La Maravillosa Gracia de Dios

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Regocijaos con Jerusalén, 27 de diciembre

Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. Apocalipsis 21:2. MGD 369.1

Allí está la nueva Jerusalén, la metrópoli de la nueva tierra glorificada, “corona de hermosura en la mano de Jehová, y una diadema real en la mano de nuestro Dios”. Isaías 62:3. “Su luz era semejante a una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, transparente como el cristal”. “Las naciones andarán a la luz de ella; y los reyes de la tierra traen a ella su gloria”. Apocalipsis 21:11, 24. El Señor dijo: “Me regocijaré en Jerusalén, y gozáreme en mi pueblo”. Isaías 65:19. “¡He aquí el tabernáculo de Dios está con los hombres, y él habitará con ellos, y ellos serán pueblos suyos, y el mismo Dios con ellos estará, como Dios suyo!” Apocalipsis 21:3. MGD 369.2

En la ciudad de Dios “no habrá ya más noche”. Nadie necesitará ni deseará descanso. No habrá quien se canse haciendo la voluntad de Dios ni ofreciendo alabanzas a su nombre. Sentiremos siempre la frescura de la mañana, que nunca se agostará. “No necesitan luz de lámpara, ni luz del sol; porque el Señor Dios los alumbrará”. Apocalipsis 22:5. La luz del sol será sobrepujada por un brillo que sin deslumbrar la vista excederá sin medida la claridad de nuestro mediodía. La gloria de Dios y del Cordero inunda la ciudad santa con una luz que nunca se desvanece.—El Conflicto de los Siglos, 734, 735. MGD 369.3

En sus visiones el profeta ve a los que triunfaron sobre el pecado y el sepulcro felices en la presencia de su Hacedor, conversando libremente con él como el hombre conversaba con Dios en el principio. El Señor los invita así: “Alegraos vosotros, y regocijaos hasta la eternidad en lo que voy a crear; pues he aquí que voy a crear a Jerusalén, que sea un regocijo, y su pueblo, un gozo. También yo me regocijaré en Jerusalén, y gozaréme en mi pueblo; y no se oirá más en ella voz de lloro ni voz de clamor”. Isaías 65:18, 19... MGD 369.4

Mientras el profeta contempla a los redimidos morando en la ciudad de Dios, libres del pecado y de todos los rastros de la maldición, exclama arrobado: “Alegraos con Jerusalén, y gozaos con ella, todos los que la amáis: llenaos con ella de gozo”. Isaías 66:10.—La Historia de Profetas y Reyes, 538, 539. MGD 369.5