La Maravillosa Gracia de Dios

95/367

Produce paz y da descanso, 3 de abril

Los impíos son como el mar en tempestad, que no puede estarse quieto... No hay paz, dijo mi Dios, para los impíos. Isaías 57:20, 21. MGD 101.1

El pecado ha destruido nuestra paz. Mientras el yo no está subyugado, no podemos hallar descanso. Las pasiones predominantes en el corazón no pueden ser regidas por facultad humana alguna. Somos tan impotentes en esto como los discípulos para calmar la rugiente tempestad. Mateo 8:23-27. Pero el que calmó las olas de Galilea ha pronunciado la palabra que puede impartir paz a cada alma. Por fiera que sea la tempestad, los que claman a Jesús... hallarán liberación. Su gracia... calma las contiendas de las pasiones humanas, y en su amor el corazón descansa.—El Deseado de Todas las Gentes, 303. MGD 101.2

Para toda alma que lucha por elevarse de una vida de pecado a una vida de pureza, el gran elemento de fuerza reside en el único “nombre debajo del cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos”. Hechos 4:12... El único remedio contra el vicio es la gracia y el poder de Cristo.—El Ministerio de Curación, 134, 135. MGD 101.3

Debe mantenerse toda pasión profana bajo el control de la razón santificada por la gracia abundantemente otorgada por Dios. Estamos viviendo en una atmósfera de hechizos satánicos. El enemigo entretejerá un ensalmo de licencia alrededor de toda alma que no haya logrado parapetarse en la gracia de Cristo. Vendrán tentaciones; pero si velamos contra el enemigo, si mantenemos el equilibrio del dominio propio y la pureza, los espíritus seductores no tendrán influencia sobre nosotros. Los que nada hacen para estimular la tentación tendrán fuerza para resistirla cuando venga; pero los que se mantienen en una atmósfera de mal, ellos mismos tendrán la culpa si son vencidos y caen... MGD 101.4

Los hombres y las mujeres tienen que vigilarse; han de estar constantemente en guardia, no permitiéndose palabra o acto que podría ser causa de que se hablase mal de su conducta. El que profesa seguir a Cristo debe vigilarse, mantenerse puro y sin contaminación en sus pensamientos, palabras y actos. Su influencia sobre los demás debe ser elevadora. Su vida ha de reflejar los brillantes rayos del Sol de justicia... La eterna vigilancia es el precio de la seguridad.—Consejos para los Maestros Padres y Alumnos acerca de la Educación Cristiana, 197. MGD 101.5