La Maravillosa Gracia de Dios

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Eterno, 2 de mayo

Inclinad vuestro oído, y venid a mí; oíd, y vivirá vuestra alma; y haré con vosotros pacto eterno, las misericordias firmes a David. Isaías 55:3. MGD 130.1

La salvación de la raza humana ha sido siempre el propósito de los concilios del cielo. El pacto de la misericordia fue establecido antes de la fundación del mundo. Ha existido desde la eternidad pasada, y se lo llama el pacto eterno. Tan ciertamente como nunca ha dejado de haber Dios, no ha habido momento cuando no haya sido la delicia de la Mente eterna manifestar su gracia a la humanidad.—The S.D.A. Bible Commentary 7:934. MGD 130.2

Desde el principio de la gran controversia, se propuso Satanás desfigurar el carácter de Dios, y despertar rebelión contra su ley... Pero en medio de la obra del mal, los propósitos de Dios progresan con firmeza hacia su realización. El manifiesta su justicia y benevolencia hacia todos los seres inteligentes creados por él. A causa de las tentaciones de Satanás, todos los miembros de la raza humana se han convertido en transgresores de la ley divina; pero en virtud del sacrificio de su Hijo se abre un camino por el cual pueden regresar a Dios. Por medio de la gracia de Cristo pueden llegar a ser capaces de obedecer la ley del Padre. Así en todos los tiempos, de entre la apostasía y la rebelión Dios saca a un pueblo que le es fiel, un pueblo “en cuyo corazón está” su “ley”. Isaías 51:7.—Historia de los Patriarcas y Profetas, 351. MGD 130.3

La obra de Dios es la misma en todos los tiempos, aunque hay distintos grados de desarrollo y diferentes manifestaciones de su poder para suplir las necesidades de los hombres en los diferentes siglos. Empezando con la primera promesa evangélica, y siguiendo a través de las edades patriarcal y judía, para llegar hasta nuestros propios días, ha habido un desarrollo gradual de los propósitos de Dios en el plan de la redención... El que proclamó la ley desde el Sinaí, y entregó a Moisés los preceptos de la ley ritual, es el mismo que pronunció el sermón sobre el monte... El Maestro es el mismo en las dos dispensaciones. Las demandas de Dios son las mismas. Los principios de su gobierno son los mismos.—Ibid. 390. MGD 130.4