La Oración

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Es necesario orar y actuar

Debemos vivir una vida simultánea de meditación y acción, de oración silenciosa y trabajo ardoroso. Todos los que han recibido la luz de la verdad deben considerar que es su deber derramar rayos de luz sobre la senda de los impenitentes. Debemos ser testigos por Cristo en nuestras oficinas tan ciertamente como en la iglesia. Dios requiere de nosotros que seamos epístolas vivas, conocidas y leídas de todos los hombres. El alma que por la oración diaria y ferviente busca en Dios su fortaleza, su apoyo, su poder, tendrá nobles aspiraciones, claras percepciones de la verdad y elevados propósitos de acción y continua sed y hambre de justicia.—Joyas de los Testimonios 2:376, 377. Or 222.3

Si permitimos que el exceso de trabajo nos aleje de nuestro propósito de buscar diariamente al Señor, cometeremos los mayores errores, incurriremos en pérdidas, porque el Señor no está con nosotros; así hemos cerrado la puerta para que él no tenga acceso a nuestras almas. Pero si oramos aun cuando tenemos las manos ocupadas, los oídos del Salvador están abiertos para escuchar nuestras peticiones... Dios se ocupa de vosotros en el lugar donde desempeñáis vuestro deber. Pero aseguraos de ir con frecuencia al lugar donde se acostumbra a orar.—Consejos sobre la Salud, 421. Or 222.4