El Ministerio de la Bondad
Capítulo 22—Incrédulos pobres
Para suplir las necesidades de los pobres—En derredor nuestro, vemos necesidades y sufrimientos. Hay familias que necesitan alimentos; pequeñuelos que lloran por pan. Las casas de los pobres carecen de los debidos muebles y ropa de cama. Muchos de ellos viven en tugurios, casi completamente privados de las cosas necesarias. El clamor de los pobres llega al cielo. Dios ve; Dios oye.—Testimonios Selectos 4:188. MB 196.1
Mientras que en su providencia Dios ha cargado la tierra de sus bondades, y llenado sus alfolíes con provisiones para sustentar la vida, hay por todas partes necesidades y miserias. Una Providencia generosa ha puesto en las manos de sus agentes humanos bienes abundantes para suplir las necesidades de todos; pero los mayordomos de Dios son infieles. En el mundo que profesa ser cristiano se gasta en extravagante ostentación lo suficiente para suplir las necesidades de todos los hambrientos y vestir a todos los desnudos. Muchos de los que han tomado sobre sí el nombre de Cristo están gastando su dinero en placeres egoístas, en la satisfacción de los apetitos carnales, en bebidas alcohólicas y manjares suculentos, en casas, ropas y muebles lujosos, mientras que dedican apenas una mirada de compasión y una palabra de simpatía a los dolientes. MB 196.2
¡Cuánta miseria existe en el corazón mismo de nuestros países llamados cristianos! Pensemos en la condición de los pobres en nuestras grandes ciudades. Hay allí multitudes de seres humanos que no reciben siquiera el cuidado o la consideración que se otorga a las bestias. Hay miles de niños miserables, haraposos y hambrientos, con el vicio y la degradación escritos en el rostro. Hay familias hacinadas en miserables tugurios, muchos de los cuales son sótanos oscuros que chorrean humedad y suciedad. Nacen niños en aquellos terribles lugares. Los niños y los jóvenes no contemplan nada atrayente, ni perciben una vislumbre de las hermosas cosas naturales que Dios creó para deleitar los sentidos. Se deja a estos niños criarse y amoldar su carácter por preceptos viles, por la miseria y los malos ejemplos que los rodean. Oyen el nombre de Dios solamente en blasfemias. Las palabras impuras, los efluvios del alcohol y el tabaco, la degradación moral de toda clase son las cosas que sus oídos y sus ojos perciben, y pervierten sus sentidos. De estas moradas de miseria, claman por alimento y ropa muchos que no saben nada de la oración. MB 196.3
Nuestras iglesias tienen que hacer una obra de la cual muchos no tienen casi idea, una obra apenas iniciada hasta aquí. “Tuve hambre—dice Cristo—, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fuí huésped, y me recogisteis; desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; estuve en la cárcel, y vinisteis a mí”. Mateo 25:35, 36. Algunos piensan que todo lo que se les exige es que den dinero para esta obra; pero están en un error. El dinero donado no puede reemplazar el ministerio personal. Es bueno que demos de nuestros recursos, y muchos más debieran hacerlo; pero se requiere de todos un servicio personal proporcional a sus fuerzas y oportunidades. MB 197.1
La obra de reunir a los menesterosos, los oprimidos, los dolientes, los indigentes, es la obra que cada iglesia que cree la verdad para este tiempo debiera haber estado haciendo desde hace mucho. Debemos manifestar la tierna simpatía del samaritano y suplir las necesidades físicas, alimentar a los hambrientos, traer a los pobres sin hogar a nuestras casas, pedir a Dios cada día la gracia y la fuerza que nos habiliten para alcanzar las mismas profundidades de la miseria humana y ayudar a aquellos que no pueden ayudarse. Cuando hacemos esta obra, tenemos una oportunidad favorable para presentar a Cristo el crucificado.—Joyas de los Testimonios 2:512-514. MB 197.2
Comenzad ayudando a vuestros vecinos—Cada miembro de la iglesia debe considerar que tiene el deber especial de trabajar por los que viven en su vecindario. Estudiad la mejor manera de ayudar a los que no tienen interés en las cosas religiosas. Mientras visitáis a vuestros amigos y vecinos, manifestad interés en su bienestar espiritual, tanto como en el temporal. Presentad a Cristo como el Salvador que perdona el pecado. Invitad a vuestros vecinos a vuestra casa, y leed con ellos la preciosa Biblia y los libros que explican sus verdades. Esto, unido a himnos sencillos y oraciones fervientes, conmoverá su corazón. Enséñese a los miembros de la iglesia a hacer esta obra. Es tan esencial como salvar a las almas entenebrecidas de los países extranjeros. Mientras algunos se preocupan por las almas de países lejanos, preocúpense y trabajen con igual diligencia por la salvación de quienes los rodeen, todos los que se quedan en su país. MB 198.1
Las horas que con tanta frecuencia se dedican a las diversiones que no refrigeran ni el cuerpo ni el alma, debieran dedicarse a visitar a los pobres, los enfermos y los dolientes, o ayudar a algún necesitado. MB 198.2
Al tratar de ayudar a los pobres, los despreciados y los abandonados, no trabajéis como montados en los zancos de vuestra dignidad y superioridad, porque en tal caso nada lograríais. Sed verdaderamente convertidos y aprended de Aquel que es manso y humilde de corazón. Debemos recordar siempre al Señor. Como siervos de Cristo, digámonos, no sea que lo olvidemos: “He sido comprado con precio”. MB 198.3
