La Maravillosa Gracia de Dios

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La ley de Dios vinculada con su trono, 13 de marzo

Abre mis ojos, y miraré las maravillas de tu ley. Salmos 119:18. MGD 80.1

Dios ha dado su ley al ser humano para que constituya la medida del carácter. Mediante esta ley podéis descubrir y vencer cada defecto de vuestro carácter. Podéis separaros de cada ídolo, y uniros al trono de Dios mediante la cadena de oro de la gracia y la verdad.—Mensajes Selectos 2:367. MGD 80.2

La ley moral nunca fue un símbolo o una sombra. Existía antes de la creación del hombre y durará mientras permanezca el trono de Dios. Dios no podía cambiar ni alterar un solo precepto de su ley a fin de salvar al hombre, pues la ley es el fundamento de su gobierno. Es inmutable, inalterable, infinita y eterna. A fin de que el hombre fuera salvado y se mantuviera el honor de la ley, fue necesario que el Hijo de Dios se ofreciera a sí mismo como sacrificio por los pecados. El que no conoció pecado se hizo pecado por nosotros. Murió por nosotros en el Calvario. Su muerte muestra el admirable amor de Dios por el hombre y la inmutabilidad de su ley... MGD 80.3

La gloria de Cristo es revelada en la ley, que es un trasunto de su carácter, y su eficacia transformadora se ejerce sobre el alma hasta que los hombres se transforman a la semejanza divina. Se hacen participantes de la naturaleza divina y se asemejan más y más a su Salvador, avanzando paso tras paso en conformidad con la voluntad de Dios hasta que alcanzan la perfección.—Ibid. 1:282, 283. MGD 80.4

La ley de Dios no fue dada sólo para los judíos. Es de obligación mundial y perpetua... Sus diez preceptos se asemejan a una cadena con diez eslabones. Si uno de ellos se rompe, la cadena pierde todo su valor. No se puede ni cambiar ni revocar un solo precepto para salvar al transgresor.—The S.D.A. Bible Commentary 2:1014. MGD 80.5

Cristo quiere que estén representados en su iglesia en la tierra el orden celestial, el plan de gobierno celestial, la armonía divina del cielo. Así queda glorificado en los suyos. Mediante ellos resplandecerá ante el mundo el Sol de justicia con un brillo que no se empañará... La iglesia dotada de la justicia de Cristo es su depositaria, en la cual las riquezas de su misericordia y su gracia y su amor han de aparecer en plena y final manifestación.—El Deseado de Todas las Gentes, 634. MGD 80.6