El Ministerio de la Bondad

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Capítulo 20—La obra en favor de los pobres

“Si el hermano o la hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y hartaos; pero no les diereis las cosas que son necesarias para el cuerpo: ¿qué aprovechará? Así también la fe, si no tuviere obras, es muerta en sí misma. Santiago 2:15-17.

El Evangelio en su mayor hermosura—El Evangelio ha de predicarse a los pobres. Nunca se reviste el Evangelio de una apariencia de mayor hermosura que cuando es llevado a las regiones más necesitadas y destituidas. A los hombres de toda condición brinda sus preceptos, que regulan sus deberes y sus promesas, que los galvanizan para el cumplimiento de sus deberes. Entonces es cuando la luz del Evangelio refulge en su claridad más radiante y su mayor poder. La luz de la Palabra de Dios entra en las chozas de los campesinos y alumbra las rudas moradas de los pobres, tanto negros como blancos. Los rayos del Sol de Justicia traen alegría a los enfermos y dolientes. Allí están los ángeles de Dios y la fe sencilla que se manifiesta convierte la corteza de pan y el vaso de agua en un suntuoso banquete. Los que han sido detestados y abandonados son levantados por la fe y el perdón hasta la dignidad de hijos e hijas de Dios. Elevados por encima de todo lo que hay en el mundo, se sientan en los lugares celestiales con Cristo Jesús. No tienen tesoros terrenales, pero han encontrado la Perla de gran precio. El Salvador que perdona los pecados, recibe a los pobres e ignorantes y les da a comer del pan que desciende del cielo. Beben del agua de la vida.—Carta 113, 1901. MB 177.1

Jesús se relacionaba con los pobres—Ha llegado a ser de buen tono el despreciar a los pobres. ... Pero Jesús, el Maestro, fué pobre y simpatiza con los pobres, los desplazados, los oprimidos y declara que cada insulto que se les haga es como si fuera hecho a él. Estoy más y más sorprendida cuando veo que los que pretenden ser los hijos de Dios poseen tan poco de la simpatía, ternura y amor que había en Cristo. ¡Ojalá que cada iglesia, en el norte y en el sur, estuviera imbuida con el espíritu de la enseñanza de nuestro Señor.—Manuscrito 6, 1891. MB 178.1

Cristo vino para ayudar a los pobres—Cristo estuvo a la cabeza de la humanidad con la apariencia de la humanidad. Su proceder fué tan lleno de simpatía y amor, que los más pobres no temían ir a él. Era bondadoso con todos, fácilmente accesible para los más humildes. Iba de casa en casa, curando a los enfermos, alimentando a los hambrientos, consolando a los dolientes, aliviando a los afligidos, hablando paz a los desesperados.—Carta 117, 1903. MB 178.2

“Vino a Nazaret, donde había sido criado; y entró, conforme a su costumbre, el día del sábado en la sinagoga, y se levantó a leer. Y fuéle dado el libro del profeta Isaías; y como abrió el libro, halló el lugar donde estaba escrito: El Espíritu del Señor es sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres: me ha enviado para sanar a los quebrantados de corazón; para pregonar a los cautivos libertad, y a los ciegos vista; para poner en libertad a los quebrantados: Para predicar el año agradable del Señor”. MB 178.3

Esta es una descripción maravillosa de la obra de Cristo. Los fariseos y los saduceos despreciaban a los pobres. Los instruidos y los ricos los descuidaban, como si su riqueza y conocimiento los hubieran hecho de más valor que aquellos que eran pobres. Pero Jesús declaró que su obra era dar ánimo, consuelo y ayuda donde más se los necesitaba.—Manuscrito 65b, 1898. MB 178.4

Cómo despertaba Cristo el hambre del alma—La principal obra de Cristo fué la de predicar el Evangelio a los pobres. El eligió ayudar a los necesitados, los ignorantes. Con sencillez exponía delante de ellos las bendiciones que podían recibir y así despertaba el hambre del alma por la verdad, el pan de vida. La vida de Cristo es un ejemplo para todos sus seguidores.—Manuscrito 103, 1906. MB 179.1

