La Maravillosa Gracia de Dios

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Oración agonizante, 7 de junio

Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído. Hebreos 5:7. MGD 166.1

Mientras oráis, queridos jóvenes, para que no caigáis en tentación, recordad que vuestra obra no termina con la oración. Debéis responder a vuestra propia oración en la mayor medida posible resistiendo la tentación, y dejar lo que no podéis hacer por vosotros mismos para que Jesús lo haga en vuestro lugar... MGD 166.2

Quisiera recordar a los jóvenes que adornan sus personas... que, debido a sus pecados, en la cabeza del Salvador fue puesta la vergonzosa corona de espinas. Cuando dedicáis precioso tiempo a adornar vuestra vestimenta, recordad que el Rey de gloria usó una sencilla túnica sin costura. Los que os cansáis adornando vuestras personas, recordad por favor que Jesús a menudo estaba cansado del trabajo incesante, de la abnegación y del sacrificio propio que hacía para bendecir al sufriente y al necesitado. Pasó noches enteras en oración en las solitarias montañas, no debido a sus debilidades y necesidades, sino porque vio, sintió, la debilidad de vuestras naturalezas para resistir las tentaciones del enemigo en estos mismos puntos donde sois vencidos vosotros ahora. Sabía que seríais indiferentes con respecto a vuestros peligros y que no sentirías vuestra necesidad de orar. Por nuestra causa derramó sus oraciones ante el Padre con grandes clamores y lágrimas. Esas lágrimas fueron derramadas para salvarnos del mismo orgullo y amor a la vanidad y al placer en que ahora nos complacemos, y que expulsan el amor de Jesús... MGD 166.3

¿No quisierais levantaros, jóvenes amigos, para sacudir esta terrible indiferencia y este estupor que os han modelado conforme al mundo? ¿No escucharéis la voz de advertencia que os dice que la destrucción se encuentra en la senda de los negligentes en esta hora de peligro?—Testimonies for the Church 3:378-380. MGD 166.4

Con la Palabra de Dios por guía y Jesús como nuestro Maestro celestial, no necesitamos ser ignorantes de sus requerimientos o de las trampas de Satanás... No será tarea desagradable ser obedientes a la voluntad de Dios.—Ibid. 378. MGD 166.5