El Ministerio de la Bondad

42/62

Capítulo 31—El trabajo en favor de los desheredados

“Recibid a los unos en piedad, discerniendo: mas haced salvos a los otros por temor, arrebatándolos del fuego; aborreciendo aun la ropa que es contaminada de la carne”. Judas 22, 23.

La invitación evangélica para todas las clases—Cristo ilustró las bendiciones espirituales del Evangelio con un festín de orden material, la invitación a la cena. Expone la maravillosa condescendencia de Dios en la ferviente invitación del señor al festín a todos los que quisieran venir. También se presenta el especial llamado del Evangelio que es dado cerca de la terminación de la historia de esta tierra. MB 257.1

La invitación fué primero por los caminos, convidando a todos a asistir a la cena de las bodas del Cordero. Este mensaje dado a un pueblo tan grandemente favorecido, fué rechazado. MB 257.2

El siguiente llamado se hizo a la clase pobre: los indigentes, los cojos, los mancos, los ciegos. Ellos no estaban absorbidos por ambiciosos proyectos. Si aceptaban la invitación vendrían. Este mensaje fué dado y los siervos trajeron el informe: “Señor, hecho es como mandaste, y aún hay lugar”. MB 257.3

Entonces el señor dijo a su siervo: “Ve por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar, para que se llene mi casa”.—Manuscrito 81, 1899. MB 257.4

“Ve por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar—nos manda Cristo—, para que se llene mi casa”. En obediencia a esta palabra hemos de buscar a los paganos que están cerca de nosotros, y a los que están lejos. Los “publicanos y las rameras” han de oír la invitación del Salvador. Mediante la bondad y la longanimidad de sus mensajeros, la invitación es un poder compulsor para levantar a los que están sumidos en las últimas profundidades del pecado.—El Ministerio de Curación, 121, 122. MB 257.5

Cristo anhela rehabilitar el carácter—No importa cuán bajos, caídos, deshonrados y envilecidos otros puedan ser, nosotros no debemos despreciarlos e ignorarlos con indiferencia; sino que deberíamos considerar el hecho de que Cristo ha muerto por ellos. ... Cristo anhela rehabilitar el carácter humano, restaurar la imagen moral de Dios en los hombres.—The Review and Herald, 15 de octubre de 1895. MB 258.1

Cristo los considera como de gran valor—Cada alma es el objeto del amoroso interés de Aquel que dió su vida para poder traer de vuelta a los hombres hacia Dios. Este ansioso y perseverante interés expresado por nuestro Padre celestial nos enseña que los desamparados y perdidos no deben ser pasados por alto con indiferencia. Ellos son la creación de Dios y el objeto de su redención. Si los juzgamos por nuestro propio criterio, podríamos estimar a muchos que se encuentran degradados como si no tuvieran esperanza. Pero el Señor ve el valor de la plata en ellos. Aunque no busquen ayuda, él los considera de gran valor. El que ve más allá de lo superficial, sabe cómo tratar a las mentes humanas. Sabe cómo atraer a los hombres al arrepentimiento. Sabe que si ellos se ven a sí mismos como pecadores, se arrepentirán y se convertirán a la verdad. Esta es la obra que se nos ha encomendado.—Carta 80, 1898. MB 258.2

No hemos de preguntar: “¿Son dignos?”—Al oír la súplica de los errantes, los tentados, las míseras víctimas de la necesidad y del pecado, el cristiano no pregunta: ¿Son dignos? sino: ¿Cómo puedo ayudarlos? Aun en los más cuitados y degradados, ve almas por cuya salvación murió Cristo, y por quienes confió a sus hijos el ministerio de la reconciliación.—El Discurso Maestro de Jesucristo, 23. MB 258.3

Descubiertos por la obra médico-misionera—Se me ha indicado que la obra misionera médica descubrirá en las mismas profundidades de la degradación a hombres que, aunque se han entregado a costumbres intemperantes y disolutas, responderán a la labor apropiada. Pero es necesario reconocerlos y estimularlos. Se necesita un esfuerzo firme, paciente y ferviente para elevarlos. No pueden restaurarse a sí mismos. Pueden oír el llamamiento de Cristo, pero sus oídos están demasiado embotados para discernir su significado; sus ojos están demasiado ciegos para ver lo bueno que está en reserva para ellos. Están muertos en delitos y pecados. Sin embargo, aun éstos no están excluidos del banquete del Evangelio. Han de recibir la invitación: “Venid”. Aunque se sientan indignos, el Señor dice: “Fuérzalos a entrar”. No escuchéis excusa alguna. Con amor y bondad, asíos de ellos. ... Esta obra, debidamente realizada, salvará a muchos pobres pecadores que han sido descuidados por las iglesias.—Joyas de los Testimonios 2:517, 518. MB 259.1

