La Maravillosa Gracia de Dios

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Día de examen, 18 de noviembre

Escudríñame, oh Jehová, y pruébame. Salmos 26:2. MGD 330.1

En su providencia, el Señor pone a los hombres donde él pueda probar sus facultades morales y revelar sus motivos, a fin de que puedan mejorar lo que es bueno en ellos y apartar lo malo. Dios quiere que sus siervos se familiaricen con el mecanismo moral de su propio corazón. A fin de lograrlo, permite con frecuencia que el fuego de la aflicción los asalte para que se purifiquen... MGD 330.2

La verdadera gracia está dispuesta a ser probada; y si estamos poco dispuestos a que nos escudriñe el Señor, nuestra condición es verdaderamente grave. Dios es refinador y purificador de las almas; en el calor del horno, la escoria queda para siempre separada del verdadero oro y plata del carácter cristiano. Jesús vigila la prueba. El sabe lo que es necesario para purificar el metal precioso a fin de que refleje el esplendor de su amor divino.—Joyas de los Testimonios 1:475, 476. MGD 330.3

Os ruego fervientemente que os examinéis “a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos”. 2 Corintios 13:5. Mantener el calor y la pureza del amor cristiano requiere una constante provisión de la gracia de Cristo... MGD 330.4

En esta época de conflicto y prueba necesitamos todo el apoyo y consuelo que puede derivarse de principios justos, de convicciones religiosas definidas, de la permanente seguridad del amor de Cristo y de una rica experiencia en las cosas divinas. Lograremos llegar a la plena estatura de hombres y mujeres en Cristo solamente como resultado de un sostenido crecimiento en la gracia.—Testimonies for the Church 5:103-105. MGD 330.5

No es fuera de la prueba, sino en medio de ella, donde se desarrolla el carácter cristiano. Expuestos a las contrariedades y la oposición, los seguidores de Cristo son inducidos a ejercer mayor vigilancia y a orar más fervientemente al poderoso Auxiliador. Las duras pruebas soportadas por la gracia de Dios, desarrollan paciencia, vigilancia, fortaleza, y profunda y permanente confianza en Dios. Este es el triunfo de la fe cristiana que habilita a sus seguidores a sufrir y a ser fuertes; a someterse y así vencer; a ser muertos todo el día y sin embargo vivir; a soportar la cruz y así ganar la corona de gloria.—Los Hechos de los Apóstoles, 373. MGD 330.6