuda de Dios cuando estemos presentando la verdad a los incrédulos, y quedaremos habilitados para dar la Palabra con claridad y poder. Or 132.5

El asunto me fue representado como el caso de los niños que piden una bendición a sus padres terrenales que los aman. Piden algo que el padre sabe les ha de perjudicar; pero el padre les da cosas que serán buenas y sanas para ellos, en lugar de aquello que deseaban. Vi que toda oración que es elevada con fe por un corazón sincero, será oída y contestada por Dios, y que aquel que envió la petición obtendrá la bendición cuando más la necesite, y a menudo esta excederá sus expectativas. No se pierde una sola oración de un verdadero santo, si es elevada con fe por un corazón sincero.—Testimonios Selectos 3:16-18. Or 133.1

Después de hecha la oración, si no obtenemos inmediatamente la respuesta, no nos cansemos de esperar, ni nos volvamos inestables. No vacilemos. Aferrémonos a la promesa: “Fiel es el que os ha llamado; el cual también lo hará”. 1 Tesalonicenses 5:24. Como la viuda importuna, presentemos nuestros casos con firmeza de propósito. ¿Es importante el objeto y de gran consecuencia para nosotros? Por cierto que sí. Entonces, no vacilemos; porque tal vez se pruebe nuestra fe. Si lo que deseamos es valioso, merece un esfuerzo enérgico y fervoroso. Tenemos la promesa; velemos y oremos. Seamos firmes, y la oración será contestada; porque, ¿no es Dios quien ha formulado la promesa? Cuanto más nos cueste obtener algo, tanto más lo apreciaremos cuando lo obtengamos. Se nos dice claramente que si vacilamos, ni podemos pensar que recibiremos algo del Señor. Se nos recomienda aquí que no nos cansemos, sino que confiemos firmemente en la promesa. Si pedimos, él nos dará liberalmente, sin zaherir.—Testimonios para la Iglesia 2:119. Or 133.2

“Pedid y se os dará”. La promesa es amplia e ilimitada, y fiel es quien ha prometido. A veces, nuestra fe falla porque la Sabiduría Infinita no cumple nuestros términos. Cuando por alguna razón no recibimos las mismas cosas que pedimos en el momento en que las pedimos, debemos creer que el Señor nos ha escuchado y que nos dará lo que es mejor para nosotros. Su propia gloria es una razón suficiente como para que algunas veces retenga lo que pedimos y responda nuestras oraciones de un modo en que no esperamos. Pero debemos aferrarnos a la promesa, pues en su momento vendrá la respuesta, y recibiremos las bendiciones que más necesitamos.—The Signs of the Times, 21 de agosto de 1884. Or 133.3