El Ministerio de Curación

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“De gracia recibisteis, dad de gracia”

No debemos limitar la invitación del Evangelio y presentarla solamente a unos pocos elegidos, que, suponemos nosotros, nos honrarán aceptándola. El mensaje ha de proclamarse a todos. Cuando Dios bendice a sus hijos, no es tan sólo para beneficio de ellos, sino para el mundo. Cuando nos concede sus dones, es para que los multipliquemos compartiéndolos con otros. MC 69.6

Tan pronto como halló al Salvador, la mujer samaritana que habló con Jesús junto al pozo de Jacob, trajo otros a él. Así dió pruebas de ser una misionera más eficaz que los propios discípulos. Ellos no vieron en Samaria indicios de que fuera un campo alentador. Fijaban sus pensamientos en una gran obra futura, y no vieron que en derredor de sí había una mies que segar. Pero por medio de la mujer a quien ellos despreciaron, toda una ciudad llegó a oír a Jesús. Ella llevó en seguida la luz a sus compatriotas. MC 69.7

Esta mujer representa la obra de una fe práctica en Cristo. Cada verdadero discípulo nace en el reino de Dios como misionero. Apenas llega a conocer al Salvador, desea hacerlo conocer a otros. La verdad salvadora y santificadora no puede quedar encerrada en su corazón. El que bebe del agua viva llega a ser una fuente de vida. El que recibe se transforma en un dador. La gracia de Cristo en el alma es como un manantial en el desierto, cuyas aguas brotan para refrescar a todos, e infunde a quienes están por perecer avidez de beber del agua de la vida. Al hacer esta obra obtenemos mayor bendición que si trabajáramos únicamente en nuestro provecho. Es al trabajar para difundir las buenas nuevas de la salvación como somos llevados más cerca del Salvador. MC 70.1

Acerca de los que reciben su gracia, dice el Señor: MC 70.2

“Y daré a ellas y a los alrededores de mi collado, bendición; y haré descender la lluvia en su tiempo, lluvias de bendición serán.” Ezequiel 34:26. MC 70.3

“Mas en el postrer día grande de la fiesta, Jesús se ponía en pie y clamaba, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, ríos de agua viva correrán de su vientre.” Juan 7:37, 38. MC 70.4

Los que reciben tienen que dar a los demás. De todas partes nos llegan pedidos de auxilio. Dios invita a los hombres a que atiendan gozosos a sus semejantes. Hay coronas inmortales que ganar; hay que alcanzar el reino de los cielos; hay que iluminar al mundo que perece en la ignorancia. MC 70.5

“¿No decís vosotros: Aun hay cuatro meses hasta que llegue la siega? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos, y mirad las regiones, porque ya están blancas para la siega. Y el que siega, recibe salario, y allega fruto para vida eterna.” Juan 4:35, 36. MC 71.1