El Ministerio de Curación
Los mitos y cuentos de hadas
Se insiste muchas veces en que para quitar a la juventud el gusto por la literatura pasional o indigna, debe proporcionársele una clase mejor de literatura de imaginación. Pero esto es como intentar curar a un borracho dándole, en vez de aguardiente, bebidas fermentadas más suaves, como vino, cerveza o sidra. El uso de estas bebidas fomentaría continuamente la sed de estimulantes más activos. La única seguridad para el borracho, y la única salvaguardia para el hombre templado, es la abstinencia total. Para el aficionado a las novelas rige la misma regla. La abstinencia total es su única seguridad. MC 352.3
En la educación de los niños y jóvenes, ocupan un sitio importante los cuentos de hadas, los mitos y las historias ficticias. En las escuelas se usan libros de tal carácter, y se los encuentra en muchos hogares. ¿Cómo pueden permitir los padres cristianos que sus hijos se nutran de libros tan llenos de mentiras? Cuando los niños preguntan el significado de cuentos tan contrarios a la enseñanza de sus padres, se les responde que dichos cuentos no son verdad; pero esta respuesta no elimina los malos resultados de tal lectura. Las ideas presentadas en estos libros extravían a los niños, les comunican opiniones erróneas acerca de la vida y fomentan en ellos el deseo de lo falso e ilusorio. MC 353.1
El uso tan general de semejantes libros en nuestros días es uno de los ardides de Satanás, quien procura desviar de la gran obra de la formación del carácter, la mente de viejos y jóvenes. Quiere que nuestros niños y jóvenes sean arrastrados por los engaños destructores de almas con que sigue llenando el mundo. Por esto procura apartar de la Palabra de Dios el espíritu de unos y otros e impedirles que conozcan las verdades que podrían servirles de salvaguardia. MC 353.2
Jamás deberían ponerse en las manos de niños y jóvenes libros que alteren la verdad. No permitamos que en el curso de su educación, nuestros hijos reciban ideas que resulten ser semilla de pecado. Si las personas de edad madura no leyeran tales libros, estarían ellas mismas en situación más segura, y con su buen ejemplo e influencia facilitarían la tarea de guardar de la tentación a la juventud. MC 353.3
Tenemos en abundancia lo real y divino. Los que tienen sed de conocimiento no necesitan acudir a fuentes corrompidas. Dice el Señor: MC 353.4
“Inclina tu oído, y oye las palabras de los sabios,
y pon tu corazón a mi sabiduría, ... para que tu confianza sea en Jehová,
te las he hecho saber hoy a ti también.
MC 353.5
“¿No te he escrito tres veces
en consejos y ciencia,
para hacerte saber la certidumbre de las razones verdaderas,
para que puedas responder razones de verdad a los que a ti
enviaren?”
MC 354.1
“El estableció testimonio en Jacob,
y puso ley en Israel;
la cual mandó a nuestros padres
que la notificasen a sus hijos.”
MC 354.2
“Contando a la generación venidera las alabanzas de Jehová,
y su fortaleza, y sus maravillas que hizo.”
MC 354.3
“Para que lo sepa la generación venidera,
y los hijos que nacerán;
y los que se levantarán, lo cuenten a sus hijos;
a fin de que pongan en Dios su confianza.”
MC 354.4
“La bendición de Jehová es la que enriquece,
y no añade tristeza con ella.” Proverbios 22:17-21; Salmos 78:5, 4, 6, 7; Proverbios 10:22.