En esta obra de restauración, se requerirá mucho esfuerzo esmerado. No deben comunicarse a estas almas doctrinas extrañas que las asombren; pero a medida que se les ayuda físicamente, se les debe presentar la verdad para este tiempo. Hombres, mujeres y jóvenes necesitan ver la ley de Dios con sus abarcantes requerimientos. No son las penurias, el trabajo o la pobreza lo que degrada a la humanidad; es el pecado, la transgresión de la ley de Dios. Los esfuerzos hechos para rescatar a los perdidos y degradados no tendrán valor a menos que los requerimientos de la ley de Dios y la necesidad de serle fieles se grabe en la mente y el corazón. Dios no ordenó nada que no sea necesario para vincular a la humanidad consigo. “La ley de Jehová es perfecta, que vuelve el alma. ... El precepto de Jehová, puro, que alumbra los ojos”. “Por la palabra de tus labios—dice el salmista—, yo me he guardado de las vías del destructor”. Salmos 19:7, 8; 17:4. MB 259.2

Los ángeles están ayudando en esta obra de restaurar a los caídos, y hacerlos volver a Aquel que dió su vida para redimirlos, y el Espíritu Santo coopera con el ministerio de los agentes humanos para despertar las facultades morales obrando sobre el corazón, reprendiéndolo y convenciéndolo de pecado, de justicia y de juicio.—Ibid. 497. MB 260.1

La obra en pro de los intemperantes—Debe hacerse todo lo posible en beneficio de quienes son esclavos de malos hábitos. MB 260.2

En todas partes hay algo que hacer por las víctimas de la intemperancia. En el seno de las iglesias, de las instituciones religiosas y de los hogares en que se hace profesión cristiana, muchos jóvenes van camino de su ruina. Sus hábitos intemperantes les acarrean enfermedades, y por el afán de obtener dinero para satisfacer sus apetitos pecaminosos caen en prácticas deshonestas. Arruinan su salud y su carácter. Lejos de Dios, desechos de la sociedad, estas pobres almas se sienten sin esperanza para esta vida ni para la venidera. A los padres se les parte el corazón. Muchos consideran a estos extraviados como casos desesperados; pero Dios no los considera así, pues comprende todas las circunstancias que han hecho de ellos lo que son, y se apiada de ellos. Esta clase de gente requiere ayuda. Jamás debe dársele lugar a que diga: “Nadie se preocupa de mi alma”. MB 260.3

Entre las víctimas de la intemperancia hay representantes de toda clase social y de todas las profesiones. Hombres encumbrados, de gran talento y altas realizaciones, han cedido a sus apetitos hasta que han quedado incapaces de resistir a la tentación. Algunos que en otro tiempo poseían riquezas, han quedado sin familia ni amigos, presos de padecimientos, miseria, enfermedad y degradación. Perdieron el dominio de sí mismos. Si nadie les tiende una mano de auxilio, se hundirán cada vez más. En ellos el exceso no es tan sólo pecado moral, sino enfermedad física.—El Ministerio de Curación, 127, 128. MB 260.4

Una batalla librada una y otra vez—Ningún trabajo debe hacerse descuidadamente, ni dejarlo librado al azar o a la casualidad. El obtener una rápida entrega de las almas que están a punto de perecer significa más que el orar por un ebrio consuetudinario y luego, porque él lamenta y confiesa la degradación de su alma, declararlo salvado. Vez tras vez debe pelearse nuevamente la batalla.—Testimonies for the Church 8:196. MB 261.1

Debéis seguir interesándoos por aquellos a quienes queráis ayudar. De lo contrario, nunca alcanzaréis la victoria. Siempre los tentará el mal. Una y otra vez se sentirán casi vencidos por la sed de bebidas embriagantes; puede que caigan y vuelvan a caer; pero no cejéis por ello en vuestros esfuerzos.—El Ministerio de Curación, 129. MB 261.2

Una obra que no es en vano—Cuando algunos unen sus esfuerzos humanos con los divinos, empeñándose en alcanzar las más hondas necesidades y miserias humanas, las bendiciones de Dios descansarán ricamente sobre los tales. Aunque muy pocos acepten la gracia de nuestro Señor Jesucristo, su obra no habrá sido en vano, porque un alma es preciosa, muy preciosa, a la vista de Dios. Cristo habría muerto por un alma con tal de que esa sola pudiera vivir por los siglos de la eternidad. ... MB 261.3

