La Maravillosa Gracia de Dios

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En los deberes necesarios de la vida, 28 de octubre

Ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios. Hechos 20:24. MGD 309.1

Vuestra fortaleza espiritual y vuestro crecimiento en la gracia estarán en proporción con la tarea de amor y buenas obras que alegremente realicéis para vuestro Salvador, quien no se reservó nada, ni siquiera su propia vida para salvaros... MGD 309.2

Nuestras buenas obras no salvarán a nadie, pero no podemos ser salvos sin buenas obras. Y después de haber hecho todo lo posible en el nombre y en la fortaleza de Jesús, debemos decir: “Siervos inútiles somos”. Lucas 17:10.—Testimonies for the Church 4:228. MGD 309.3

Si poseéis las riquezas de la gracia de Cristo en vuestro corazón, no os aferraréis a ellas mientras la salvación de las almas dependa del conocimiento del camino de la salvación que podéis proporcionar. Quizá estas almas no vengan a vosotros y os confíen los anhelos de su corazón, pero muchas están hambrientas, insatisfechas; y Cristo murió para que pudieran poseer las riquezas de su gracia. ¿Qué haréis para que esas almas puedan compartir las bendiciones que disfrutáis?—En Lugares Celestiales, 322. MGD 309.4

El crecimiento en la gracia se demuestra en una creciente capacidad para trabajar en favor de Dios. El que aprende en la escuela de Cristo sabrá cómo orar y cómo hablar por el Maestro. Comprendiendo que le falta sabiduría y experiencia, se pondrá bajo la tutela del Gran Maestro, sabedor de que sólo así puede lograr perfección en el servicio de Dios. Cada día es más capaz de comprender las cosas espirituales. Al final de cada día de diligente labor, se halla más capacitado para ayudar a los demás.—In Heavenly Places, 320. MGD 309.5

Muchos de los que siguen a Cristo tienen que aprender todavía la lección esencial del contentamiento y la diligencia en los deberes necesarios de la vida. Requiere más gracia, y más severa disciplina de carácter el trabajar para Dios como mecánico, negociante, abogado o agricultor, cumpliendo los preceptos del cristianismo en los negocios de la vida, que el trabajar como misioneros reconocidos.—Consejos para los Maestros Padres y Alumnos acerca de la Educación Cristiana, 213, 214. MGD 309.6