MC 354.5
Así también presentó Cristo los principios de la verdad en el Evangelio. En su enseñanza podemos beber de las fuentes puras que manan del trono de Dios. Cristo hubiera podido comunicar a los hombres conocimientos que hubieran sobrepujado cualquier revelación anterior y dejado en segundo plano todo otro descubrimiento. Hubiera podido desentrañar misterio tras misterio, y concentrar alrededor de estas maravillosas revelaciones el pensamiento activo y serio de las generaciones sucesivas hasta el fin de los tiempos. Pero ni por un momento quiso dejar de enseñar la ciencia de la salvación. Apreció su tiempo, sus facultades y su vida y los empleó tan sólo como medios para realizar la salvación de los hombres. Vino a buscar y salvar lo perdido, y no quiso desviarse de su propósito ni permitió que cosa alguna le apartase de él. MC 354.6
Cristo comunicó únicamente el conocimiento que podía ser utilizado. Su instrucción se limitaba a lo que requería la condición de la gente en la vida práctica. No satisfacía la curiosidad que la inducía a dirigirle preguntas indiscretas. Aprovechaba más bien esas ocasiones para dirigir llamamientos solemnes, fervientes y vitales. A los que tenían ardientes deseos de coger frutos del árbol de la ciencia, les ofrecía el del árbol de la vida. Todos los caminos les estaban cerrados menos el que conduce a Dios. Toda fuente estaba sellada, menos la de la vida eterna. MC 354.7
Nuestro Salvador no alentaba a nadie a asistir a las escuelas rabínicas de su tiempo, para evitar que sus espíritus fuesen corrompidos por el estribillo: “Dicen,” o “Se ha dicho.” Entonces, ¿por qué aceptaríamos como suprema sabiduría las palabras inciertas de los hombres, cuando disponemos de una sabiduría mayor e infalible? MC 355.1
Lo que he visto de las cosas eternas y de la debilidad humana ha impresionado hondamente mi mente y ha influído en el trabajo de mi vida. No veo nada en que el hombre merezca alabanza ni gloria. No veo motivo de confianza ni de alabanza en las opiniones de los sabios de este mundo ni en las de los llamados grandes. ¿Cómo pueden los que carecen de iluminación divina formarse una idea exacta de los planes y caminos de Dios? O niegan a Dios e ignoran su existencia, o circunscriben su poder con sus mezquinos conceptos. MC 355.2
Prefiramos que nos enseñe Aquel que creó los cielos y la tierra, que ordenó las estrellas en el firmamento y señaló al sol y a la luna su obra respectiva. MC 355.3
Está bien que la juventud considere que debe alcanzar el más alto desarrollo de sus facultades intelectuales. No queremos poner límites a la educación que Dios ha hecho ilimitada. Pero de nada nos sirve lo que logramos si no lo empleamos para honra de Dios y beneficio de la humanidad. MC 355.4
No conviene atestar la mente con estudios que requieren intensa aplicación, pero no se utilizan en la práctica. Una educación tal resultará una pérdida para el estudiante, pues dichos estudios disminuyen el interés y la afición del joven por los que le prepararían para una vida provechosa y le harían capaz de llevar sus responsabilidades. Una educación práctica vale mucho más que cualquier acumulación de teorías. Ni siquiera basta adquirir conocimientos. Hemos de saber cómo aprovecharlos debidamente. MC 355.5
El tiempo, los recursos y el estudio que tantos invierten para adquirir una educación relativamente inútil, deberían dedicarse a obtener una preparación que los hiciera hombres y mujeres prácticos, capaces de llevar las responsabilidades de la vida. Semejante educación es en extremo valiosa. MC 356.1
Necesitamos conocimientos que robustezcan la mente y el alma, y nos hagan mejores hombres y mujeres. La educación del corazón es mucho más importante que lo aprendido de los libros. Es bueno, hasta esencial, poseer cierto conocimiento del mundo en que vivimos; pero si no tenemos en cuenta la eternidad, experimentaremos un fracaso del cual jamás nos repondremos. MC 356.2
El estudiante puede dedicar todas sus facultades a adquirir conocimientos; pero si no conoce a Dios ni obedece las leyes que gobiernan su propio ser, se destruirá. Los malos hábitos le hacen perder la facultad de apreciarse y gobernarse a sí mismo. No puede razonar correctamente acerca de asuntos del mayor interés para él. Es temerario y falto de criterio en el modo de tratar su mente y su cuerpo. Por haber desatendido el cultivo de los buenos principios, se arruina para este mundo y para el venidero. MC 356.3
Si la juventud se diera cuenta de su propia debilidad, encontraría su fuerza en Dios. Si permitiera que Dios le diese enseñanza, se haría sabia en la sabiduría divina, y su vida redundaría en bendiciones para el mundo. Pero si dedica su inteligencia al mero estudio mundano y especulativo, y así se separa de Dios, perderá cuanto enriquece la vida. MC 356.4