Reflejemos a Jesús

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Glorifiquemos a Dios en cuerpo y espíritu, 4 de mayo

Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios. 1 Corintios 6:20. RJ 130.1

¿Cómo hemos de seguirlo para aprender de Aquel que es nuestro Maestro? Podemos escudriñar su Palabra, y familiarizarnos con su vida y obra. Hemos de recibir sus palabras como pan para nuestras almas. En toda esfera en la cual el hombre pueda encontrarse, el Señor Jesús ha dejado sus huellas. Hacemos bien en seguirlo. Debemos apreciar el Espíritu por medio del cual El habló; debemos presentar la verdad tal como es en Jesús. Hemos de seguirlo especialmente en pureza de corazón, en amor. El yo debe ser escondido con Cristo en Dios: entonces, cuando aparezca Cristo, que es nuestra vida, también nosotros apareceremos con El en gloria... RJ 130.2

Por inspiración del Espíritu de Dios, el apóstol Pablo escribe que todo lo que hagamos, aun el acto natural de comer o beber, debemos hacerlo, no para gratificar un apetito pervertido, sino con un sentido de responsabilidad: “Hacedlo todo para la gloria de Dios”. 1 Corintios 10:31. Cada parte del hombre debe ser cuidada: debemos estar alerta para que lo que se introduce en el estómago no ahuyente de la mente pensamientos elevados y santos. RJ 130.3

¿Acaso no puedo hacer conmigo mismo lo que se me da la gana?, preguntan algunos, como si estuviéramos procurando privarlos de un gran bien cuando les presentamos la necesidad de comer inteligentemente y de armonizar todos sus hábitos con las leyes que Dios ha establecido. RJ 130.4

Hay derechos que pertenecen a todo individuo. Tenemos una individualidad y una identidad que nos son propias. Nadie puede sumergir su identidad en la de algún otro. Todos deben actuar por sí mismos, de acuerdo con los estados de su propia conciencia. En lo que atañe a nuestra responsabilidad e influencia, somos responsables ante Dios puesto que de El recibimos la vida. No la obtenemos de la humanidad, sino únicamente de Dios. Somos suyos por creación y por redención. Nuestros mismos cuerpos no son nuestros, para tratarlos como nos plazca, para arruinarlos con actos que llevan a la decadencia, haciendo que sea imposible rendir a Dios un servicio perfecto. Nuestras vidas y todas nuestras facultades pertenecen a El. El nos cuida en todo momento: El mantiene la maquinaria viviente en acción; si se nos dejara librados a hacerla funcionar por un instante, moriríamos. Somos absolutamente dependientes de Dios. RJ 130.5

Aprendemos una gran lección cuando entendemos nuestra relación con Dios, y su relación con nosotros. Las palabras: “No sois vuestros. Porque habéis sido comprados por precio” (1 Corintios 6:19, 20), deberían ser ubicadas en la sala de la memoria, para que siempre podamos reconocer el derecho de Dios a nuestros talentos, nuestros bienes, nuestra influencia, nuestra propia individualidad. Debemos aprender cómo tratar este don de Dios, en mente, alma y cuerpo, para que, como posesión adquirida de Cristo, podamos presentarle un servicio saludable y agradable.—Special Testimonies, Serie A, 9:58, 59 . RJ 130.6