El Evangelismo

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La apariencia personal del evangelista

La personalidad del evangelista—Según la luz que he recibido, el ministerio es un oficio sagrado y exaltado, y los que aceptan esta posición debieran tener a Cristo en sus corazones, y debieran manifestar un ferviente deseo de representarlo dignamente delante de la gente en todos sus actos, en su manera de vestir, en su conversación y hasta en su manera de hablar... Ev 486.2

Nuestras palabras, acciones, comportamiento e indumentaria, todo en nosotros, debiera predicar. No sólo con nuestras palabras debiéramos hablar a la gente, sino que todo lo que pertenece a nuestra persona debiera ser un sermón para ella.—Testimonies for the Church 2:615, 618 (1871). Ev 486.3

Almas perdidas a causa del descuido—Un ministro que es descuidado en su indumentaria, con frecuencia ofende a las personas de buen gusto y de sensibilidad refinada. Los que están en falta en este sentido debieran corregir sus errores y ser más cuidadosos. Al final, se descubrirá que la pérdida de algunas almas será debido a la falta de pulcritud del pastor. La primera impresión que tuvieron de él los afectó desfavorablemente, porque de ninguna manera pudieron relacionar su apariencia con las verdades que presentaba. Su indumentaria hablaba contra él, y causó la impresión de que el pueblo a quien representaba era un conjunto de gente descuidada y que no se preocupaba de su vestimenta, de modo que sus oyentes no quisieron saber nada con esa clase de gente.—Testimonies for the Church 2:613 (1871). Ev 486.4

Gusto, color y entalladura—Algunas personas que ministran en las cosas sagradas disponen de tal manera su ropa sobre su persona que, por lo menos en cierta medida, eso destruye la influencia de su trabajo. Hay una evidente falta de gusto en la elección del color y de ajuste en la entalladura. ¿Qué impresión se causa con esta manera de vestir? Es que la obra a la que se dedican no es considerada de carácter más sagrado o elevado que un trabajo común, como sería la tarea de arar el campo. El ministro, mediante su ejemplo, rebaja las cosas sagradas al mismo nivel de las cosas comunes.—Testimonies for the Church 2:614 (1871). Ev 487.1

La elección de los colores—La ropa negra u oscura sienta mejor al ministro cuando éste está en el púlpito, y realizará una mejor impresión sobre la gente que la que haría una combinación de dos o tres colores diferentes en su vestimenta.—Testimonies for the Church 2:610 (1871). Ev 487.2

Propiedad en la manera de vestir y en el comportamiento—Debemos manifestar propiedad en la manera de vestir y en el comportamiento. Nunca debiéramos ser descuidados ni desprolijos en nuestra apariencia o en nuestro trabajo.—Carta 49, 1902. Ev 487.3

El carácter de la obrera es juzgado por su manera de vestir—Se juzga el carácter de una persona por el estilo de su vestido. El gusto refinado y la mente cultivada se revelarán en la elección de atavíos sencillos y apropiados. La casta sencillez en el vestir, unida a la modestia de conducta serán de mucho mayor influencia para rodear a una joven de una atmósfera de reserva sagrada que será para ella un escudo contra miles de peligros.—La Educación, 242 (1903). Ev 487.4

Los incrédulos aprecian la sencillez en la manera de vestir—Muchos se visten como el mundo, a fin de ejercer influencia sobre los incrédulos; pero en esto cometen un triste error.. Si quieren ejercer una influencia verdadera y salvadora, vivan de acuerdo con su profesión de fe, manifiéstenla por sus obras justas, y hagan clara la distinción que hay entre el cristiano y el mundo. Sus palabras, su indumentaria y sus acciones deben hablar en favor de Dios. Entonces ejercerán una influencia santa sobre todos los que los rodeen, y aun los incrédulos conocerán que han estado con Jesús. Si alguno quiere que su influencia se ejerza en favor de la verdad, viva de acuerdo con lo que profesa e imite así al humilde Modelo.—Joyas de los Testimonios 1:594, 595 (1881). Ev 487.5

El orgullo manifestado en la manera de vestir es una piedra de tropiezo para los incrédulos—Más de un alma que estaba convencida de la verdad se ha visto inducida a decidirse contra ella por el orgullo y el amor al mundo que manifestaron nuestras hermanas. La doctrina que se predicaba parecía clara y armoniosa, y las oyentes sentían que debían tomar una pesada cruz al aceptar la verdad. Cuando estas personas vieron a nuestras hermanas haciendo tanta ostentación en el vestir, dijeron: “Estas personas se visten tan vistosamente como nosotras. No pueden creer realmente lo que profesan; y al fin y al cabo deben estar equivocadas. Si realmente pensaran que Cristo va a venir pronto, y el caso de cada alma debe decidirse para la vida o la muerte eterna, no dedicarían su tiempo y su dinero a vestirse de acuerdo con las modas existentes.” ¡Cuán poco sabían del sermón que estaban predicando sus vestidos, estas hermanas que profesaban tener fe! Ev 487.6

Nuestras palabras, nuestras acciones y nuestra indumentaria predican diariamente y en forma vívida, y juntan para Cristo o dispersan. Esto no es un asunto trivial, que se ha de dejar a un lado con una broma. El tema de la indumentaria exige seria reflexión y mucha oración. Muchos incrédulos han sentido que no han estado haciendo bien al permitir que los esclavizara la moda; pero cuando ven vestirse como los mundanos y gozar de una sociedad frívola a algunas personas que hacen alta profesión de piedad, deciden que una conducta tal no debe ser mala.—Joyas de los Testimonios 1:594, 595 (1881). Ev 488.1

La vestimenta sencilla no confundirá a los pobres—Nuestra vestimenta debiera ser sencilla, de tal manera que cuando visitemos a los pobres, ellos no se sientan confundidos por el contraste entre nuestra apariencia y la suya.—Gospel Workers, 189 (1915). Ev 488.2

Ropa adecuada a la profesión sagrada—El cuidado en el vestir es de importante consideración. El predicador debe vestir de una manera que cuadre con la dignidad de su posición. Algunos predicadores han fracasado en este respecto. En algunos casos no sólo han manifestado falta de gusto y de ordenado arreglo de su traje, sino que éste carecía de aseo y buen aspecto. Ev 488.3

El Dios del cielo cuyo brazo mueve el mundo, quien nos da vida y guarda en buena salud, queda honrado o deshonrado por la indumentaria de los que ofician en honor suyo.—Obreros Evangélicos, 182 (1915). Ev 488.4