Capítulo 24—Los pobres deben ejercer la benevolencia
No la cantidad, sino el amor que mueve—Los pobres no están excluidos del privilegio de dar. Ellos, tanto como los ricos, pueden tener una parte en esta obra. La lección que Cristo dió acerca de las dos blancas de la viuda muestra que la más pequeña ofrenda voluntaria de los pobres, si proviene de un corazón de amor, es tan aceptable como las mayores donaciones de los ricos. En las balanzas del santuario, las dádivas de los pobres, ofrendadas por amor a Cristo, son estimadas no de acuerdo con la cantidad dada sino de acuerdo con el amor que mueve al sacrificio.—The Review and Herald, 10 de octubre de 1907.
MB 212.1
También se requiere sacrificio de los pobres—Algunos que son pobres en los bienes de este mundo se sienten inclinados a colocar toda la responsabilidad sobre los hombros de los pudientes. Pero no se dan cuenta de que también tienen una obra que hacer. Dios requiere que hagan un sacrificio.—Ibid. 18 de abril de 1871.
MB 212.2
Ella hizo todo lo que podía—El Salvador llamó a sí a sus discípulos, y les pidió que notasen la pobreza de la viuda. Entonces sus palabras de elogio cayeron en los oídos de ella: “De verdad os digo, que esta pobre viuda echó más que todos”. Lágrimas de gozo llenaron sus ojos al sentir que su acto era comprendido y apreciado. Muchos le habrían aconsejado que guardase su pitanza para su propio uso. Puesta en las manos de los bien alimentados sacerdotes, se perdería de vista entre los muchos y costosos donativos traídos a la tesorería. Pero Jesús comprendía el motivo de ella. Ella creía que el servicio del templo era ordenado por Dios, y anhelaba hacer cuanto pudiese para sostenerlo. Hizo lo que pudo, y su acto había de ser un monumento a su memoria para todos los tiempos, y su gozo en la eternidad. Su corazón acompañó a su donativo, cuyo valor se había de estimar, no por el de la moneda, sino por el amor hacia Dios y el interés en su obra que había impulsado la acción.
MB 212.3
Jesús dijo acerca de la pobre viuda: “Echó más que todos”. Los ricos habían dado de su abundancia, muchos de ellos para ser vistos y honrados de los hombres. Sus grandes donativos no los habían privado de ninguna comodidad, ni siquiera de algún lujo; no habían requerido sacrificio alguno y no podían compararse en valor con las blancas de la viuda.
MB 213.1
Es el motivo lo que da carácter a nuestros actos, marcándolos con ignominia o con alto valor moral. No son las cosas grandes que todo ojo ve y que toda lengua alaba lo que Dios tiene por más precioso. Los pequeños deberes cumplidos alegremente, los pequeños donativos dados sin ostentación, y que a los ojos humanos pueden parecer sin valor, se destacan con frecuencia más altamente a su vista. Un corazón lleno de fe y de amor es más apreciable para Dios que el don más costoso. La pobre viuda dió lo que necesitaba para vivir al dar lo poco que dió. Se privó de alimento para entregar esas dos blancas a la causa que amaba. Y lo hizo con fe, creyendo que su Padre celestial no pasaría por alto su gran necesidad. Fué este espíritu abnegado y esta fe infantil lo que mereció el elogio del Salvador.
MB 213.2
Entre los pobres hay muchos que desean demostrar su gratitud a Dios por su gracia y verdad. Anhelan participar con sus hermanos más prósperos en el sostenimiento de su servicio. Estas almas no deben ser repelidas. Permítaseles poner sus blancas en el banco del cielo. Si las dan con corazón lleno de amor por Dios, estas aparentes bagatelas llegan a ser donativos consagrados, ofrendas inestimables que Dios aprecia y bendice.—El Deseado de Todas las Gentes, 566, 567.
MB 213.3
Cómo respondió la Iglesia de Macedonia—Pablo escribió a la Iglesia de Corinto: “Asimismo, hermanos, os hacemos saber la gracia de Dios que ha sido dada a las iglesias de Macedonia: que en grande prueba de tribulación, la abundancia de su gozo y su profunda pobreza abundaron en riquezas de su bondad. Pues de su grado han dado conforme a sus fuerzas, yo testifico, y aun sobre sus fuerzas; pidiéndonos con muchos ruegos, que aceptásemos la gracia y la comunicación del servicio para los santos. Y no como lo esperábamos, más aun a sí mismos se dieron primeramente al Señor, y a nosotros por la voluntad de Dios. De manera que exhortamos a Tito, que como comenzó antes, así también acabe esta gracia entre vosotros también”. 2 Corintios 8:1-6.
MB 214.1
Había habido hambre en Jerusalén, y Pablo sabía que muchos de los cristianos habían sido esparcidos, y que los que permanecían iban a quedar probablemente privados de simpatía humana y verse expuestos a la enemistad religiosa. Por lo tanto, exhortó a las iglesias a mandar ayuda pecuniaria a sus hermanos de Jerusalén. La cantidad recogida por las iglesias excedió lo que esperaban los apóstoles. Constreñidos por el amor de Cristo, los creyentes dieron liberalmente y se llenaron de gozo por haber podido expresar así su gratitud al Redentor y su amor hacia los hermanos. Tal es la verdadera base de la caridad según la Palabra de Dios.—Joyas de los Testimonios 2:509.
MB 214.2
De acuerdo con los talentos que nos han sido confiados—Leemos de la Iglesia de Macedonia que “en grande prueba de tribulación, la abundancia de su gozo y su profunda pobreza abundaron en riquezas de su bondad”. Por lo tanto, ¿pensarán algunos de nosotros que profesan ser cristianos que serán excusados si no hacen nada por la verdad porque son pobres? Consideramos la preciosa luz de la verdad como un tesoro inexpresable e inextinguible. Hemos de ejercer una influencia en proporción con los talentos que nos han sido confiados, ya sea que seamos ricos o pobres, encumbrados o humildes, ignorantes o instruidos. Somos siervos de Jesucristo, y el Señor espera que hagamos lo mejor que podamos.—The Review and Herald, 4 de septiembre de 1894.
MB 214.3
No se les ha de negar la bendición de dar—Sobre los ministros de Cristo descansa la responsabilidad de educar a las iglesias para que sean liberales. Aun los pobres han de tener una parte en presentar sus ofrendas a Dios. Han de ser participantes de la gracia de Cristo, haciendo sacrificios abnegados para ayudar a aquellos cuya necesidad es más apremiante que la de ellos. ¿Por qué habría de negarse a los santos pobres la bendición de dar para ayudar a los que son más pobres que ellos? Se ha descuidado la obra de educar a los hermanos en este sentido, y las iglesias no han dado para las necesidades de las iglesias más pobres, y así se ha retenido la bendición que hubiera sido de ellos, y será retenida hasta que comprendan su negligencia (Ibid.).
MB 215.1
1758
MB
El Ministerio de la Bondad
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