La evidencia de la divinidad del Evangelio—Cristo logró el más amplio éxito entre los pobres, y con esta clase [los pobres] cada ser humano, ya sea instruido o ignorante, puede encontrar mucho para hacer. Los pobres necesitan consuelo y simpatía, pues hay quienes, sin una mano ayudadora, nunca se restaurarán. Al trabajar para éstos, los discípulos de Cristo cumplirán su comisión. Esta es la más elevada credencial del ministerio evangélico. Si el Evangelio hubiera sido de los hombres, hubiera sido popular entre los ricos y poderosos, pero derrama menosprecio sobre los ricos y poderosos e insta a todos los que lo aceptan a obrar las obras de Cristo, ayudando a los que son destituidos, despreciados, abandonados, afligidos. MB 179.2

Los que emprenden la obra por amor a Cristo y el amor a las almas, trabajarán dentro de la línea de conducta de Cristo. Este mundo es un lazareto de enfermedades, pero Cristo vino a curar a los enfermos, a consolar a los quebrantados de corazón, a proclamar libertad a los cautivos, a dar vista a los ciegos. El Evangelio es la misma esencia de la restauración, y Cristo quiere que nosotros instemos a los quebrantados de corazón, los desesperanzados y los afligidos para que se aferren de la fortaleza de Cristo; pues ha llegado el año aceptable del Señor.—Manuscrito 65b, 1898. MB 179.3

El cristianismo es el solaz de los pobres—Hay una relación entre la religión de Cristo y la pobreza. El cristianismo es el solaz de los pobres. Hay una falsa religión, que pone en peligro a las almas de los que la practican, que enseña que los placeres y goces egoístas son la esencia de la felicidad. Pero la parábola del rico y Lázaro nos muestra que esto es falso. Llegó un tiempo cuando el rico hubiera dado todo lo que poseía por cambiar su lugar con Lázaro, que una vez fué pobre y estuvo cubierto de llagas. MB 180.1

En la humanidad de Cristo hay hilos de oro que atan al pobre que es creyente y confía, con la propia alma de Cristo de infinito amor. El es el gran Médico. En nuestro mundo llevó nuestras debilidades y nuestras cargas. Es el poderoso Sanador de todas las enfermedades. Fué pobre y, sin embargo, fué el centro de todo bien, de toda bendición. Es un reservorio de poder para todos a fin de que consagren sus facultades a la obra de llegar a ser hijos de Dios.—Manuscrito 22, 1898. MB 180.2

Cristo quitó el estigma de la pobreza—Cristo siempre ha sido el amigo de los pobres. Eligió la pobreza y la honró haciendo de ella su suerte. La ha despojado para siempre del reproche de desprecio, al bendecir a los pobres, los herederos del reino de Dios. Tal fué su obra. Al consagrarse a sí mismo a una vida de pobreza, la redimió de su humillación. Ocupó su puesto con los pobres, para poder quitar de la pobreza el estigma que el mundo le había puesto. El sabía el peligro del amor a las riquezas. Sabía que este amor es ruinoso para muchas almas. Coloca a los que son ricos en una situación en la que pueden satisfacer todo deseo de grandeza. Les enseña a menospreciar a los que sufren la presión de la pobreza. Fomenta la debilidad de las mentes humanas y demuestra que, a pesar de la abundancia de riquezas, los ricos no son ricos en Dios. MB 180.3

El carácter de muchos ha sido modelado por la falsa estima que se coloca en los ricos en riquezas de este mundo. El que posee casas y tierras, alabado y engañado por el respeto que se le prodiga, puede despreciar a los pobres, que poseen virtudes que el rico no tiene. Cuando sea pesado en las balanzas de oro del santuario, el egoísta y ambicioso rico será encontrado falto, mientras que el pobre, que haya dependido con fe en Dios solamente para su virtud y bondad, será declarado heredero de las riquezas eternas en el reino de Dios (Ibid.). MB 181.1

