La Maravillosa Gracia de Dios

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El inconmensurable sacrificio del padre, 17 de junio

En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. 1 Juan 4:10. MGD 176.1

El amor es el principio fundamental del gobierno de Dios en los cielos y en la tierra, y debe ser el fundamento del carácter del cristiano... Y el amor se revelará en el sacrificio. MGD 176.2

El plan de redención fue fundado en el sacrificio, un sacrificio tan amplio y tan profundo y tan alto que es inconmensurable. Cristo lo dio todo por nosotros, y aquellos que reciben a Cristo deben estar listos a sacrificarlo todo por la causa de su Redentor.—Palabras de Vida del Gran Maestro, 33. MGD 176.3

Cuando el pecado de Adán hundió a la raza en la miseria y la desesperación, Dios podría haberse separado de los caídos. Podría haberlos tratado como merecen que se trate a los pecadores. Podría haber enviado a sus ángeles para que derramaran sobre nuestro mundo las copas de su ira. Podría haber hecho desaparecer esta oscura mancha del universo. Pero no lo hizo. En lugar de echarla de su presencia, se acercó más a la raza caída. Dio a su Hijo para que llegara a ser hueso de nuestro hueso, y carne de nuestra carne... MGD 176.4

El don de Dios en favor del hombre excede a todo cálculo. Nada se escatimó. Dios no podía permitir que se dijera que podía haber hecho algo más, que podía revelar a la humanidad un amor mayor. En el don de Cristo, dio todo el cielo.—Hijos e Hijas de Dios, 13. MGD 176.5

Los que han profesado amar a Cristo no han comprendido la relación que existe entre ellos y Dios, y todavía apenas si la comprenden oscuramente. Tan sólo vagamente comprenden la maravillosa gracia de Dios al dar a su unigénito Hijo para la salvación del mundo.—Mensajes Selectos 1:156. MGD 176.6

A fin de conquistarse al hombre y asegurar su eterna salvación, Cristo dejó las cortes reales del cielo, y vino a esta tierra, soportó las agonías del pecado y la vergüenza en lugar del hombre, y murió para libertarle. En vista del precio infinito pagado por la redención del hombre, ¿cómo puede cualquiera que profese el nombre de Cristo atreverse a tratar con indiferencia a uno de sus pequeñuelos? ... ¡Con cuánta paciencia, bondad y afecto debieran tratar lo adquirido por la sangre de Cristo!—Joyas de los Testimonios 2:258. MGD 176.7