La Maravillosa Gracia de Dios

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La oración privada es necesaria, 9 de octubre

Buscad a Jehová y su poder; buscad su rostro continuamente. 1 Crónicas 16:11. MGD 290.1

Cuando Jesús estuvo sobre la tierra, enseñó a sus discípulos a orar. Les enseñó a presentar a Dios sus necesidades diarias y a echar toda su solicitud sobre él. Y la seguridad que les dio de que sus oraciones serían oídas, nos es dada también a nosotros.—El Camino a Cristo, 93. MGD 290.2

Tengamos un lugar especial para la oración secreta. Debemos escoger, como lo hizo Cristo, lugares selectos para comunicarnos con Dios. Muchas veces necesitamos apartarnos en algún lugar, aunque sea humilde, donde estemos a solas con Dios... MGD 290.3

En el lugar secreto de oración, donde ningún ojo puede ver ni oído oír sino únicamente Dios, podemos expresar nuestros deseos y anhelos más íntimos al Padre de compasión infinita: y en la tranquilidad y el silencio del alma, esa voz que jamás deja de responder al clamor de la necesidad humana, hablará a nuestro corazón... MGD 290.4

Si nos asociamos diariamente con Cristo, sentiremos en nuestro derredor los poderes de un mundo invisible; y mirando a Cristo, nos asemejaremos a él. Contemplándole, seremos transformados. Nuestro carácter se suavizará, se refinará y ennoblecerá para el reino celestial. El resultado seguro de nuestra comunión con Dios será un aumento de piedad, pureza y celo. Oraremos con inteligencia cada vez mayor. Recibimos una educación divina que se revela en una vida diligente y celosa. MGD 290.5

El alma que se vuelve a Dios en ferviente oración diaria para pedir ayuda, apoyo y poder, tendrá aspiraciones nobles, conceptos claros de la verdad y del deber, propósitos elevados, así como sed y hambre insaciable de justicia. Al mantenernos en relación con Dios, podemos derramar sobre las personas que nos rodean la luz, la paz y la serenidad que imperan en nuestro corazón. La fuerza obtenida al orar a Dios, agregada a los esfuerzos infatigables para acostumbrar la mente a ser más considerada y atenta, preparan a uno para los deberes diarios, y en todas las circunstancias preservará la paz del espíritu.—El Discurso Maestro de Jesucristo, 72, 73. MGD 290.6

La religión debe comenzar con un vaciamiento y una purificación del corazón, y debe ser nutrida por la oración cotidiana.—Testimonies for the Church 4:535. MGD 290.7