Reflejemos a Jesús

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Fe que obra por el amor y purifica el alma, 19 de abril

Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Proverbios 3:5. RJ 115.1

Cuando hablamos de la fe debemos tener siempre presente una distinción. Hay una clase de creencia enteramente distinta de la fe. La existencia y el poder de Dios, la verdad de su Palabra, son hechos que aun Satanás y sus huestes no pueden negar de corazón. La Biblia dice que “los demonios creen, y tiemblan” (Santiago 2:19), pero ésta no es fe. Donde no sólo hay una creencia en la Palabra de Dios, sino una sumisión de la voluntad a El; donde se le da a El el corazón y los afectos se fijan en El, allí hay fe, fe que obra por el amor y purifica el alma. Mediante esta fe, el corazón se renueva conforme a la imagen de Dios. Y el corazón que en su estado carnal no se sujetaba a la ley de Dios ni tampoco podía, se deleita después en sus santos preceptos, diciendo con el salmista: “¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación” Salmos 119:97. Y la justicia de la ley se cumple en nosotros, los que no andamos “conforme a la carne, sino conforme al Espíritu”. Romanos 8:1. RJ 115.2

Hay quienes han conocido el amor perdonador de Cristo y desean realmente ser hijos de Dios; sin embargo, reconocen que su carácter es imperfecto y su vida defectuosa, y están propensos a dudar de que sus corazones hayan sido regenerados por el Espíritu Santo. A los tales quiero decirles que no se abandonen a la desesperación. Tenemos a menudo que postrarnos y llorar a los pies de Jesús por causa de nuestras culpas y errores; pero no debemos desanimarnos. Aun si somos vencidos por el enemigo, no somos arrojados, ni abandonados, ni rechazados por Dios. No; Cristo está a la diestra de Dios e intercede por nosotros. Dice el discípulo amado: “Estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo”. 1 Juan 2:1. Y no olviden las palabras de Cristo: “Pues el Padre mismo os ama”Juan 16:27. El quiere que se reconcilien con El, quiere ver su pureza y santidad reflejadas en ustedes. Y si tan sólo quieren entregarse a El, el que comenzó en ustedes la buena obra la perfeccionará hasta el día de Jesucristo. Oren con más fervor; crean más plenamente... RJ 115.3

Mientras menos cosas dignas de estima veamos en nosotros, más encontraremos que estimar en la pureza y santidad infinitas de nuestro Salvador. Una idea de nuestra pecaminosidad nos puede guiar a Aquel que nos puede perdonar; y cuando, comprendiendo nuestra impotencia, nos esforcemos en seguir a Cristo, El se nos revelará con poder. Cuanto más nos guíe la necesidad a El y a la Palabra de Dios, tanto más elevada visión tendremos de su carácter y más plenamente reflejaremos su imagen.—El Camino a Cristo, 63-65. RJ 115.4