Muchas almas han sido rescatadas, arrebatadas de las manos de Satanás, por fieles obreros. Alguien debe sentir en su alma la responsabilidad de encontrar a aquellos que están perdidos para Cristo. El rescate de una sola alma en quien Satanás tenía dominio causa gozo entre los ángeles celestiales. Hay quienes han destruido en sí mismos la imagen moral de Dios. La red del Evangelio debe recoger a estos pobres que están perdidos. Los ángeles de Dios colaborarán con los que están empeñados en esta obra, los que hacen todos los esfuerzos posibles para salvar a las almas que perecen, para darles la oportunidad que muchos no han tenido jamás. No hay otra forma de alcanzarlos sino el usar los métodos de Cristo. El siempre trabajó para aliviar el sufrimiento y enseñar rectitud. Únicamente así podrán los pecadores ser rescatados desde las profundidades de la degradación.—Testimonies for the Church 8:72, 73. MB 261.4

Trabajar con amor—Los obreros deben trabajar en amor, alimentando, limpiando y vistiendo a los que necesitan su ayuda. En esta forma estos pecadores están preparados para saber que alguien cuida de sus almas. El Señor me ha mostrado que muchos de estos pobres seres perdidos para la sociedad, por medio de la ayuda de agentes humanos, cooperarán con el poder divino y tratarán de restaurar la imagen moral de Dios en otros por quienes Cristo ha pagado el precio de su propia sangre. Serán llamados los elegidos de Dios, preciosos, y estarán próximos al trono de Dios. ... MB 262.1

El Señor está trabajando para alcanzar a los más depravados. Muchos conocerán lo que significa el ser atraídos hacia Cristo, pero no tendrán el valor moral para luchar contra los apetitos y pasiones. Pero los obreros no deben desalentarse por eso, porque está escrito: “En los venideros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus de error y a doctrinas de demonios”. 1 Timoteo 4:1. ¿Acaso sólo aquellos que han sido rescatados de los abismos más profundos reincidirán? Hay quienes en el ministerio han tenido luz y un conocimiento de la verdad y que no serán vencedores. No restringen sus apetitos y pasiones ni se niegan a sí mismos por amor a Cristo. Muchos pobres perdidos, aun publicanos y pecadores, se asirán de la esperanza presentada a ellos en el Evangelio, y entrarán en el reino de los cielos antes que aquellos que han tenido grandes oportunidades y mucha luz, pero que han caminado en tinieblas. ... Mis hermanos y hermanas, tomad vuestro lugar al lado del Señor, y sed fervientes, activos, valerosos colaboradores con Cristo, trabajando con él para buscar y salvar a los perdidos.—Ibid. 5:74, 75. MB 262.2

No se han de seguir los métodos del Ejército de Salvación—El Señor nos ha señalado nuestra forma de trabajar. Como iglesia, no debemos imitar y seguir los métodos del Ejército de Salvación. Ese no es el trabajo que el Señor nos ha dado para que realicemos. Pero tampoco es nuestra obra el condenarlos y hablar palabras acerbas contra ellos. En el Ejército de Salvación hay preciosas y sacrificadas almas. Debemos tratarlas con bondad. Hay en el Ejército de Salvación almas sinceras, que están sirviendo sinceramente al Señor, y quienes verán mayor luz, avanzando hasta aceptar toda la verdad. Los obreros del Ejército de Salvación están tratando de salvar a los desechados y oprimidos. No los desalentéis. Dejad que ellos realicen esa clase de trabajo con sus propios métodos y en su propia manera de trabajar. Pero el Señor claramente ha señalado el trabajo que deben realizar los adventistas del séptimo día.—Ibid. 8:184, 185. MB 263.1

Ayudad a los perdidos a encontrar un nuevo derrotero—A medida que los hijos de Dios se dediquen a esta obra, muchos se asirán de la mano extendida para salvarlos. Serán constreñidos a apartarse de sus malos caminos. Algunos de los rescatados podrán, por la fe en Cristo, elevarse a altos puestos de servicio, y llevar responsabilidades en la obra de salvar almas. Conocen por experiencia las necesidades de aquellos por quienes trabajan, y saben cómo ayudarles; saben qué medios son los mejores para reconquistar a los que perecen. Están llenos de gratitud a Dios por las bendiciones recibidas; el amor vivifica su corazón y les comunica energía para elevar a otros que no podrían levantarse sin ayuda. Aceptando la Biblia como su guía y al Espíritu Santo como su ayudador y consolador, hallan una nueva carrera abierta delante de sí. Cada una de esas almas que se añade a la fuerza de los obreros, provista de facilidades e instrucción que le permitan salvar almas para Cristo, colaborará con los que le trajeron la luz de la verdad. Así se honrará a Dios y se hará progresar su verdad.—Joyas de los Testimonios 2:497, 498. MB 263.2