Reflejemos a Jesús

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La oración es apropiada en cualquier momento y lugar, 18 de abril

Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré. Juan 14:14. RJ 114.1

No hay tiempo o lugar en que sea impropio orar a Dios. No hay nada que pueda impedirnos elevar nuestro corazón en ferviente oración. En medio de las multitudes y del afán de nuestros negocios, podemos ofrecer a Dios nuestras peticiones e implorar la divina dirección, como lo hizo Nehemías cuando hizo la petición delante del rey Artajerjes. En dondequiera que estemos podemos estar en comunión con El. Debemos tener abierta continuamente la puerta del corazón, e invitar siempre a Jesús a venir y morar en el alma como huésped celestial. RJ 114.2

Aunque estemos rodeados de una atmósfera corrompida y manchada, no necesitamos respirar sus miasmas, antes bien podemos vivir en la atmósfera limpia del cielo. Podemos cerrar la entrada a toda imaginación impura y a todo pensamiento perverso, elevando el alma a Dios mediante la oración sincera. Aquellos cuyo corazón esté abierto para recibir el apoyo y la bendición de Dios, andarán en una atmósfera más santa que la del mundo y tendrán constante comunión con el Cielo. RJ 114.3

Necesitamos tener ideas más claras de Jesús y una comprensión más completa de las realidades eternas. La hermosura de la santidad ha de consolar el corazón de los hijos de Dios; y para que esto se lleve a cabo, debemos buscar las revelaciones divinas de las cosas celestiales. RJ 114.4

Entiéndase y elévese el alma para que Dios pueda concedernos respirar la atmósfera celestial. Podemos mantenemos tan cerca de Dios que en cualquier prueba inesperada nuestros pensamientos se vuelvan a El tan naturalmente como la flor se vuelve al sol. RJ 114.5

Presenten a Dios sus necesidades, gozos, tristezas, cuidados y temores. No pueden agobiarlo ni cansarlo. El que tiene contados los cabellos de nuestra cabeza, no es indiferente a las necesidades de sus hijos. “El Señor es muy misericordioso y compasivo”. Santiago 5:11. Su amoroso corazón se conmueve por nuestras tristezas y aun por nuestra presentación de ellas. Llevémosle todo lo que confunda nuestra mente. Ninguna cosa es demasiado grande para que El no la pueda soportar; El sostiene los mundos y gobierna todos los asuntos del universo. Ninguna cosa que de alguna manera afecte nuestra paz es tan pequeña que El no la note. No hay en nuestra experiencia ningún pasaje tan oscuro que El no pueda leer, ni perplejidad tan grande que El no pueda desenredar... Las relaciones entre Dios y cada una de las almas son tan claras y plenas como si no hubiese otra alma por la cual hubiera dado a su Hijo amado.—El Camino a Cristo, 99-101. RJ 114.6