Los grandes hombres del mundo no pueden resolver el problema—Las grandes ciudades contienen multitudes indigentes, privadas casi por completo de alimentos, ropas y albergue, entretanto que en las mismas ciudades se encuentran personas que tienen más de lo que el corazón puede desear, que viven en el lujo, gastando su dinero en casas lujosamente amuebladas y el adorno de sus personas, o lo que es peor aún, en golosinas, licores, tabaco y otras cosas que tienden a destruir las facultades intelectuales, perturban la mente y degradan el alma. Los gritos de las multitudes que mueren de inanición suben a Dios. ... MB 181.2

Raros son, aun entre los educadores y los gobernantes, quienes perciben las causas reales de la actual situación de la sociedad. Aquellos que tienen en sus manos las riendas del poder son incapaces de resolver el problema de la corrupción moral, del pauperismo y el crimen que siempre aumentan. En vano se esfuerzan por dar a los asuntos comerciales una base más segura. Si los hombres quisieran prestar más atención a las enseñanzas de la Palabra de Dios, hallarían la solución de los problemas que los preocupan.—Joyas de los Testimonios 3:280-282. MB 181.3

El plan de Dios para que Israel controlara la desigualdad—Debía hacerse comprender a todos que los pobres tienen tanto derecho como los más ricos a un sitio en el mundo de Dios. MB 182.1

Tales fueron las medidas que nuestro Creador misericordioso tomó para aminorar el sufrimiento e impartir algún rayo de esperanza y alegría en la vida de los indigentes y angustiados. MB 182.2

Dios quería poner freno al amor excesivo a los bienes terrenales y al poder. La acumulación continua de riquezas en manos de una clase, y la pobreza y degradación de otra clase, eran cosas que producían grandes males. El poder desenfrenado de los ricos resultaría en monopolio, y los pobres, aunque en todo sentido tuvieran tanto valor como aquellos a los ojos de Dios, serían considerados y tratados como inferiores a sus hermanos más afortunados. Al sentir la clase pobre esta opresión se despertarían en ella las pasiones. Habría un sentimiento de desesperación que tendería a desmoralizar la sociedad y a abrir la puerta a crímenes de toda índole. Los reglamentos que Dios estableció tenían por objeto fomentar la igualdad social. Las medidas del año sabático y del año de jubileo habían de corregir mayormente lo que en el intervalo se hubiera desquiciado en la economía social y política de la nación. MB 182.3

Estos reglamentos tenían por objeto beneficiar a los ricos tanto como a los pobres. Habían de refrenar la avaricia y la inclinación a exaltarse uno mismo, y habían de cultivar un noble espíritu de benevolencia; y al fomentar la buena voluntad y la confianza entre todas las clases, habían de favorecer el orden social y la estabilidad del gobierno. Todos nosotros estamos entretejidos en la gran tela de la humanidad, y todo cuanto hagamos para beneficiar y ayudar a nuestros semejantes nos beneficiará también a nosotros mismos. La ley de la dependencia mutua afecta e incluye a todas las clases sociales. Los pobres no dependen más de los ricos, que los ricos de los pobres. Mientras una clase pide una parte de las bendiciones que Dios ha concedido a sus vecinos más ricos, la otra necesita el fiel servicio, la fuerza del cerebro, de los huesos y de los músculos, que constituyen el capital de los pobres. ... MB 182.4

Muchos insisten en que todos los hombres deben tener igualmente parte en las bendiciones temporales de Dios. Pero tal no fué el propósito del Creador. La diversidad de condición entre unos y otros es uno de los medios por los cuales Dios se propone probar y desarrollar el carácter. Sin embargo, quiere que quienes posean bienes de este mundo se consideren meramente administradores de sus posesiones, personas a quienes se confiaron los recursos que se han de emplear en pro de los necesitados y de los que sufren. MB 183.1