Dios no sólo pide nuestra benevolencia, sino también nuestro comportamiento alegre, nuestras palabras llenas de esperanza, nuestro apretón de manos. Mientras visitamos a los afligidos hijos de Dios, hallaremos a algunos que han perdido la esperanza. Devolvámosles la alegría. Hay quienes necesitan el pan de vida; leámosles la Palabra de Dios. Sobre otros se extiende una tristeza que ningún bálsamo ni médico terrenal puede curar; oremos por ellos, y llevémoslos a Jesús. MB 198.4
En ocasiones especiales, algunos ceden a un sentimentalismo que los lleva a movimientos impulsivos. Creen prestar así un gran servicio a Cristo, pero tal no es el caso. Su celo muere pronto, y entonces descuidan el servicio de Cristo. Lo que Dios acepta no es un servicio espasmódico; no son arrebatos de actividad emotiva lo que puede hacer bien a nuestros semejantes. Los esfuerzos espasmódicos para hacer bien causan con frecuencia mayor perjuicio que beneficio.—Joyas de los Testimonios 2:514, 515. MB 199.1
Dad la verdadera clase de ayuda—Los métodos de ayudar a los menesterosos deben ser considerados con cuidado y oración. Debemos pedir sabiduría a Dios, porque él sabe mejor que los mortales de vista tan corta cómo debe cuidarse a las criaturas que él ha hecho. Hay quienes dan sin discriminación a todo aquel que solicita su ayuda. En esto yerran. Al tratar de ayudar a los menesterosos, debemos esmerarnos por darles la ayuda debida. Ciertas personas continuarán haciéndose objetos especiales de la caridad mientras se les ayude. Dependerán de otros mientras vean algo de lo cual puedan depender. Dándoles más tiempo y atención que lo debido, podemos estimular su ociosidad, incapacidad, extravagancia e intemperancia. MB 199.2
Cuando damos a los pobres debemos preguntarnos: “¿Estoy estimulando la prodigalidad? ¿Estoy ayudándoles o perjudicándoles?” Nadie que puede ganarse la vida tiene derecho a depender de los demás. MB 199.3
El dicho: “El mundo me debe el sostén”, tiene en sí la esencia de la mentira, del fraude y el robo. El mundo no debe el sostén a nadie que pueda trabajar y ganarse la vida. Pero si alguno llega a nuestra puerta y pide alimento, no debemos despedirlo hambriento. Su pobreza puede ser el resultado de la desgracia. MB 200.1
Debemos ayudar a los que, con grandes familias que sostener, tienen que luchar constantemente con la debilidad y la pobreza. Más de una madre viuda con sus niños privados del padre trabaja más de lo que sus fuerzas le permiten a fin de conservar a sus pequeñuelos consigo y proveerles alimento y ropa. Muchas madres tales han muerto por exceso de trabajo. Cada viuda necesita el consuelo de las palabras alentadoras, y muchas son las que debieran recibir ayuda material.—Joyas de los Testimonios 2:515, 516. MB 200.2
Tomad nota de cada caso de necesidad—Es propósito de Dios que los ricos y los pobres estén estrechamente vinculados por los lazos de la simpatía y el espíritu servicial. El nos invita a interesarnos en todos los casos de padecimiento y necesidad que lleguen a nuestro conocimiento. MB 200.3
No pensemos que es rebajar nuestra dignidad atender a la humanidad doliente. ... MB 200.4
Muchos que no pertenecen a nuestra fe están anhelando la ayuda que los cristianos tienen el deber de darles. Si el pueblo de Dios quisiera manifestar verdadero interés en sus vecinos, muchos serían alcanzados por las verdades especiales para este tiempo. Nada puede dar tanto carácter a la obra como el ayudar a la gente donde está. Miles podrían estar regocijándose hoy en el mensaje, si los que aseveran amar a Dios y guardar sus mandamientos hubiesen querido trabajar como Cristo trabajó.—Ibid. 2:516-518. MB 200.5
La mejor manera para alcanzar hoy los corazones—Al demostrar un interés en las necesidades de la humanidad sufriente podemos llegar mejor hasta sus corazones. Es mucho más fácil completar el cultivo de la mente y del corazón, cuando sentimos tan tierna simpatía por otros que prodigamos nuestros beneficios y privilegios para aliviar las necesidades de ellos.—Carta 116, 1897. MB 201.1
Debemos representar a Cristo dándonos completamente para otros. Hemos de trabajar bajo la orden que Cristo dió a sus discípulos: “Id, y doctrinad a todos los gentiles, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo: enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. Por lo tanto, ésta es nuestra obra, alcanzar a la gente que está desatendida, y ganarla para Cristo. MB 201.2
Hasta hace poco, nuestro pueblo ha hecho poco o nada para ayudar a éstos. Cristo no vino para llamar al arrepentimiento a los justos, sino a los pecadores. El demanda que cada alma considere la eficacia de su sangre como de valor ilimitado, capaz de salvar hasta lo sumo a todos los que sean persuadidos de ir a él. Demanda que cada individuo de nuestra raza humana, formado a su imagen, recuerde que Dios es infinito y que su amor revelado en la expiación de Cristo en favor de toda la humanidad, pone de manifiesto el valor en que el Salvador tiene a la humanidad. Les ordena que vengan a él para ser salvos Debemos ir a la Fuente de todas nuestras misericordias. Cristo usará a los hombres como sus agentes para salvar del pecado a sus prójimos.—Carta 33, 1898. MB 201.3