Cristo dijo que habrá siempre pobres entre nosotros; e identifica su interés con el de su pueblo afligido. El corazón de nuestro Redentor se compadece de los más pobres y humildes de sus hijos terrenales. Nos dice que son sus representantes en la tierra. Los colocó entre nosotros para despertar en nuestro corazón el amor que él siente hacia los afligidos y los oprimidos. Cristo acepta la misericordia y la benevolencia que se les muestre como si fuese manifestada para con él. Considera como dirigido contra él mismo cualquier acto de crueldad o de negligencia hacia ellos.—Historia de los Patriarcas y Profetas, 574-576. MB 183.2

Cristo ve la oportunidad en la necesidad del hombre—El corazón de Cristo se alegra al ver a aquellos que son pobres en todo el sentido de la palabra; se alegra al ver a los agotados por la enfermedad, que son humildes, y a aquellos oprimidos por los pesares del desamparo; se alegra por el hambre de justicia, aparentemente no satisfecha, por la incapacidad de muchos para comenzar. Por así decirlo, da la bienvenida a este estado de cosas, que desanimaría a muchos ministros. Ve una oportunidad de ayudar a los que tienen tanta necesidad de ayuda, encontrándose con ellos donde están. MB 183.3

El Señor Jesús corrige nuestra piedad equivocada, entregando el peso de esta obra para los pobres y necesitados, que se hallan en lugares desprovistos de comodidades, a hombres y mujeres adaptables, que pueden simpatizar con los ignorantes y descarriados. El Señor les enseña cómo tratar estos casos. Estos obreros se animarán al ver cómo se les abren las puertas para entrar en lugares donde pueden hacer obra médico-misionera. Teniendo poca confianza propia, dan a Dios toda la gloria, sin tomar nada de ella para sí mismos. El Salvador está presente para ayudar a comenzar mediante aquellos cuyas manos son rudas y torpes, pero cuyos corazones son susceptibles a la compasión y se despiertan para hacer algo para aliviar los dolores que tanto abundan. El obra mediante aquellos que pueden discernir la misericordia en la miseria, la ganancia en la pérdida de todas las cosas. Cuando la Luz del mundo pasa, los privilegios aparecen en todas las penalidades, el derecho y el orden en la confusión, el éxito y la sabiduría de Dios en lo que ha parecido ser un fracaso en la experiencia humana. ... MB 184.1

Cristo pronuncia su bendición sobre los que tienen hambre y sed de justicia. En Lucas leemos: “Bienaventurados vosotros los pobres”. Los pobres no tienen una centésima parte de las engañosas tentaciones de los ricos. En Mateo leemos: “Bienaventurados los pobres en espíritu: porque de ellos es el reino de los cielos”. La pobreza de espíritu significa riqueza que ha de ser suplida por las riquezas de la gracia de Dios.—Carta 100, 1902. MB 184.2

Si la pobreza fuera quitada de la tierra—Siempre habrá necesidad y pobreza. No importa cuán altas sean las normas de conocimiento y moralidad, qué alturas pueda alcanzar la civilización, siempre continuará la pobreza, como una exhibición de las riquezas de la gracia de Dios, un recordativo permanente de la verdad de las palabras: “No con ejército, ni con fuerza, sino con mi espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos”. No sería para el beneficio del cristianismo que el Señor quitara la pobreza de la tierra. De esa manera se cerraría una puerta que ahora se abre para el ejercicio de la fe, un medio por el cual se pueden alcanzar los corazones de los afligidos por el evangelio de la bondad. Mediante la liberalidad cristiana se alcanzan almas que no podrían ser alcanzadas de otra forma. Es la mano ayudadora del Evangelio.—Carta 83, 1902. MB 185.1